miércoles, agosto 02, 2023

Que la verdad no arruine una buena historia

Leo en un muro de Facebook una historia. Vaya uno a saber si verídica o apócrifa. La historia en cuestión era bonita, pero no viene a cuento aquí, porque busco poner el foco en otra cosa. Al final del relato, a modo de cierre, una frase tangencial le ponía un broche de oro al asunto: "Que la verdad no arruine una buena historia". En ese instante retumbó un trueno a lo lejos. Mi instinto me alejó de inmediato de lo narrado para poner el acento en esta frase. En el enfrentamiento entre la verdad y lo verosímil, entre la verdad y la belleza. En decidir en cuál de estas dimensiones es preferible colocar el empeño. Una verdad puede ser increíble, o intrascendente, cuando no desagradable. Algo verosímil puede no ser auténtico. Pero un relato hermoso posee una fuerza que está más allá de esos detalles. Y sacrificar esa belleza puede ser un gesto ingrato. No, no estoy hablando de mentiras. Una mentira es otra cosa. Cuando uno cae en una mentira queda embarrado, en el mejor de los casos. Aquí hablamos de belleza, y donde hay belleza no puede haber cosa mala. O tal vez sí, o quizás allí radique la diferencia con la mentira. Poque incluso si no fuese cierta, una buena historia siempre deja algo positivo. Algo que --digamos todo-- no siempre sucede con las verdades.

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