lunes, agosto 14, 2023

Argentina, 1933

Ayer fue día de elecciones en Argentina. Hoy, en las redes sociales, muchos de mis contactos repiten como un mantra aquella famosa frase de Antonio Gramsci:

"El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos".

De monstruos se trata, ciertamente. Se percibe una preocupación sincera, muy parecida al miedo, en un amplio sector de la ciudadanía. Un sector que, al margen de su posicionamiento político, uno de inmediato identifica con cierta capacidad reflexiva que se opone a la fuerza inercial del bruto impulso.

Nadie se atreve a matizar este clima con aquello de que la democracia no es perfecta, pero al menos sí el menos imperfecto de los sistemas políticos. Es que un sistema político capaz de gestar la destrucción de su propia esencia está atravesado por un problema muy grave. Me pregunto qué cosas pensarían los ciudadanos de la Alemania de 1933 cuando en las elecciones de aquel año sembraron el germen de lo que sería el nazismo.


Salgo a la calle. Me da la sensación de que la gente se mira de reojo, con desconfianza. ¿Acaso esa persona con apariencia normal será también partidaria del monstruo? ¿Deberé cuidarme de ahora en más las espaldas cuando esa persona esté cerca? 

El monstruo no es una persona; es bueno tener este concepto en claro. El verdadero monstruo es la sociedad enceguecida, en su conjunto, desintegrada, capaz de entregar su humanidad a cambio de ser vengada en su enojo. Es probable que no todos los votantes de Hitler, hace poco menos de un siglo atrás, hayan sido personas perversas. Muchos lo habrán votado ingenuamente, como un modo de expresar su indignación con un entorno político que les parecería indignante. Sin embargo, no podían imaginar el horror y la degradación que llegarían más tarde.

En Argentina hemos conocido épocas oscuras. Recuerdo los tiempos de la dictadura militar que rigió los destinos del país entre 1976 y 1983. Pero entonces se trataba del poder dictatorial de una minoría que sojuzgaba a una mayoría por medio de las armas. Hoy se trata, por el contrario, de una mayoría encantada con la idea de encumbrar en el poder político a quien promete dar lugar a una terrible anarquía social que se traducirá en el sufrimiento de miles y miles de personas, como si nada de eso fuese realmente importante.

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