lunes, julio 17, 2023

Sueño 230716

Anoche soñé que estaba en un lugar que tenía una enorme pantalla en el techo, algo así como un televisor gigantesco suspendido en lo alto, aunque acaso estuviese en una pared, o cubriendo todo lo que alcanzaba a verse. Lo cierto es que era una pantalla de altísima definición, donde podían verse unas presentaciones fotográficas y unas animaciones en video que asombraban por su calidad extraordinaria. Más real que la realidad misma, podría decirse, y la expresión tendría su porción de justicia. Una música de corte electrónico, con un beat bien marcado y excitante, acompañaba las evoluciones de aquellas imágenes. Todo muy high end, ultra high definition. Todo muy cool. Yo miraba, aquí y allá, fascinado por los colores, la música, las luces, las formas en movimiento. En un momento saqué mi celular y grabé un poco de todo aquello que veía a mi alrededor. Un gesto contemporáneo de lo más común, cuando uno desea testimoniar algo. Después me desperté. Sentí de inmediato el regusto de una frustración marcada por la intuición de la imposibilidad. Vos dormías a mi lado. Debo haberme movido, o tal vez dije algo, todavía en medio de mi propia somnolencia, porque me preguntaste si estaba bien, si pasaba algo. Quise contarte los detalles de lo que acababa de soñar, para compartirlos, o para que no se desvanecieran. Pero dudé un instante, y enseguida noté que ya dormías de nuevo. Desvelado, me estiré para agarrar mi celular, para ver qué hora era. Debo haber tocado algo sin querer, porque comenzó a reproducirse un archivo, y entonces lo escuché. Aunque pareciera imposible, había quedado grabada una parte de la música de mi sueño. Era apenas un segundo de sonido, justo al final del audio, antes de que se cortara el archivo abruptamente. Pero intuí con felicidad que esa señal revelaba que podía haber algo más. Un puente entre el mundo de los sueños y el de la vigilia. Una dimensión hipnagógica, permeable, que conecta y comunica un mundo con el otro, el más allá con el más acá; quizás incluso la vida y la muerte. Entonces sí, quise despertarte, para que vieras lo que yo veía en mis sueños. Comprendí que esa sería la intimidad más absoluta que pudiese haber entre vos y yo. Quise hablarte, decirte, mostrarte las imágenes y los colores, las formas en movimiento, pero tenía que hacerlo sin despertarme, para que no se desvaneciera lo que veía, lo que escuchaba. Por supuesto, la idea de grabar todo aquello, para después llevarlo de un reino al otro, parecía ser de lo más razonable. Por supuesto, al final no pudo ser. Muchas veces me despierto en sueños, o sueño que me despierto, cuando en realidad sigo soñando. La incertidumbre, cuando eso me sucede, puede proseguir durante varias horas, después del despertar definitivo. La duda, que ya planteara Calderón de la Barca, al pensar el frenesí de la vida misma no más que como una ilusión, una sombra, una ficción. Que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

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