domingo, julio 29, 2007

La preteridad, ese otro enigma...

Acerca de esa cuestión de especulación interminable -aunque tenga que ver paradójicamente con nuestro propio término- que es el tema de la muerte, señala el científico y pensador alemán Georg Christoph Lichtenberg (1742 - 1799):

"No deja de ser sorprendente que se hable tanto de nuestra posteridad y tan poco de nuestra preteridad, de la etapa previa al nacimiento. Tomar en cuenta aquel tiempo anterior al miedo nos brindaría más información sobre nuestra condición después de la muerte y seguramente tendría más sentido que la actual palabrería sofista. No se debería decir "después de la muerte", sino "antes" y "después de la vida". La lámpara antes de encenderse y después de apagarse."

Es verdad lo que dice Lichtenberg: nuestra vida es apenas un lapso de unos pocos años encerrado entre dos eternidades, antes y después, de las cuales nada sabemos, excepto que son algo diferente de eso que llamamos vida. Así las cosas, no sabemos de dónde venimos, ni tampoco hacia dónde vamos. ¿Qué podríamos saber, entonces, acerca de esto que está en medio de esas dos eternidades? Tal vez en este sentido es que pueda comprenderse aquella frase atribuida a Sócrates, que asegura que en definitiva sólo es posible saber que nada se sabe.

viernes, julio 27, 2007

Inconclusiones I

“No podés ser tan estúpido”, pensó él, y sólo un instante después se dio cuenta de que no sólo lo había pensado, sino que además lo había dicho en voz alta. Ella miró la pantalla, desconcertada. Porque en realidad tampoco lo había dicho él, nos referimos a eso de no ser tan estúpido, sino que lo había escrito en el mensajero de textos de su computadora, apenas vio que ella se conectaba. Así son las cosas en estos tiempos modernos, informatizados, de contactos inmediatos, de mensajes instantáneos, y ya ni siquiera estamos seguros de cuándo pensamos algo, de cuando lo decimos o de cuándo lo hemos puesto por escrito y enviado. Mucho menos sabemos quiénes son las personas que se ocultan allí, tal vez incluso a pesar suyo, detrás de la pantalla de video.

Pero volviendo al mensaje... ¿Qué se puede contestar a un mensaje así? ¿Cabe acaso responder con un hola, con un buen día o con un qué diablos te pasa esta mañana? Evidentemente a ella sólo le queda esperar por algo que venga a aclarar el sentido de aquella única línea de texto, aunque por el momento la pantalla no indique que él, con quien después de todo tampoco tiene tanta confianza, esté escribiendo algo más, el cursor inmóvil a la espera de que alguna mano se pose sobre el teclado para continuar con algo más. Por las dudas de que mediara alguna clase de error, o para apurar acaso el trámite, ella oprimió tres teclas nada más, las dos primeras para que apareciera en la pantalla un signo de interrogación primero, y la tecla enter para enviarlo a la computadora del otro lado de la línea después.

“No. Realmente no podés ser tan estúpido”, volvió a pensar él al ver aparecer el signo de pregunta en su pantalla, pero esta vez no lo escribió, ni tampoco lo dijo, sino que se limitó a pensarlo. Y en este caso se refería concretamente ya no a la cuestión inicial de todo este asunto, la que lo había llevado a abrir la ventana del mensajero y escribir aquella frase extraña, sino al hecho mismo de haber tipeado aquella línea, esa que había motivado la respuesta de la mujer.

“Quiero decir -su mente buscaba una forma de organizar sus ideas- que realmente me parece estúpido eso de dudar, antes de saludar a alguien, tejiendo especulaciones sobre qué pensará el otro, o esperando que sea el otro quien abra el juego saludando primero, por ejemplo, si es que de un juego se trata todo esto, y en base a eso decidir la próxima jugada y así, no sé si se entiende.”

Las palabras comenzaban a salir, pero él no tenía la más remota idea de adónde lo llevaban. Era algo que le sucedía todo el tiempo. Por lo demás, había en esa frase que acababa de escribir demasiadas cosas implícitas. ¿Qué quería decir con eso del juego, por ejemplo? ¿Hablaba de ese intercambio de palabras en la ventana del chat o en realidad se estaba refiriendo a la vida en general? La vida como un juego, que no elegimos jugar y del cual nadie se tomó el trabajo de explicarnos las reglas. Algún día tendría que hablarle a ella de su teoría al respecto.

No es el momento para hacer cosa semejante. Intentemos, en todo caso, aclarar el sentido de lo último que ha sido escrito en la pantalla, no en ésta, sino en la del relato. El punto es que las nuevas tecnologías alteran los códigos de nuestra comunicación. Porque es claro que si uno se cruza por la calle con un conocido lo saluda; pero en este caso nuestro personaje está en su casa, la mujer seguramente en su oficina, y escribir un simple “buenos días” o un más enigmático “no podés ser tan estúpido” es en los hechos meterse en la computadora del otro, aparecer allí sin aviso previo ni invitación. Es como tomar un teléfono, discar el número de otra persona, esa con la cual después de todo no hay aún tanta confianza, sólo para decir “buenos días” o “¿sabés?... no puedo ser tan estúpido”. Algo debería seguir a cualquiera de estas dos declaraciones, y esto era lo que a él le faltaba. Esto, además de un mejor criterio y la valentía necesaria para reconocer que aquella mujer verdaderamente le importaba.

De todos modos, era evidente que la mensajería instantánea no era lo más adecuado para él, que se empeñaba en escribir con tantas palabras. Alguna vez alguien le había dicho que él no sabía escribir mensajes electrónicos. Que lo que hacía era escribir cartas para enviarlas por correo electrónico, lo cual era muy diferente.

Nadie había respondido aún a la última frase. El intentaba imaginar lo que sucedía del otro lado de la pantalla. Acaso un llamado telefónico, tal vez una momentánea ausencia, o quizás simplemente nada que responder ni comentar. Ya se ve, había caído necesariamente en la trampa de las especulaciones que se hacen al momento de tomar contacto con alguien más, pero al menos se había atrevido a dar el primer paso. ¿El primer paso hacia qué? No, definitivamente eso sí que no lo sabía. Y allí estaba, sin embargo, viendo titilar el cursor en la pantalla, que insistía en permanecer tan blanca y vacía.

jueves, julio 19, 2007

Una vida más larga... ¿Acortaría la Muerte?

Todos los días muere gente. Mueren personas buenas, así como mueren otras que han sido malvadas; algunas son conocidas, otras son anónimas; mueren los acomodados, y también los pobres diablos... La muerte es, en definitiva, y aunque muchas veces intentemos no darnos cuenta, cosa de todos los días.

De vez en cuando también se muere alguna de esas personas a las cuales, de haberle tocado a uno ocupar el lugar de Dios (Dios nos libre de responsabilidad semejante...), acaso hubiesen logrado evitar la muerte.

No siempre es claro el modo en que uno constituye estas preferencias. Más allá de que en definitiva poco importe, puesto que al fin y al cabo uno no es Dios, ni nada que se le parezca, y nada puede hacer para modificar la realidad de las cosas. Y lo cierto es que hoy se murió en Negro Fontanarrosa. Uno de los tipos que por algún motivo estaba allí, entre los nombres de aquellos a los que uno hubiese estado dispuesto a poner al margen de la muerte, de haber podido.

"Una vida más larga... ¿acortaría la muerte?", le hizo preguntar el Negro alguna vez a su alter ego, Ernesto Esteban Etchenique. Seguramente no. Puesto que la vida es siempre tan breve, y la muerte por definición eterna. Hay abismos que la mente del hombre no es capaz de sondear.

Con el Negro Fontanarrosa se fue un gran caricaturista, un inigualable humorista y un magnífico escritor, además de un verdadero filósofo de la vida cotidiana. No sabemos si le hubiésemos otorgado la eternidad, de haber podido hacerlo, pues acaso la eternidad sea algo que nadie en su sano juicio desearía para sí. Pero es seguro que, de haber dependido de nosotros, el Negro nos hubiese acompañado durante muchos años más.

jueves, julio 05, 2007

La verdad de la milanesa

Edición Nº 4 de la revista Nómada, de la Universidad Nacional de San Martin. Extracto de un reportaje realizado a José Babini (1897-1984), matemático y epistemólogo:

- ¿Cuándo se considera que una teoría o un conocimiento puede pasar a ser objeto de la historia de las ciencias?
- Cuando se somete a ciertas normas, que son los criterios de verdad.
- Pero el criterio de verdad está dado por el consentimiento de los hombres de la época Es decir que la verdad no existe.
- No es que la verdad no exista. Sucede que es una convención. La verdad es una convención.

martes, julio 03, 2007

Imágenes sin historia


Toda imagen tiene detrás una historia. Toda persona la tiene. Cada casa, cada árbol, cada cosa en el mundo. Sólo que por lo general las desconocemos. Ni siquiera tenemos presente, muchas veces, nuestras propias historias... ¿Cómo podríamos concebir siquiera las de tantos seres anónimos que se cruzan todos los días con nosotros en la vida?

Pero de vez en cuando una imagen detiene el curso de las cosas.

¿Quién es este hombre? ¿Qué sucede con ese perro, que de pronto le descubre la mirada? ¿Qué historias hay detrás de cada uno de esos objetos que transporta ese increíble carricoche? ¿Qué hubo antes y qué después de este momento congelado para siempre en el tiempo?

Es bueno y necesario detenerse, de vez en cuando, en medio de la vorágine del curso de las cosas. Ese es el mérito de las artes fotográficas. Instante, detente... Eres tan bello...

La fotografía la tomó Paola Bianchi, una alumna de la facultad, y la adjuntó a un parcial como ejemplo de otras cuestiones que no vienen aquí al caso. Yo la ofrezco desde aquí, sólo porque presiento que detrás de ese instante congelado por la cámara hay una serie de historias que jamás llegaremos a conocer, pero que sin embargo son tan valiosas (cada historia es infinitamente única e irrepetible...) que bien vale la pena que nos preguntemos por ellas.