En ese momento uno se encuentra todavía en el exterior del edificio, de manera que podría suponerse que la indicación resulta suficientemente clara. Sin embargo, entre paréntesis, alguien se ocupó de añadir debajo, como por las dudas: "(HACIA AFUERA)".
Cinco horas más tarde, habiendo cumplido con mi trabajo, al retirarme del edificio, la lección se repite: "EMPUJE", dice ahora el papel. Y una vez más, con actitud precavida, alguien se ocupó de aclarar: "(HACIA AFUERA)". Entonces pienso: si estoy adentro y voy a empujar, tal como indica el letrero, no hay manera de hacerlo sino hacia afuera. Sería imposible empujar hacia adentro. Pero enseguida comprendo que ese cartel es fruto de una repetida experiencia: la de ver gente confundiendo el "tire" con el "empuje", peleando a brazo partido y de manera infructuosa con la pobre puerta, pretendiendo que gire hacia donde sus goznes no lo permiten.
Y esta es, entonces, la referida lección: por más claro que sea un mensaje, por más evidente que te parezca una situación, nunca supongas que el otro ha de entender con la misma claridad. Tu lucidez no afecta en nada la eventual falta de lucidez del otro.
Quizás no esté de más señalar que si esto sucede con algo ¿tan básico? como un cartel de tire/empuje, no resulta difícil imaginar lo que ocurre a nivel de mensajes y sucesos tanto más complejos. Incluso cuando esta última afirmación tampoco tenga una validez universal, justo por lo que ha sido dicho previamente.
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