Cada tanto ocurre (siento que últimamente pasa con mayor frecuencia, quizás por razones estadísticas relacionadas con mi propia edad) que fallece alguna persona con quien mantenía relación en redes sociales (redes sociales digitales, deberíamos aclarar este aspecto). Se me presenta entonces el dilema, en cierto sentido ético, en cierto sentido espectral, de qué hacer con el perfil de ese usuario. Por lo general la solución que he implementado es eliminarlo, si la relación con la persona en cuestión no había sido demasiado cercana, y mantenerlo en caso contrario, quizás para recordarme la fragilidad que caracteriza esto que somos. De esta manera he logrado que el listado de mis contactos no se convierta en un cementerio, pese a lo cual el número de fallecidos tiende a subir año tras año.
Cada tanto, cuando llega la fecha en que hubiese sido el cumpleaños de alguna de esas personas que ya no están, pero cuyo perfil he decidido mantener, sucede que algún despistado le envía un mensaje de salutación, que puede ir desde un saludo más o menos formal a un entusiasta “¡Por muchos años más de vida!”. En estos casos siempre me digo que el saludado habrá sido, para quien lo saluda, alguien lo suficientemente importante como para dedicarle los veinte segundos de tiempo que acaso lleva escribir y enviar esas palabras, pero no tanto como para haberse enterado de que esa persona ha muerto hace cuatro años.
Se me ocurre entonces que no debe ser algo tan difícil programar un asistente informático que responda los saludos de cumpleaños que mi perfil pueda recibir cuando yo ya no esté, para dar la ilusión de que sigo vivo. Se me ocurre también que tampoco ha de ser tan difícil programar un asistente similar para que le mande saludos a todos mis contactos el día de sus respectivos cumpleaños. Pienso luego que con una inteligencia artificial generativa hoy ya es posible que estos saludos tengan sus respuestas, que estos perfiles mantengan comunicaciones automáticas. Y que quizás dentro de quinientos años las redes sociales digitales se hayan poblado de fantasmas que se saluden y agradezcan y conversen entre sí, ya en ausencia de todas las personas de que alguna vez crearon esos perfiles.
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