martes, julio 18, 2023

El barco de Teseo

Menciona Plutarco, en sus "Vidas paralelas", el curioso caso del barco de Teseo, aquella nave de treinta remos, que los atenienses conservaron con cuidado y dedicación a lo largo de los años, quitando cada una de las maderas gastadas para ir poniendo en su lugar maderas nuevas, hasta que del barco original no quedó ninguna, dando tema a los filósofos para que discutiesen durante siglos y en vano, si de llegar a alguna conclusión se trataba, defendiendo unos la idea de que pese a todo seguía siendo aquella la misma nave en que había navegado Teseo, y otros que en realidad ya no lo era.

En verdad el caso en cuestión de curioso no tiene nada, aunque la pregunta continúe teniendo su interés, precisamente porque no tiene una respuesta definitiva. Todo será cuestión de creer o de reventar, como suele decirse. O de darle la preminencia a la sustancia o a la estructura. Nosotros mismos cambiamos nuestras células de manera permanente, algunas con mayor velocidad, otras más lentamente, pero a pesar de ello hay una estructura, una identidad, que parece permanecer incólume. O quizás no tanto.

Yo recuerdo haber leído en algún libro una relación entre el barco de Teseo y la identidad del ser humano, cuyo cuerpo envejece y se regenera a un mismo tiempo, que construye sus memorias sobre lo que va olvidando, un poco porque así lo elige a cada paso y otro poco porque los recuerdos son como agua que se escurre entre nuestros dedos. ¿Quién será esa persona, a quien ya no reconocemos, que aparece a nuestro lado en esa vieja fotografía desde la cual nos sonríe el niño que alguna vez fuimos?

Lo cierto es que ya no recuerdo cuál era el título de aquel libro leído, lo cual me pone en la incómoda imposibilidad de no poder releerlo. No recuerdo el nombre de su autor (¿sería Umberto Eco?... ¿José Saramago?...). Y sobre todo no recuerdo si quien lo leyó sería legítimamente la misma persona que escribe ahora estas líneas. Pero entonces me pregunto qué sentido tiene, por ejemplo, sostener una culpa por algo sucedido en el pasado, por algo que hizo ese uno que hoy ya es otro. O qué pasó con los sueños, con las promesas, con las esperanzas, con los amores de antaño, con los enojos, si somos, como aquel barco de Teseo, lo mismo que el propio Teseo y lo mismo que usted que está leyendo estas palabras ahora, siempre los mismos y siempre otros diferentes a un mismo tiempo, al punto de que ya no sepamos nada de nosotros, excepto que somos esto: un devenir.

Y de repente recuerdo esto que sigue, apenas una frase leída en el muro de una red social, que me impactó lo suficiente como para rescatarla del mar de palabras e imágenes que es internet, ese símil de la biblioteca infinita que imaginara Borges, en la cual la mayor parte de los libros no tendría ningún sentido: "Hoy me acordé de algo, pero no estoy seguro de haberlo vivido". Una frase que sin duda encierra más sabiduría que muchas bibliotecas que, quién sabe, acaso ya no recuerdo haber leído.

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