jueves, septiembre 24, 2015

Hormigas

Somos como hormigas
aunque nos cueste admitirlo.
Hormigas con moral, es cierto.
Hormigas con religiones,
economías, psicoanalistas,
semáforos, presidentes,
y hasta algún que otro criterio estético.
Capaces de componer un requiem,

de inventar autos, computadoras 
vacunas y también insecticidas.
Tal vez no seamos hormigas,
es cierto, pero compartimos
con ellas la dimensión de
una total intrascendencia.


sábado, septiembre 19, 2015

De dioses y fragilidades

¿Qué clase de Dios todopoderoso,
me pregunto, sería capaz de
crear seres tan frágiles?
¿Y por qué?
¿Para qué?

domingo, septiembre 13, 2015

Pregunta y respuesta

En medio de la noche, inquietante, surge la pregunta:
"¿Y si la existencia careciera de sentido?"

La respuesta llega de inmediato: "De todos modos, acá estamos."

sábado, septiembre 12, 2015

De hombres y dioses

I.
Y cuidado, que yo soy de los que piensan:
"Qué gran suerte que en este mundo
haya gente que no es como soy yo."
Y no es que yo sea un mal tipo,
no considero serlo, por lo menos,
pero reconozco que al mundo le hace falta
un equilibrio que yo no estoy preparado para darle,
un poco de sana cordura, si se quiere,
un poco de estructura y orden,
alguien que crea en algo,
ya sea en la política, en la justicia,
en el futuro, en la inocencia, en la utopía,
en la incondicionalidad de los amantes,
alguien que de algún modo convenza a Dios
de que no vale la pena hacer aun de este mundo
una renovada secuela de Sodoma y Gomorra,
y que merecemos todavía la chance
de alguna clase de redención.
Todo ello, por supuesto,
para el improbable caso
de que Dios exista.
Ojalá así sea,
Amén.

Es que a veces resulta más sencillo creer en Dios
antes que seguir intentando confiar en los hombres.

II.
Ah, es verdad, por supuesto: está la poesía.
Acaso Dios decida ser misericordioso con los poetas,
a quienes tanto ha castigado con el don de sentir
las cosas de una manera diferente de los demás;
tal vez la redención sea la recompensa que
venga a compensar tanto vano sufrimiento previo.
Pudiera ser, y sin embargo cabría preguntarse
si acaso Dios, para el caso de que exista
y ojalá así sea, ya lo he dicho antes,
será capaz de apreciar la poesía de los hombres,
que muy a pesar de haber sido concebidos
a su semejanza y divina imagen,
algunos le han salido poetas y otros asesinos.

Se me dirá tal vez que sí, que claro, que es evidente,
que solo un Dios amante de la poesía podría haber
creado la maravilla absoluta del cielo, los mares,
la luna inconstante, las coloridas mariposas,
tanta belleza indecible que en el mundo existe...
Pero atención, que no pocas veces en su enojo
nos ha tenido destinada también la destrucción
de esas mismas cosas bellas y de nosotros mismos,
hermosas y frágiles criaturas vomitadas al mundo
sin explicaciones ni reglas claras que nos permitan
conocer al menos cuál sea el objetivo del juego.
Dios poeta y vengativo, creador y destructor,
acaso la poesía, lo mismo que la maldad,
no sea más que un efecto secundario,
no previsto ni deseado, que surge en algunos
como el herpes, el mal aliento o el sarampión.


viernes, septiembre 11, 2015

Responsabilidades


Y algunos se preguntan:
¿Qué responsabilidad o culpa tenemos
finalmente nosotros sobre lo que sucede con
esos otros, pobres diablos, que nos son tan ajenos?
¿Culpa?.. Probablemente ninguna.
¿Responsabilidad?..
La que lleva a poner la frontera allí,
precisamente donde la ponemos,
para separar la idea de "nosotros"
respecto de la de "los otros",
y no en un lugar diferente,
donde esos "otros", pobres diablos,
también pudieran ser nuestros.

jueves, septiembre 03, 2015

Demoliciones: La desidia del desentendimiento



Un viaje en colectivo nos lleva por Av. Pueyrredón hacia la zona de Recoleta cuando de repente, justo un par de cuadras antes de cruzar Av. Santa Fe, vislumbramos por la ventanilla una imagen que nos impulsa a bajar antes de lo previsto. Desandamos algunos pasos y allí está: un rostro de mampostería, en una vieja pared, invisible para la mayoría de los transeúntes que caminan apurados por allí, pero todavía presente para quien esté dispuesto a observar.

Es el único resto que queda de una antigua construcción que ya no existe, que ha desaparecido bajo el rigor de la picota, los negocios inmobiliarios y el desentendimiento de las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires, que no le reconocen valor alguno al pasado. Observo ese rostro antiguo, delicado, poético, que muy pronto desaparecerá también. Le saco una fotografía, pues sus rasgos me parecen hermosos y deseo conservarlos de alguna manera. Pero ya se sabe: todo lo hermoso en algún lugar también nos duele.

En este caso duele pensar en el desinterés, en la desidia, en esa vieja casa demolida, como tantas otras. En la falta de respeto por la propia identidad y por la historia. Pienso en las multitud de cosas que habrán visto esos callados ojos de piedra que aguardan resignados los golpes del martillo que los harán desaparecer para siempre. Queda un rostro, nada más, mudo testigo de tantas escenas que ya no podrá contarle a nadie. Un rostro que muy pronto será él también polvo y olvido. Como todas las cosas. Como todos nosotros. Y lo más grave es que la culpa es un poco nuestra, de cada uno de nosotros, por permitirlo.

Sueño 150902

Anoche soñé con una erupción. Estaba en el sur, de vacaciones, o acaso exiliado, no lo sé muy bien. Sí sé que estaba solo, en un ambiente con grandes ventanales, parecido, de hecho, al departamento en el cual vivo hoy, pero más bajo, porque veía las ramas de dos árboles enormes. Yo conversaba por teléfono con mi hija, cuando me daba cuenta de que por la ventana había entrado un pajarito. Era pequeño, como un colibrí, con un pico largo, pero gris y con las alas de un un gorrión. Sin dejar el teléfono, le abro la ventana, para que pueda salir. No quiero que se golpee. Entonces entran y salen otras aves, entre ellas un veloz cardenal, que después se posa en las ramas de uno de esos árboles que están allá afuera. Le cuento todas estas cosas a mi hija. En algún momento salgo. En el frente de la casa me sorprendo: recuerdo que hasta el día anterior había una piscina, que ya no está. Veo que han estado haciendo reformas. Me extraña sin embargo que hayan quitado aquella piscina magnífica, pero me doy cuenta de que se trataba de un depósito subterráneo de provisión de agua para el hotel: lo habían usado como pileta mientras estuvo descubierto, pero ahora lo han tapado. "De todos modos está la laguna aquí a dos cuadras", me digo. Giro la cabeza y, en efecto, desde allí logro verla. Salgo a caminar. Hago algunas cuadras y noto que me he perdido. Es campo abierto, aunque sigo al costado de una ruta. A lo lejos, se ven unas explosiones. "Están dinamitando algo", me digo, aunque no se escuche ningún sonido. Pero no, se trata de una erupción volcánica. "Por suerte está lejos, pero pronto se llenará todo de cenizas", reflexiono. Ahora estoy en un colectivo, donde la radio informa acerca de la erupción. Cuando miro por la ventanilla, me maravillo y espanto a un mismo tiempo: estamos muy cerca, un par de cientos de metros apenas, de la columna eruptiva, que expele hacia arriba fuego y roca fundida. No sale sin embargo de un volcán, sino del suelo, a nivel. En el cielo se está formando una espantosa nube negra y cada vez más baja, que lo cubre todo. "Cierren todas las ventanas", dice alguien. Yo pienso que nos vamos a asfixiar, pero que tiene razón: no podemos respirar ese aire lleno de cenizas. También pienso que debería avisar por mi celular dónde estoy, antes de que se termine la batería, pero me digo que no tengo a nadie a quien avisarle, que realmente no importa. De pronto la columna de fuego se corta, de un instante a otro, y se hace un silencio denso, inquietante. Algunos atrevidos se acercan al borde del cráter, que se encuentra en medio del pavimento, ahora sí, elevado varios metros. Yo me pregunto qué irá a salir de ese cráter, de un momento a otro... (Y esto significativamente se repite de un sueño mío anterior, en el cual escapo de un pozo que se inunda, del cual salían luces... y yo quedaba expectante a la espera de que saliese algo más.) No me despierto ahí, pero en ese momento me doy cuenta de que estoy soñando. Entonces salen del cráter unos monstruos semihumanos, que empiezan a matar a la gente, pero yo estoy de nuevo en la habitación del comienzo del sueño, y me digo que estoy destinado a luchar contra esos monstruos, pero no quiero, no quiero soñar eso, quiero soñar otra cosa. Entonces hago fuerza, fuerza, fuerza un esfuerzo realmente incómodo por despertarme... Y aquí estoy, preguntándome por qué sueño siempre cosas de una manera tan realista y si de verdad los sueños querrán decir siempre algo. Supongo que sí.