martes, agosto 31, 2021

Imposible hazaña

Quisiera escribir un poema triste.
El poema más triste y desolado
que nadie haya escrito jamás,
con versos cargados de angustia,
desconsuelo y soledades,
y quebrantos y añoranzas.
Quisiera dejar en esas líneas
-pocas, humildes, escuetas-
todo el dolor que sea posible
encerrar en unas cuantas palabras.
La confusión y el desconcierto,
mis traiciones y los espantos.
Para ya no ser quien deba cargarlos.
Porque ya estoy cansado.
Desearía poner todo eso fuera de mí,
en una hoja de papel, o en una pantalla.
En palabras que estén fuera de mi alma.
Hay días en que lamento tanto
ser un horrible poeta
incapaz de semejante hazaña.

lunes, agosto 30, 2021

Sueño 210830

Entro al Teatro Colón. Aunque en realidad no entro yo; aunque sí... Empecemos de nuevo: se ha filmado una película en el Teatro Colón. Una película de acción, con policías, patrulleros y soldados vestidos con uniformes de camuflaje. Yo estoy viendo esa película, pero al mismo tiempo me encuentro adentro de la acción. De hecho pienso que estoy exactamente en el lugar que ocupó en su momento el camarógrafo. Veo lo que vio el ojo de la cámara. En este momento, concretamente, observo la espalda del soldado que avanza justo delante de mí. Hay un auto de policía que se acomoda a un costado. Pienso en los pisos del teatro, si no se habrán arruinado con el ingreso de los vehículos, que de algún modo han accedido hasta el hall de entrada. A quién se le ocurre usar una sala de conciertos como el Colón para esto, me pregunto. 

Me distraigo observando los fastuosos techos del edificio. Me doy cuenta de que de alguna manera me estoy resistiendo a seguir el punto de atención que quiso imponer el camarógrafo, y siento un impreciso agrado hacia mi gesto de rebeldía. Procuro entonces probar algo más arriesgado: intento desentenderme por completo del punto de vista de la cámara. Quiero desplazarme por el lugar librado a mi voluntad. No seguir los pasos guionados, esos que marcó en su decurso la cámara, sino elegir mi propio punto de vista. Hacer mi propia exploración de aquel espacio. Curiosamente consigo hacerlo. Primero amago un par de veces ir por un lado para luego terminar yendo por otro. Hasta que al fin me despego por completo de los soldados y la película, para perderme por un costado. Cambia la historia: ahora se trata de mi propio guión, el que yo defino.

Elijo centrar mi atención en algunos personajes secundarios que deambulan por allí, que a partir de mi voluntad se convierten de pronto en principales. Escucho conversaciones ajenas, fijo mi atención en cosas que de no ser por mi caprichosa mirada acaso no tendrían ninguna entidad. Me siento al costado de una mesa redonda. Se acerca la chica encargada de servir y me pregunta qué puede ofrecerme. Le digo que no tengo plata, que me estoy soñando y que no tengo ni una moneda en mis bolsillos. Lo gracioso es que tengo conciencia de soñarme unos pantalones con unos bolsillos; no sé por qué no se me ocurre soñar de paso unas monedas, y listo. De todos modos ella me dice que no importa y me trae un café, que bebo con agrado. En ese momento una niña que pasaba cerca se suelta de la mano de su madre, se detiene delante de mí, me observa y luego me saluda. La miro durante un instante y entonces le digo: "Acordate de este momento. Estás viendo al hombre que te soñó, mientras se sueña a sí mismo."

Me despierto.

sábado, agosto 28, 2021

Decime cómo se hace

Decime cómo se hace
para hacerle llegar una carta
a quien ya no está más en el mundo.
Cómo hago para contarle, por ejemplo,
que ayer por fin me compré una cama
después de siete años de dormir
con el colchón sobre el piso.
Que las cosas están bien.
Que todos los días te extraño.
Ya ves, al final te hice caso.
Tengo una cama y heladera,
y como todos los días.
Contame cómo estás vos.
Adónde estás vos.
Cómo son las cosas cuando
todo deja de ser.
Si así como hay un pasado
y existe un presente
hay algún posible reencuentro
cuando el tiempo deja de ser tiempo.

viernes, agosto 20, 2021

Acandamos

Cómo estás, pregunta alguien
No sé si me lo pregunta a mí
O si es pregunta, nomás
Pregunta de rigor,
de repetición,
de cotidiano ritual.
Es bien sabido:
Hay que preguntar "cómo estás"
Y luego es menester añadir
algo acerca del clima
o cualquier otra intrascendencia.
Busco palabras
Porque de ritual o no
Me han preguntado a mí
Y quiero responder
Algo un poco más sincero que
el tradicional "acandamos".
Sin pensarlo mucho me sorprendo
al escucharme contestar:
Anímicamente descalibrado.
Definitiva respuesta.
Acorde a los tiempos que corren.

Descalibrado
Desregulado
Desajustado
Desarmado
Desmontado
Desconcertado
Distorsionado
Desequilibrado
Pero no desmoronado
Y eso es lo que importa.

Sueño 210818: El hombre que se parecía a Al Pacino

La conversación giraba en torno de un par de actores de Hollywood. No logro precisar ahora quiénes, pero quizás tampoco lo hice durante el sueño. De todos modos la charla se disolvió cuando encaramos la escalinata de acceso al edificio. Adentro, la imponente arquitectura remitía a un palacete de principios de siglo XX, con techos altos y una gran escalera de mármol dispuesta en forma de caracol, que subimos en medio de una sensación de tensión creciente. Me di cuenta de que en uno de los salones, a pesar de lo inadecuado de la hora, iba a tener lugar una reunión. También supe que me estaban conduciendo hacia ella. Saludé cortésmente a un par de personas al entrar al salón. Alguien a quien conocía de vista me dirigió la palabra: "Serain, usted también por aquí". Le respondí con un dejo de fastidio: "Así parece. No tengo idea del motivo, pero aquí estamos". En realidad mentía: tenía una vaga idea de para qué estábamos allí y también de lo que iba a suceder. Y no era nada bueno.

En el salón ya estaba presente nuestro anfitrión, un hombre de unos cincuenta años, con una fuerte presencia, que perfectamente podría haber ocupado el lugar de Al Pacino en la película El abogado del diablo. El mal estaba encarnado en él. 

El-hombre-que-se-parecía-a-Al-Pacino lanzó una mirada fugaz hacia donde yo estaba y me dedicó una sonrisa burlona. Los dos sabíamos por qué nos encontrábamos ahí. Acaso éramos los únicos en ese salón que teníamos conocimiento de la verdad. En ese salón estaba por definirse el destino del mundo. En ese salón ominoso, con su enorme mesa y sus paredes cubiertas de cuadros, en uno de las cuales pronto se iba a concentrar la atención de todos los presentes. 

Fue en ese momento cuando el-hombre-que-se-parecía-a-Al-Pacino tomó la palabra. Se excusó por lo repentino de la convocatoria, agradeció la presencia de todos y explicó la importancia de lo que se iba a revelar en  unos instantes más, aunque no dijo -claramente no lo dijo- que era el destino de la humanidad lo que estaba en juego. Tampoco reveló -eso el mal jamás lo hace- los oscuros intereses por él representados. Hubo, como suele suceder en estas ocasiones, un elaborado disfraz de frases hechas.

Como remate a su breve discurso, el-hombre-que-se-parecía-a-Al-Pacino dijo que anunciaría el nombre de quien sería el responsable de contarnos la gran sorpresa que nos tenía reservada. Y coronando sus palabras con un gesto teatral innecesariamente ominoso, señaló uno de los cuadros que adornaban la sala al grito de "¡Matisse!". Una joven que hasta entonces había permanecido apartada se acercó y descolgó el cuadro, dejando a la vista una gran caja fuerte empotrada detrás. Me llamó la atención el aspecto particularmente provocativo de la mujer, como si todo fuese parte de una cuidada puesta en escena. Mientras el-hombre-que-se-parecía-a-Al-Pacino abría la caja fuerte, me detuve a observar el cielorraso: como si de una Capilla Sixtina profana se tratara, el techo estaba decorado con una pintura no figurativa. Imaginé que también podía ser un Matisse, pero si en el lienzo predominaban los azules, la pintura del techo estaba repleta de tonos rojizos, repartidos en trazos agresivos.

El-hombre-que-se-parecía-a-Al-Pacino sacó de la caja fuerte algo envuelto en papel de diario. Intuí el paso de manos de un maletín repleto de dinero, pero mi atención estaba concentrada en ese paquete que lentamente se fue desenvolviendo hasta convertirse, como por arte de magia, en un periódico que señalaba la compra del piano que había pertenecido a Chopin. "¡Voilà!", fue todo lo que dijo, dedicándonos a todos una enorme sonrisa maligna y una mirada gozosa y al mismo tiempo fatal.

Supe lo que seguiría, como si hubiese estado leyendo el guión de una película de la cual yo mismo era un actor principal: la gente se iba a ir retirando, hasta que en el salón solo quedáramos los dos antagonistas de este relato: el-hombre-que-se-parecía-a-Al-Pacino y yo. Entonces, en un acto de rebeldía, antes de que se acallara el último aplauso, abandoné aquel salón primero que nadie, y me apresuré a salir también del edificio, al medio de la noche. Imaginé la sorpresa del malvado sujeto al buscarme con la mirada, desconcertado ante ese repentino cambio de planes que acababa de tener lugar justo frente a sus narices.

Más tarde, ya despierto, comprendí que el sentido de este sueño probablemente se concentre en mi decisión de haber roto un guión que yo sentía planteado de antemano. Sin embargo, lo cierto es que esa decisión me dejó durante un buen rato envuelto en la pregunta de cómo se relacionaba el hecho de que aquel demonio hubiese adquirido el piano de Chopin con el fin de la humanidad. Y que mi despertar me encontró solo en medio de la calle, sin saber qué hacer o qué hubiese pasado de haberme quedado a confrontar a aquel demonio, tal como había sido escrito. No esperen una moraleja: esto no es una fábula, sino apenas el relato de otro sueño.



lunes, agosto 16, 2021

El que espera...

 "Al haber perdido la esperanza porque dios ha muerto, la espera se torna intolerable", sugiere el entrevistador. Y enseguida añade otra idea: que el hecho de no soportar la espera está relacionado íntimamente con el surgimiento de la angustia. 

La entrevistada se llama Diana Sperling. Podríamos decir de ella que es ensayista o pensadora, si no fuese porque de alguna manera todos estamos ensayando todo el tiempo, y también pensando. Dejemos las disgresiones de lado por una vez.

Ella niega: dice no estar segura de si la angustia puede curarse con la acción. No lo dice ella, pero yo pienso entonces que quizás la acción sirva al menos para atenuar la angustia, para distraernos de ella. Aunque no la cure. Algo así como una ilusión. Pienso también que si todo en la vida supone una acción (nacer, comer, amar, dormir, pensar, defecar), de alguna manera la vida entera podría ser vista no más que como una ilusión.

Finalmente Sperling termina señalando que "no poder esperar que los procesos hagan lo suyo -no lo dice, pero "lo suyo" en definitiva es matarnos- es la parte nefasta". Que esa resistencia a la espera produce aun más angustia. Y que, como no soportamos la angustia, nos lanzamos a la carrera para taparla. 

Me pregunto entonces si en lo más parecido al no hacer, en la contemplación de la lluvia, del cielo, de unos ojos o de una puesta de sol, no habrá más verdad que en tantas vanas carreras.

Enlace a la nota en cuestión.

sábado, agosto 14, 2021

02:00 P.M.

Eran las dos en punto de la tarde.
A las dos en punto de la tarde
el reloj hizo sonar su alarma,
justo antes de caer al agua helada
para hundirse sin remedio;
Tras lo cual -por supuesto-
dejó de contar las horas.
Un niño observó la escena en silencio.
Tomó algunas palabras y un lápiz
y luego narró lo acontecido en un cuaderno;
Tras lo cual -por supuesto- el tiempo
continuó su marcha, implacable.

viernes, agosto 06, 2021

Tu mirada

Quereme
Por favor quereme
Por qué esta cruel letanía
Acaso no tengo el amor que necesito
Desde dónde arrastro este miedo
De nunca ser suficiente
De nunca alcanzar
De no ser nadie
De no ser nada
Mirame
Por favor mirame
Que necesito ser
Y sin tus ojos no logro encontrarme