sábado, noviembre 18, 2006
miércoles, noviembre 15, 2006
El sueño de cualquier historiador
El Museo Roca, ubicado en Vicente López 2220 en la Ciudad de Buenos Aires, es la sede del Instituto de Investigaciones Históricas, perteneciente a la Secretaría de Cultura de la Nación. Su misión es "propender al desarrollo de proyectos y programas para el conocimiento y difusión de la historia contemporánea", según queda expresado en la propia página web de la institución.
Por si no fuese suficiente, allí mismo se amplía la definición, y queda escrito que el museo "es un Centro de Estudios que se ocupa de historia contemporánea y en especial de aquella parte de la misma iniciada en 1874", y también que su misión es "ser un centro de referencia, calidad y excelencia que propenda al entendimiento, comprensión y asimilación de los complejos hechos, acontecimientos y fenómenos político-económico-sociales y culturales de la Historia Argentina Moderna y Contemporánea". Vale decir: más claro echale agua.
Por eso es que en un primer momento me llamó poderosamente la atención la temática de una actividad extraordinaria que tomó por sede al Museo Roca, durante este mes de noviembre de 2006. Se trata de la muestra titulada “Imágenes de lo oculto", que se anuncia a sí misma como una "Exposición de espiritismo, esoterismo y lo paranormal”.
Ampliando esta información, la gacetilla de difusión correspondiente destaca: "La exposición presenta reproducciones fotográficas de fantasmas, espectros y apariciones (genuinos y fraudulentos) en combinación con una muestra de libros antiguos sobre la temática y una colección de instrumentos para contactar con espíritus. La muestra incluye un ciclo de conferencias, proyecciones de cine (video-debate) y mesas redondas a cargo de historiadores, psicólogos, urbanistas y otros profesionales y expertos, quienes expondrán las diferentes posturas en relación al fenómeno aparicional."
Algo que merece ser destacado es que la temática no parece versar de manera exclusiva sobre lo relativo a las distintas imaginerías que despierta el tema de lo fantasmagórico, que de por sí daría para un muy interesante debate, sino que se incluye también material genuino, con reproducciones fotográficas de fantasmas, espectros y apariciones de verdad. Vale decir, que la cosa va muy en serio, aunque a más de uno se le pueda ocurrir tomarlo a broma.
Y naturalmente uno se pregunta qué es lo que puede llegar a tener que ver todo esto de los fantasmas con el conocimiento y difusión de la historia contemporánea (y qué es esto de la historia contemporánea, si uno tenía entendido que lo contemporáneo es el presente, pero este ya es un tema para otra anotación). Pero a poco de reflexionar un poco, la respuesta surge evidente.
¿Qué otra cosa podría pedir un historiador, y encontrar mayor satisfacción en ello, que poder conectarse, sesión de espiritismo mediante, con los verdaderos protagonistas de la historia, muertos hace décadas en algunos casos, y siglos enteros en otros, y tener así de primera mano las declaraciones que puedan realizar estos fantasmas, sin intermediarios que tergiversen la realidad histórica de los acontecimientos sucedidos? ¿Podría concebirse un modo más efectivo de documentar los hechos del pasado y escribir una nueva y definitiva Historia?
Queda evidenciado una vez más, como dice mi amigo Pancho Ibáñez, que todo tiene que ver con todo.
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Germán A. Serain
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jueves, noviembre 02, 2006
Hasta pronto, Teatro Colón
¿A quien pertenece el Teatro Colón? No nos preguntamos sobre cuestiones administrativas ni sindicales, sino artísticas. Los operómanos quisieran que la sala se utilizara exclusivamente para funciones de ópera (y si les insistimos un poco, acaso también para ballet), en tanto otros pretenden que el Teatro se convierta en una sala multifunción. ¿Quién tiene mayores derechos?
El Teatro Colón es una de las salas con mejor acústica en todo el mundo, además de ser todo un símbolo cultural. Más allá de la lírica, escuchar allí una orquesta, un ensamble de cámara, una obra para piano, resulta una experiencia particularmente agradable. ¿Y debe ser siempre música clásica?... Manolo Juarez grabó no hace mucho un excelente disco en el piano del Teatro; es música folclórica, magníficamente realzada por el contexto. Negarle el Colón sólo por no ser música clásica hubiese sido, en este caso, una verdadera tontería. Además de una pena.
Ahora, en el lapso de menos de un mes, hemos podido ver y escuchar a Luis Alberto Spinetta con la Orquesta Académica del Teatro, y anoche a Mercedes Sosa con la Orquesta Estable. Admitamos que a Spinetta, buen músico popular, el Colón le quedó inmensamente grande. En todo caso el mérito fue para los integrantes de la orquesta, que con este concierto buscaron sentar una posición: "Esto también es música", parecían decir. Pero el caso de la Negra Sosa fue diferente. Incluso utilizando una moderada amplificación, que desvirtuó la acústica natural de la sala (no quedaba otro remedio), logró imponer su presencia sobre el escenario.
Mercedes es una gran cantante, y las marcas que los años pueden haber dejado sobre su voz, se compensa con el arte que sólo quienes han vivido pueden ofrecer. Hay sabiduría en su modo de cantar y de decir, algo que de muy pocos artistas se puede decir con justicia. Y aunque a los operómanos esto pueda molestarlos, su presencia en el Colón fue merecida. Como un justo homenaje. Y para la sana satisfacción de su público. Y es que no cabe considerar aquí aspectos técnicos. Porque el purismo musical encuentra su límite en la poiesis propia del verdadero arte, ese que se ubica más allá de la cuestión de los géneros.
Fue la última función en el Teatro Colón hasta su reapertura, que tendrá lugar en mayo de 2008. Ahora comienzan las polémicas obras de renovación y remodelación. Y como dijo uno de los músicos de la orquesta, el día de la reapertura, cuando se puedan escuchar los resultados sobre la acústica de la sala, en caso de que ella no se haya visto alterada en nada, allí será el momento de festejar.
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Germán A. Serain
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