lunes, agosto 09, 2010

Distintas facetas de un mismo problema




Visitando el blog de un antiguo conocido, encuentro una entrada que plantea más o menos lo que a continuación se parafrasea:

El problema según Platón:
¿Cómo es posible que con tan pocos elementos sepamos tanto?...

El problema según George Orwell:
¿Cómo es posible que conozcamos tan poco, considerando que disponemos de una evidencia tan amplia?...

El problema según Carl Sagan:
Saber tanto y entender tan poco, constituye una fórmula segura para el desastre.

El problema según Noam Chomsky:
Llegar a saber y entender situaciones antagónicas al bien común, impuestas por los sistemas totalitarios, y no tomar un grado de actividad y responsabilidad ante ellos, es lo mismo que no saber y no haber entendido.

martes, agosto 03, 2010

Día del Niño


Tengo que buscar en Internet, para mi trabajo, imágenes para ilustrar una publicidad del Día del Niño. Busco entonces imágenes de niños felices, imágenes de niños sonrientes, imágenes con niños que resulten de algún modo simpáticas, porque la idea es que quien vea la publicidad en cuestión sepa, con sólo un golpe de vista, que ese día será de celebración, y está muy bien que así sea.

Pero sucede entonces que buscando en Internet, para mi trabajo, imágenes de niños felices y sonrientes, me topo con esta fotografía. Y entonces no puedo seguir buscando. Algo tengo que hacer con esta imagen, que por supuesto no me servirá para la publicidad que debo armar, pero ante la cual no puedo permanecer indiferente. Suspendo entonces lo que estaba haciendo y me detengo a buscar palabras, algo para decir, algo que al menos justifique la inclusión de esta fotografía aquí, pero no se me ocurre nada. La contundencia de la imagen es tal que cualquier comentario que haga saldrá sobrando.

Recuerdo entonces algo que una vez leí en los Cuadernos de Saramago. Un impacto similar, narrado por el autor ante otra imagen cruda, en aquel caso de la guerra, tres personas a punto de ser fusiladas, y toda una relexión acerca del antes, el durante y el después inmediato de los hechos narrados por aquella fotografía. Porque solemos ver las fotos sin verlas en realidad. Nos cuesta comprender que allí, detrás de la imagen, el papel, la luz, los colores, hubo en algún momento una realidad brutalmente real y concreta. ¿Quién será este niño? ¿Tendrá nombre, tendrá padres, tendrá algo parecido a una familia, a un hogar, tendrá alegrías, tendrá esperanzas?... ¿O será sólo desolación, tristeza y hambre? ¿Dónde habrá sido tomada esta imagen, hace cuánto tiempo atrás, qué habrá sido de este niño, donde andará, en qué se habrá convertido o se estará convirtiendo ahora mismo, en algún rincón del mundo? ¿Cuántos como él habrá, en este mismo instante, sin que siquiera nadie los vea ni piense en ellos, pues no tuvieron la dudosa fortuna de haber sido captados por el lente de una máquina fotográfica y subidos luego a Internet?

Confesaba Saramago su pesar ante la certeza de las incontables fotografías que, como ésta o como aquélla, vistas repetidas veces, una detrás de otra, segundo tras segundo, incansablemente, terminarían fatigando de tal manera nuestra sensibilidad que ya ninguna de ellas sería capaz de transmitirnos nada, por más horrorosas que fueran. Y su propuesta, entonces, era centrar la atención en solamente una fotografía, en solamente una imagen, que concentre y resuma de algún modo todo aquello que uno se vea impelido a sentir.

Esta es la imagen que elijo yo, por lo menos hoy. Para recordarme lo mucho que uno tiene, lo mucho que otros necesitan y lo ciegos que solemos estar ante el mundo. Para recordarme que hay niños que pasarán su domingo próximo buscando un mendrugo de pan para engañar al hambre, al mismo tiempo que otras personas sonreirán viendo fotografías donde otros niños sonríen, y hablarán del día del niño como si en el mundo no hubiese otra cosa.