Puesto que en nuestra entrada anterior hablábamos de poesía, quizás sea bueno dejar anotado aquí algo que dice Santiago Kovadloff en su libro La nueva ignorancia:
"Quien comprende un poema ha construido, mediante lo que entiende, un sentido posible para lo que acaba de leer. Quien capta una interpretación, ha transfigurado lo que se le ha dicho en lo que acaba de entender, dándole de este modo un sentido personal, o lo que es igual, convirtiendo eso que se le ha dicho en experiencia propia."
Es interesante notar que Kovadloff dice quien comprende un poema. Vale decir que ese acercamiento, esa interpretación posible entre tantas otras que le asigna al texto quien se aproxima al mismo es tan válida como cualquier otra. Acaso incluso tan válida como la que tuvo en mente el propio autor del poema (si es que acaso tuvo el autor alguna interpretación puntual en mente, algo que no tiene por qué suceder siempre así). Es muy cierto eso que tantas veces se ha dicho, que un artista es dueño de su obra sólo hasta el momento en que la termina y la da a conocer a un público. En ese preciso instante deja de lado su potestad sobre ella, liberándola a la interpretación de quien se acerque a eso que él ha creado, pero que ya no le pertenece ni más ni menos que a los demás. Teniendo estas cosas en mente, realmente no se comprende que todavía haya quienes pretendan que el arte, la poesía en su sentido más amplio, deba ser intelectualizada para ser comprendida en su esencia.
"Las cosas tienen un millón de sentidos o ninguno", decía el pensador estadounidense Gregory Bateson, y es la sentencia de Kovadloff la que ha hecho que me acuerde de repente de esa frase. Lo que Bateson quería significar es que en el mismo momento en que a un evento puntual alguien logra asignarle un significado preciso, simultáneamente se abren las puertas a un montón de otras interpretaciones posibles, muchas de las cuales serán potencialmente tan válidas como la primera. Valga la aclaración: Bateson no era un relativista absoluto; jamás habló de la posibilidad de que algo tuviese infinitos sentidos alternativos, sino que apenas dijo un millón, un número grande, si se quiere, pero limitado.
Volviendo a la cita de Kovadloff, en definitiva resulta que la interpretación sería una forma de la comprensión. Y al mismo tiempo equivaldría, en cierto modo, a un acto de creación en sí mismo. O tal vez de descubrimiento. No existe una línea divisoria clara y definitiva en la frontera que debería mediar entre estas tres dimensiones que habitualmente consideramos como diferentes.
El otro punto de reflexión que nos deja la cita de más arriba, finalmente, es la maravilla de que a pesar de todo la comunicación sea posible, dado que jamás comprendemos cabalmente al otro, sino que nos limitamos a convertir permanentemente en experiencia propia aquello que los demás nos ofrecen como un mensaje. Ya sea que hablemos del mundo de las ideas, o del de las artes, que ambas cosas se crean y se recrean constantemente, sin que sea posible atarlas a eso que ingenuamente definimos como objetividad.