sábado, agosto 18, 2012

Manejar con lluvia


Llueve desde hace días. Tantos que casi que ni puedo llevar la cuenta de cuántos van. Pero hoy, regresando a casa en mi auto, redescubro en esa lluvia algo que me llama la atención. "No entiendo cómo podés ver con el parabrisas lleno de agua", solía decirme mi mujer, cuando ella aún estaba aprendiendo a manejar. El comentario me causaba gracia. Yo no podía entender cómo alguien podría dejar de ver a través de un cristal por el solo hecho de que estuviese un poco mojado. Pero hoy, de repente, yo iba manejando debajo de la lluvia, a velocidad moderada, los limpiaparabrisas funcionando, prestando atención, cuando de pronto mi vista hizo foco sin querer en las gotas que iban cayendo por el parabrisas del auto. Automáticamente dejé de ver por un instante todo lo demás. Fue como si de golpe solamente estuviesen allí esas gotas, y nada más allá. Ni los otros autos moviéndose adelante, ni la autopista, ni el asfalto; sólo aquellas gotas, algunas deslizándose, formando pequeños arroyos, otras quietas, inmutables a pesar de estar el auto en movimiento. Por supuesto, aquello en realidad duró apenas un momento, acaso nada más el tiempo que el limpiaparabrisas tardó en encargarse de despejar la ilusión. Un tanto molesto con mi propia distracción, intenté reproducir un par de veces aquel curioso trance, siempre con el mismo resultado: cada vez que la atención se centraba en las gotas, la mirada se empecinaba y costaba ver cualquier otra cosa.

Y de pronto me doy cuenta de que así, de este mismo modo, es como vemos las cosas siempre: uno no ve en realidad lo que tiene delante, sino aquello en lo cual, a veces queriendo y otras veces sin querer, focaliza su atención. Lo demás pasa a segundo plano, se desvanece; nos volvemos medio ciegos para todo aquello en lo cual no fijamos nuestra atención, obsesionados por aquellas otras cosas en las cuales, tantas veces de una manera absurda, nos empecinamos en hacer foco, incluso cuando lo realmente importante suele estar más allá, precisamente en ese fondo fuera de foco que en ese momento se nos escapa, pero que oculta lo que en verdad es importante. Las cosas son, en definitiva, tal como en ese auto, en ese momento en el cual las gotas de lluvia parecían imponerse. Hay ocasiones en que fijamos tan obstinadamente nuestra atención en un miserable detalle que dejamos de ver todo lo demas. El proverbial árbol que oculta el bosque. Pero cuidado, que la experiencia también nos enseña que sucede asimismo al contrario: veces hay en que tenemos las cosas tan delante de nuestros ojos, como esas mismas gotas de lluvia en cuestion, y sin embargo somos incapaces de reparar en ellas, atentos como estamos a otras cosas, como si esas gotas fuesen invisibles, como si no existieran. Así de ciegos somos, a menudo, mientras manejamos por la autopista de la vida. Y no sólo los días de lluvia.

sábado, agosto 11, 2012

El blog va a terapia

En estos días estuve pensando en cerrar este espacio. No por falta de interés, sino debido a otras cuestiones (esos impulsos, que tanto tengo que aprender a controlar, todavía), que no tengo ganas de dejar consignadas aquí. Pero antes de hacerlo (porque ya estoy trabajando en la cuestión esa de mis impulsos, finalmente) decidí consultarlo con Horacio, mi analista. Y aunque él no es precisamente un experto en estas cosas de Internet, le expliqué lo que es un blog, lo que hago en general con él (esto de escribir sobre las cosas que pienso o siento) y mis dudas respecto de cerrarlo. Después de escucharme atentamente, me dio su diagnóstico:

- No creo que sea una buena idea que deje de escribir en ese lugar. Hablar sobre las cosas que nos pasan siempre es bueno. Sea aquí en terapia, con otras personas o compartiéndolo en un blog.

- La famosa cura a través de la palabra, de la que tanto habla el Psicoanálisis.

- Exactamente.

- Pero no "siempre" es bueno esto de contar las cosas que nos pasan, según parece. Al menos a ella le molesta. No que escriba cosas en el blog, sino que escriba cosas sobre ella, y que otra gente pueda verlo.

- Bueno, que otras personas lo puedan ver es parte del sentido de hacer un blog, me parece. En todo caso, ¿por qué no escribe cosas que tengan que ver con usted, y que no tengan que ver con ella?

- ¿Sabe lo que pasa? A esta altura de las cosas, creo que no hay nada en mi vida que no tenga que ver con ella...

viernes, agosto 10, 2012

Memorabila

De repente lo recuerdo. Y lo dejo anotado aquí, para poder volver de vez en cuando sobre esta idea. Hace algún tiempo una persona me dijo que había tenido una idea: había pegado un papel con una leyenda en la puerta de su heladera. Y cada vez que la abría, para sacar o para guardar algo, se obligaba a leerla. La leyenda en cuestión, más que una aseveración, era un desafío. Se trataba de hacer lo posible, día tras día, para que al final de la jornada lo manifestado por esa frase pudiese ser tenido por cierto.

La frase en cuestión decía: "Hoy me gustó ser yo."

¿Seremos capaces de vivir el día a día de manera tal que podamos, cada vez que nos detengamos a pensar en ello, dar por cierta semejante declaración?

miércoles, agosto 08, 2012

Aviso para el eventual lector

Todas las palabras volcadas en este espacio, al igual que cualquier palabra, en cualquier contexto que sea, pero en este caso en mayor grado y medida, puesto que no se ha renunciado aquí al uso de un lenguaje poético y/o figurativo, sino más bien todo lo contrario, ofrecen múltiples interpretaciones según quién, cuándo, cómo y desde dónde se proceda a su lectura. El que estas interpretaciones puedan ser diversas, y en ocasiones hasta opuestas entre sí, no significa que ellas sean necesariamente erradas, pues la contradicción es uno de los elementos que integran la lógica de cuanto aquí se ha escrito. Tampoco significa, y este detalle es de suma importancia, que cualquier interpretación pueda ser tenida por válida, por lo cual se recomienda al eventual lector no atribuirle ninguna intención definitiva al autor de estos escritos, pues éste no se responsabiliza por ninguna interpretación que, de manera consciente o inconsciente, consistente o inconsistente, decida hacerse de la lectura de los textos aquí incluidos, ya sea que se presuponga equivocadamente que el sentido de los mismos es claro y evidente o que, no siéndolo, se ha dado en el clavo con su interpretación.

Muchas gracias.

domingo, agosto 05, 2012

De pronto me pregunto...

¿Acaso habrá alguien a quien le interese algo de todo esto?...

Adioses

Es como una marea negra, que va creciendo por dentro, lentamente, pero sin pausa. Hace tiempo que no se hacía presente, pero aquí está otra vez, finalmente, de nuevo. Es como un monstruo que acecha, sin dejarse ver; un monstruo bestial, de contornos indefinidos, pero peligroso, amenazante, y yo siento este sudor frío que anticipa el desastre. Tengo miedo, y no puedo moverme. Tengo miedo, y vos, ahí afuera, no tenés la menor idea, y eso es lo que más me desespera. ¿Qué va a ser de mí? ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo es posible que a nadie le importe? ¿Que nadie haga nada para que este monstruo se aleje de aquí de una vez por todas? Quisiera poder volver a ser solamente un niño. Lo lamento, lo lamento tanto... De verdad lo digo. Haber llegado hasta aquí sólo para encontrar que no teníamos nada. Y saber que también eso es una enorme mentira. De repente me doy cuenta: este monstruo se llama sinsentido. De eso se trata esta marea negra y cruel y desesperante. Y por supuesto, nada puede hacerse en contra de ella. Tal vez sólo entregarme mansamente, sin ofrecer resistencia, cerrar los ojos, sentir este cálido adormecimiento que de repente me invade, y olvidarme de todo. Especialmente de mí mismo.

Clausuras

No importa lo que haga, ya nada será lo correcto.
Este es el drama que determina la paradoja
y es por esto que decido retirarme.
Ya no tengo más fuerzas para seguir peleando
ni voluntad, tampoco, para resistir.
Lo he intentado todo, y todo ha sido insuficiente.
Ahora sólo me queda esperar que el manto
protector de la noche descienda
y me ampare en su regazo.

sábado, agosto 04, 2012

Espejos

Y si el otro día fue un Borges, hoy con toda justicia le toca el turno a mi amigo Julio. Y otra vez es un poema, que aparece como por arte de magia de la mano de mi hermana. Y otra vez son unas líneas que a lo largo de todos estos años al parecer había ignorado, o acaso olvidado. ¿Para qué nos sirve aprender tantas cosas si a la larga poemas como este se nos escapan? ¿Para qué nos sirve la memoria, si a la larga uno no consigue retener con fidelidad estas cosas para siempre? No importa. Hoy es hoy, y hoy mi amigo Julio (a Cortázar me refiero, claro) dice otra vez, y pocas veces ha sido tan oportuno:

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta,
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.


Lo repito: nunca antes tan oportuno. ¿Te dije que este poema se titula Bolero? Sí, ya sé que eso ahora no importa. Lo que sí importa, date cuenta, es que yo no lo digo en pasado, sino todavía en presente; no seas necia, no perdamos aun este crepúsculo: Siempre fuiste mi espejo. Quiero decir que para verme... tengo que mirarte.

miércoles, agosto 01, 2012

Memorias

Encuentro un verso de Borges, en una entrada de Facebook. No lo conozco. Lo busco y es el final de un poema titulado Cambridge. Como es de esperar, se trata de un bello poema. Me tienta también a mí dejar a mano un fragmento, y lo hago...


Alzo los ojos y los pierdo en el ubicuo azul.
Más allá están los árboles de Longfellow
y el dormido río incesante.
Nadie en las calles, pero no es un domingo.
No es un lunes,
el día que nos depara la ilusión de empezar.
No es un martes,
el día que preside el planeta rojo.
No es un miércoles,
el día de aquel dios de los laberintos
que en el Norte fue Odin.
No es jueves,
el día que ya se resigna al domingo.
No es un viernes,
el día regido por la divinidad que en las selvas
entreteje los cuerpos de los amantes.
No es un sábado.
No está en el tiempo sucesivo
sino en los reinos espectrales de la memoria.
Como en los sueños
detrás de las altas puertas no hay nada,
ni siquiera el vacío.
Como en los sueños,
detrás del rostro que nos mira no hay nadie.
Anverso sin reverso,
moneda de una sola cara, las cosas.
Esas miserias son los bienes
que el precipitado tiempo nos deja.
Somos nuestra memoria,
somos ese quimérico museo de formas inconstantes,
ese montón de espejos rotos.

Pero sí... Definitivamente es ese verso final el que lo dice todo. Somos nuestra memoria, y ella es inconstante, caprichosa a veces, sabia en otras ocasiones, unas pocas acaso, pero jamás objetiva, nunca reveladora de una realidad que inevitablemente estará siempre más allá, en algún otro lugar, vaya uno a saber dónde. Aquí sólo hay, como bien lo ha dicho el poeta, formas inconstantes, un montón de espejos rotos, y otros tantos ingenuos empecinados en creer que así es como realmente han sido algunas cosas.