En efecto, las libertades individuales han sido las víctimas más notables de esta pandemia que se manifiesta, como una circunstancia inédita, a nivel mundial. Con una cantidad de víctimas abrumadora, según nos dicen los medios, y al mismo tiempo escasa, si la comparamos con otras tragedias peores, consecuencia directa del obrar de otros seres humanos. Y lo notable es cómo el miedo nos ha llevado a renunciar a dichas libertades, prácticamente sin resistencia. Entre tanto, nos conducen a vivir a las pantallas. Y nosotros vamos, mansos, incautos, casi se diría felices.
Es precisamente en una pantalla donde leo que alguien, parafraseando a Borges, y quizás también un poco a Kafka, escribe lo que se me antoja una especie de graffiti electrónico, que yo mismo vuelco en mi muro -otra pantalla- traducido a mis propias palabras:
"Otario comprende, justo antes de morir, que desde el principio ha sido condenado, que le han permitido el balcón, el zoom y netflix, sencillamente porque ya lo daban por muerto. El guardián, casi con desdén, cierra la puerta."
No hay comentarios.:
Publicar un comentario