Algo curioso está pasando en el mundo virtual. Algo que, conforme pase el tiempo, sólo puede profundizar sus efectos. Ya van varias veces que Facebook me sugiere como contactos a quienes, por cierto, por más que quieran, o hubiesen querido aceptarme, ya no podrán hacerlo. Y esto es algo que cada vez sucederá más a menudo. Quiero decir: la gente se va de este mundo, de risas y de lágrimas, pero permanecen aquí los perfiles que crearon en vida en las redes sociales. Y casi como si fuesen santuarios la gente entra (entramos) y se siguen escribiendo allí cosas. Y en definitiva parece que estamos ante fantasmas, que se resisten a irse del todo, o que acaso nos recuerdan de este modo lo que fueron cuando todavía estaban vivos.
¿Habremos encontrado al fin un sucedáneo virtual para la inmortalidad? ¿O será este un modo de recordarnos, quienes ya no están, que también nosotros somos mortales?
De todos modos, de continuar sin cambios este proceso, lo curioso es que de aquí a doscientos años, si es que para entonces las redes sociales en Internet permanecen sin mayores cambios, en este universo de lo virtual seremos más los fantasmas que los propios vivos. Y conste que, proyección a futuro mediante, ya me he incluido a mí mismo, sin mayores resistencias, en el otro bando.
Saludos, entonces, a mis nietos, y también a los nietos de mis nietos, si alguna vez llegan a pasar por aquí. Y por si acaso dejo constancia de mi declaración de haber hecho siempre lo mejor que pude, incluso cuando ello pueda parecer algún día no haber sido suficiente.