sábado, noviembre 20, 2010

La naturaleza de la verdad


Mi colega Abel Vera Hidalgo publica en su blog una leyenda oriental que pretende echar un poco de luz sobre la cuestión de la naturaleza de la verdad. ¿De qué cosas puede decirse que tengan correspondencia o no con la verdad? De eso se trata.

Dice esta leyenda que cierta vez un sultán decidió que obligaría a la gente a decir la verdad. A la ciudad se entraba por un puente, de modo que levantó allí un patíbulo y al lado hizo colocar un cartel bien visible que advertía:

“Todo aquel que pretenda entrar será interrogado. Si dice la verdad, se le permitirá la entrada. Si miente, será colgado.”
A la mañana siguiente la ciudad abrió sus puertas. El capitán de la guardia se apostó junto al patíbulo con un escuadrón y comenzó a interrogar a todo aquel que pretendiese entrar. Al llegar el turno de Nasrudin, le preguntó:

— ¿Para qué viene usted a la ciudad?
— Vengo aquí para ser colgado —respondió Nasrudin.
— ¡Está usted mintiendo!, exclamó el capitán.
— Muy bien, si he mentido, ¡cuélgueme!
— Pero si lo cuelgo por haber mentido, habré hecho que lo que usted dijo sea cierto...
— Así es. Ahora ya conoce cuál es la naturaleza de la verdad.

martes, noviembre 16, 2010

Calma

Enseña Lin Yutang que, además del noble arte de hacer cosas, también existe el nombre arte de dejar ciertas cosas sin hacer.

La sabiduría vital -explica- consiste en la eliminación de aquellas cosas que no son esenciales.

lunes, noviembre 15, 2010

Simone de Beauvoir


Encuentro en Facebook esta perlita. La mujer que aparece desnuda en la fotografía es nada menos que Simone de Beauvoir. La portada corresponde a una edición de Le Nouvel Observateur, y conmemora el centenario del nacimiento de la pensadora. El comentario que acompaña la imagen en la red social señala que la tapa causó en su hora un gran revuelo feminista, pues se acusó al medio de sexista, por no haber publicado nunca el desnudo de un filósofo varón. Razón no le falta a este argumento, aunque dudo que la gente hubiese comprado con igual entusiasmo una revista en cuya portada hubiese aparecido desnudo Jean Paul Sartre.

Ahora bien, ¿qué es lo que tiene tan de particular esta fotografía? Sin duda, el hecho mismo de tratarse de Simone de Beauvoir. Pareciera que el sentido común se encabritase ante la evidencia de que una pensadora pueda tener un cuerpo, máxime si se trata de un cuerpo atractivo y desnudo. ¿Por qué habrían de ser incompatibles el mundo de la sensualidad y el mundo de las ideas?

De sinrazones como ésta está hecho el mundo. Curiosamente, el mismo día en que encuentro esta fotografía de Beauvoir me entero de que una tal Alexandria Mills, Miss Mundo 2010, enfrenta un escándalo por la difusión de una imagen suya. Mills, quien a diferencia de la francesa no tiene que lidiar con la contradicción entre la carne y la mente, fue la primera estadounidense en llevarse ese título de belleza. Pero al parecer la jovencita tuvo la mala idea de posar desnuda en su baño para que su novio de entonces le tomase una foto, que por supuesto no tardó en llegar a internet. Ahora le quieren quitar su corona. Y no es que el asunto me importe, pero sinceramente no entiendo el problema. ¿No fue elegida esta señorita Miss Mundo precisamente por su cuerpo y no por sus ideas?

Superada en occidente la moral victoriana, el cuerpo continúa siendo en más de un sentido una asignatura pendiente. Ya sea porque lo superficializamos, vaciándolo de todo sentido, o porque lo hacemos desaparecer en el campo de las nuevas tecnologías, o simplemente porque todavía nos ofende.

martes, noviembre 09, 2010

Más sobre el amor 4: Un bello engaño

¿Cuál es el sentido de ese extraño estado de desequilibrio, tanto de la razón como del espíritu, que es el enamoramiento?

Podrían arriesgarse muchas respuestas. Sin embargo, la verdad es que el enamoramiento (Jean Baudrillard afirmaba esto mismo respecto del sexo) no es sino una bella forma biológica del engaño. Porque a través del amor (y lo mismo puede ser aplicado al sexo) logramos olvidar por momentos nuestra miserable condición de mortales. Por eso nos enamoramos, y copulamos, y gracias a eso logramos perpetuar la especie.

Ya sabía yo esto. Pero me gustó la forma en que pude leerlo en el marco de uno de los trabajos sobre el amor que me entregaron mis estudiantes: El ser humano tiene conciencia de su finitud, de que algún día se va a morir. Estar enamorado alivia esa angustia. Por eso creo que uno se enamora para sentirse mejor; porque estar enamorado es algo que nos aleja de la muerte. No es lo mismo pensar en morir solo, que pensar en morir de la mano de la persona a la cual uno ama.

lunes, noviembre 08, 2010

Más sobre el amor 3: Encuesta

Marianela, de 23 años, responde a una encuesta que hemos preparado y que versa sobre el siempre complicado tópico del amor.

Primero le preguntan cómo es eso de andar enamorada, y ella responde que el amor es como estar ciego, que no te importa ninguna otra cosa, y cuenta que cuando él la iba a buscar ella siempre tenía como un dolor de estómago debido a los nervios.

Luego le preguntan qué esperaba ella del otro, en esa relación, y Marianela responde con palabras tales como respeto, diversión, confianza y seguridad.

La siguiente pregunta dice: ¿Qué pasa cuando empezás a conocer realmente a la otra persona?

Marianela responde enseguida, sin pensarlo demasiado: En cuanto comenzás a conocer al otro, cagaste. Te preguntás: ¿Dónde mierda me metí? ¿Cómo no me dí cuenta antes? Y ya nada vuelve a ser igual.

domingo, noviembre 07, 2010

¿Qué se puede esperar de un hombre que ni siquiera escucha música?

Leo en el parcial de una de mis estudiantes algo que no puede ser sino un acto de catarsis: "Creo que hoy fue mi último día de trabajo; sin dudas me echan. Grité más fuerte que el presidente, largué un llanto incontenible y cerré mi discurso con un portazo. Las reglas de urbanidad aconsejan cuidar las formas para que nuestro legajo no sea dado de baja. ¿Usted quiere permanecer en su lugar de trabajo? Pues intelectualice su condición natural y controle al máximo su espontaneidad sensitiva. Si al final de la jornada le duele la nuca es porque hizo bien la tarea."

Me quedo pensando en muchas cosas. Por ejemplo, en cómo sería posible evaluar algo así, aunque en el fondo ese es el menor de mis problemas. Otros no saben cómo evaluarlo, pero yo sí logro ver el enlace con los contenidos de la materia. Hay aquí muchísimo más enlace que en muchos textos de pura teoría.

Pero sigamos leyendo otro poco: "En un intento desesperado por ubicarme en el lugar del empleado anestesiado, el Secretario General sentenció: "¡no servís para nada!", pero lejos de afligirme esa frase me llenó de júbilo, porque el "nada" encierra en realidad un número pequeño de actividades que tienen que ver con servir café, acomodar papeles, mandar mails, prender la estufa de las oficinas... Lo que no sabe el Dr. F. es que son otras las cosas que me importan. No sabe que yo sirvo para hacer teatro, para pintar, escribir poemas o bailar. Entonces me río de su mierdosa situación contemporánea, porque ¿qué se puede esperar de un hombre que ni siquiera escucha música?"

Esta es una de las delicias que tiene la docencia. El aprender siempre cosas; incluso cosas que uno en el fondo ya sabía, pero que se aprenden de nuevo cada vez que alguien más te las repite, como en un juego de magníficos espejos.

sábado, noviembre 06, 2010

Inevitabilidad

Buscando algo en Internet, ya no recuerdo si acerca de los fantasmas, sobre Solón de Atenas o sobre los jabones Sunlight (puede que haya sido en realidad sobre las tres cosas), encuentro un archivo en formato pdf. Recuerdo entonces (en realidad lo recordé un momento más tarde, pero la diferencia no viene al caso) aquella sentencia que asegura que si uno abre un libro en un lugar cualquiera y lee con suficiente atención, es posible que ese libro le diga algo de cierta importancia. Me pregunto entonces si con los libros en formato electrónico sucederá lo mismo. Tal vez sí, acaso no. Pero lo cierto es que luego de abrir el pdf en cuestión y mover al azar la barra de scroll, alcanzo a leer lo que sigue:

Lloraba Solón la muerte de su hijo.

Un amigo se acerca y le dice:

— ¿Por qué lloras, si sabes que es inútil?

— Por eso —contestó Solón. Porque sé que es inútil.

Antes de entrar al blog para dejar consignado este hallazgo, guardé el pdf en una de las carpetas del disco rígido de mi máquina y me prometí conseguir un ejemplar en papel de El libro del fantasma de Alejandro Dolina en cuanto me fuese posible.

jueves, noviembre 04, 2010

Más sobre el amor 2: Lucidez

Ella recuerda de pronto un diálogo amoroso, probablemente no tan lejano en el tiempo, pero de seguro considerado ahora desde un lugar diferente del que habrá tenido en el momento de ser su coprotagonista. Motivada por los azarosos caminos a los cuales suelen conducir las conversaciones extensas, aparentemente ella decidió aquella vez embarcarse en la ardua y vana tarea de intentar explicarle a él lo obvio; vale decir, que ella en realidad no estaba ni siquiera cerca de ser todo eso que él decía ver en su persona.

- Vos podés pensar de vos misma lo que quieras, pero para mí sos lo que yo veo en vos y punto, habría sido la respuesta del muchacho.

Vale decir, una declaración de amor sincera y lúcida como pocas, aunque por ello mismo cabrá dudar en cuanto al efecto que finalmente haya tenido.

"Su representación de mí -señala hoy esta muchacha- era solamente suya y él no tenía ninguna intención de superponerla con la mía." Entonces se pregunta: "Pero, ¿vuelve acaso al sentimiento menos real el hecho de que esté basado en una mera representación?"

Me temo que la respuesta a esta pregunta sea un rotundo NO.

Claro, es necesario tener en cuenta que con el paso del tiempo, que lleva a la transformación del enamoramiento en amor, y luego al amor hacia un cariño mutuo, siempre que los integrantes de la pareja no se aniquilen antes en el intento, las cosas suelen cambiar. O dicho de otro modo: las representaciones se vuelven otras.

Sentencia de todos modos Lucía: Aceptar la imposibilidad de conocer al otro es entregarse a amarlo aceptando el riesgo.

Bonita conclusión, no cabe duda. Yo quise preguntarle qué había pasado finalmente con aquella pareja suya. Pero no me animé a hacerlo y presumo que me quedaré para siempre con la duda.