miércoles, diciembre 30, 2020

Legalidad

Hubo tiempos en los cuales
matar negros, judíos, cristianos,
homosexuales, disidentes, esclavos,
enemigos, indígenas, diferentes,
estuvo avalado por la ley,
por las buenas costumbres
y por el Estado.
Sin embargo
matar siempre ha sido,
es y será lo mismo.
Un acto acaso repudiable,
o bien un gesto intrascendente,
parte de la propia naturaleza humana.
Que cada quien decida,
pero no nos engañemos:
Legal o ilegal
es probable que interrumpir una vida,
cualquiera sea la circunstancia,
sea siempre un homicidio.
Un gesto común, sin ninguna trascendencia. 
Después de todo
quién no ha cometido un crimen
alguna vez, en el curso de
su breve existencia.

lunes, diciembre 07, 2020

Dios nos libre de quienes

Dios nos libre de quienes hablan en su nombre.
Amén. Y vuelvo a decirlo para que
en la medida de lo posible quede claro:
Dios nos libre de quienes hablan en su nombre
y de quienes ven dioses por todas partes
y de quienes no son capaces de verlos
en ninguna circunstancia. Amén.

Que tan pernicioso es quien afirma
como aquel otro que niega, sin tener en
ninguno de ambos casos mayor fundamento.

Dios también nos salve de la corrección política
y de quienes gozosos castigarían al blasfemo,
y de las personas pretendidamente santas
que juzgan y condenan a quienes adoran
dioses distintos de los que señalan ellos,
y ni hablar de quien tenga el mejor tino
de no adorar a ninguno. Amén.

Que si Dios en verdad llegase a existir
bastante justo sería dudar que necesite
de tantos mediocres intermediarios.

Dios nos proteja de quienes inventan a Dios
y prostituyen más tarde su Santo Nombre
justificando con él todo tipo de miserias
nacidas de lo más perverso del hombre.
Pero por las dudas que Dios también nos guarde
de quienes por más que lo intentemos
jamás hemos conseguido creer en El.

En otras palabras:
Que alguien salve a Dios,
que nosotros ya estamos jodidos.

sábado, diciembre 05, 2020

Sueño 201127

Yo que he viajado tan poco en mi vida, sueño que estoy en una estación de radio en Perú. ¿Será realmente Perú? También podría ser Ecuador, o algún otro país latinoamericano. Lo cierto es que sin darme cuenta entro al estudio en el momento más inoportuno, lanzando una frase en voz alta justo en el momento en que el micrófono queda habilitado. Un par de mis palabras llegan a filtrarse al aire, estoy seguro. Nada grave, pero enseguida el conductor de turno decide divertirse a costa de mi error, y me presenta a la audiencia como un profesional del medio. Sin decirlo abiertamente, destaca de esta manera mi error de principiante. Esto me resulta evidente: la mirada y la sonrisa socarrona que me dedica no dejan lugar a la duda. Me hace entonces una pregunta, dándome el pie para que hable... ¿Sobre qué quiere que hable? No tengo la menor idea. Por más que me esfuerzo, no comprendo lo que dice. Le pido entonces que me repita la pregunta. Lo hace, pero es inútil. Lo escucho hablar, y sin embargo el sentido de lo que dice se me escapa por completo. Comprendo, por el contrario, que lo inesperado y absurdo de la situación lo está fastidiando. 

Decido entonces contar al aire que vengo de la Argentina, donde se habla un castellano mucho más abierto, y explico que cuando hablo en radio puedo poner una voz más cálida, o más distante, y mientras digo estas cosas voy modificando mi manera de expresarme, ejemplificando así cada supuesto. Remedo también el modo de hablar peruano (¿o será ecuatoriano?) y luego muestro mi propia manera cotidiana de conversar, destacando en particular las vocales, bien abiertas...

Ahí veo que la expresión de mi colega cambia. Acaba de comprender por dónde viene el problema. Los dos hablamos castellano, pero eso no alcanza para que podamos entendernos, porque son dos castellanos muy diferentes uno del otro. Para que la idea quede aun más clara, cuento entonces algo que he vivido en un viaje anterior, en el cual sucedió algo similar. Refiero que en aquella ocasión, habiendo sido parte de una comitiva en un país del Medio Oriente (alguien me señala que debió ser en los Emiratos Arabes, y yo le doy la razón para no discutir, pero en realidad pienso que más bien debió haber sido en un país como Siria o Irak), el inglés que se hablaba allí era muy diferente del que manejaba nuestra intérprete. Añado que en aquellos países un error de interpretación era sin duda potencialmente más grave, al punto de poder costarle la vida a alguien, por todo el asunto de las teocracias y el terrorismo.

Me preguntan cuántas personas habíamos sido en aquella comitiva. Respondo que unas cincuenta y cinco. Y me escucho decir que por fortuna eso había sido unos meses atrás, justo antes del inicio de la pandemia. De lo contrario quizás no hubiésemos podido emprender el regreso. Y tengo recuerdos de aquel viaje...  Pero me doy cuenta de que esos recuerdos son cada vez más vagos. Entonces comprendo que estoy soñando, y que ese viaje al Oriente no ha sido sino un sueño que he tenido antes. Y que en ese instante, en el contexto de mi sueño, estoy soñando el recuerdo de un sueño anterior. Y entonces me despierto. Pero no logro sacarme de la cabeza ese extraño encadenamiento onírico, parecido a un juego de muñecas rusas. 

Pero eso no es todo, pues ahora mismo, mientras escribo estas palabras, recuerdo también un balcón lleno de plantas, y en él a una muchacha que es bruja -de las buenas-, aunque ella mismo todavía no termina de asumirlo. Y yo sé que algo terrible está por suceder, y que ella podría salvarnos, si tan solo recordara que es una hechicera, y me pregunto de qué sirve tener poderes si uno no es consciente de tenerlos. Y nada de esto sucede ni en Perú, ni en Ecuador, ni en Medio Oriente. Es apenas otro nivel en esta serie de muñecas, una dentro de la otra, y puede que alguien esté contando la historia de esta chica en un programa de radio, y así es como cada muñeca se esconde en el interior de una más grande, y contiene a su vez otras mamushkas más pequeñas, en un número incomprobable.

Y yo me pregunto entonces si ahora mismo no estaré soñando que escribo estas palabras. Ojalá no sea solamente un sueño, porque me gustaría poder incluir todo esto en un futuro libro sobre mis fantasías oníricas. Aunque quién sabe si quizás, incluso estando ahora mismo despierto, también mi libro y esto que usted y yo llamamos la vida no sea en definitiva más que otro sueño, uno del cual despertaremos en algún momento, dentro de algunos años, muchos o pocos.