¿Qué puedo decirte, Julio? Estas cosas pasan, y vos lo sabés mejor que yo. Uno agarra un pasquín cualquiera, de esos que se publican en algunos barrios, esos que se reparten gratis, o se dejan sobre una mesita para quien quiera se lleve un ejemplar, y después ese pasquín duerme el sueño de los justos en medio de una pila cada vez más alta de papeles. Hasta que un día (porque siempre llega el día, Julio, y vos lo sabés mejor que yo) uno descubre con un dejo de tristeza que ya es impostergable el momento de comenzar a hacer bajar de algún modo esa pila, y con un poco de pereza agarra un papel tras otro, para revisarlo levemente antes de botarlo a la basura, que ese es el triste destino de los pasquines barriales y otros papeles de similar naturaleza.
Pero entonces sucede (porque estas cosas también pasan, Julio, y a esta altura seguro que ya sabés que vos lo sabés mejor que yo) que por ejemplo uno va al baño, munido de un algunas de esas hojas, para entretenerse con algo mientras tanto, que después de las bibliotecas y los bancos de algunas plazas (o incluso antes que los bancos de las plazas, si lo pensamos mejor, o acaso todo dependa del día y del estado de ánimo) no hay recinto mejor que el baño para una buena lectura. Y en eso anda el hombre, descartando más que rescatando, cuando de repente.
Es como un golpe en la frente. Vos mismo lo hubieses dicho de este modo, y me refiero a descubrir ese recuadro perdido, con un poema tuyo, y seamos sinceros, que poco importa que haya sido tuyo el poema, sino que es el poema en sí mismo lo que importa. Y uno sentado allí, como un estúpido en el baño, con ese papel en la mano, preguntándose cómo es posible que haya estado a punto de tirar esto a la basura, me hubiese perdido estas palabras, intentemos fijarlas de algún modo, por ejemplo copiándolas en otro pasquín (pasquín virtual éste, Julio, que en tu tiempo no los había, aunque básicamente nada ha cambiado demasiado, podés creerme, todo es diferente ahora, pero sigue siendo básicamente lo mismo), cosa que haré en este mismo instante, inmediatamente luego de despedirme y desearte que estés muy bien, allí donde te encuentres.
Y el poema dice:
Para leer en forma interrogativa
Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
(Julio Cortázar, de Salvo el crepúsculo)