Observo el cadáver de una araña. No, no he sido yo quien la ha matado. Se ha ahogado, por su propia cuenta, al caer en una pileta. Yo solo he sacado el cadáver del fondo. Lo he hecho, por supuesto, con un extenso palo que en su extremo tiene una red, que sirve para estos fines. Aunque las arañas tienden a encogerse cuando mueren, es evidente que este animal ha sido de gran tamaño. Me sigue dando impresión, lo confieso. Incluso cuando ahora en realidad yo no es más una araña, propiamente dicha. Intento ver ese cadáver como lo que es: apenas un montón de moléculas; materia inanimada. Pienso que hasta sería posible atreverme a tocar ese cuerpo sin que pasara ninguna de las cosas que podrían suceder de tratarse de una araña viva, como que me picara, que se me treparse, que se moviese o hiciera cualquiera de las cosas que suelen hacer las arañas cuando están vivas. Quiero decir: aunque lo parezca, lo que estoy viendo ya no es una araña. Es simple materia inerte que eventualmente volverá a integrarse como un compilado de sustancias químicas al medio ambiente.
Por supuesto, no cedo a la tentación; me resisto a tocar ese cuerpo. Llamalo asco, impresión o como quieras. Pero entiendo mi propio planteo. Un planteo que me lleva de un lado a otro, durante un rato, hasta que, inevitablemente, surge la pregunta: ¿No sucede acaso lo mismo con el cadáver de un ser humano? Y por ende, ¿no sucederá acaso lo mismo conmigo, con mi propio cuerpo, cuando llegue la hora ineludible de mi deceso? Me doy cuenta de que hay cierto conflicto entre la idea de ser uno mismo y el reconocimiento del cuerpo propio. Son dos realidades en cierto sentido distintas y, sin embargo, idénticas. No es posible pensar la primera en ausencia de la segunda, aunque tal vez sí al revés. Como este cadáver, de una araña que ya no es una araña, del mismo modo habrá un día en que mi cuerpo ya no sea yo. Los restos de mi cuerpo. Restos inertes, inanimados. Sin vida. Sin ánima. Sin mí.La pregunta, entonces, la que queda sin respuesta, es qué es exactamente esto que cada uno de nosotros ha aprendido a identificar con la palabra "yo". Es curioso esto de ser y no tener, al mismo tiempo, una idea acabada de qué cosa uno está siendo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario