- En la parada, por favor -le indiqué al chofer.
Obedientemente, a los pocos metros el colectivo se detuvo. Descendió primero un hombre, le cedí el paso a una mujer, y finalmente bajamos mi madre y yo. Miré alrededor: no había nadie. El hombre y la mujer habían desaparecido. También el colectivo. Estábamos en medio de un descampado.
- Tenemos que tomar el 132 para volver -dijo mi madre.
- El 132 no pasa por acá -respondí, un tanto malhumorado; y de inmediato agregué: - Lo que necesitamos es saber adónde estamos.
En ese momento desperté. Y sucedieron tres cosas. La primera: comprendí que se había tratado de un sueño. La segunda: acaso no lo comprendí del todo, pues quise volverme a dormir de inmediato, para regresar al sueño y resolver el adónde estábamos y el cómo regresaríamos a casa. La tercera... Me dí cuenta del sinsentido: no había ningún problema para resolver. Entonces me dije que probablemente lo mismo suceda en la vida. Que nos preocupemos en vano por problemas que ya no es necesario resolver.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario