miércoles, junio 27, 2007

La historia de mi vida...

Revisando disquetes viejos, me encontré hace un rato con esto que había copiado tiempo atrás, ya ni recuerdo de dónde, pero que sigue manteniendo su plena vigencia:

Un hombre estaba escribiendo un libro. Y cuando sus amigos le preguntaban cómo andaba en la tarea, él respondía:

- Voy bastante bien. Estoy muy adelantado. Ya tengo todas las palabras; ahora sólo me falta juntarlas.


(Y sí... es un poco la historia de mi vida.)

sábado, junio 09, 2007

Una pequeña forma del espanto

Diariamente recibo una enorme cantidad de mails en la casilla de mi trabajo con gacetillas de conciertos y anuncios de variadas actividades. Entre las recibidas hoy, me llamó bastante la atención una que propone:

"¿Nuevos Hombres? Cómo comunicarse a través del Marketing. Estudio actitudinal. Los nuevos paradigmas del Hombre."

Esto estaba a cargo de un tal licenciado X, director de la División Research del Cicmas Strategy Group, una empresa dedicada a investigaciones sobre segmentos específicos de mercado y estilos de vida. El desarrollo del temario anunciaba:

» ¿Cómo es el hombre de hoy?
» ¿Cómo ve y siente los cambios?
» ¿Cómo se para ante ellos?
» ¿Cómo se manifiesta frente a los cambios de la mujer?
» ¿Cómo piensa realmente?
» ¿Cómo se traduce esto en hábitos de consumo?
» ¿Qué productos consume y cómo se vincula con ellos?


Por supuesto, como docente de la carrera de Ciencias de la Conunicación en la Universidad de Buenos Aires, entiendo que los estudios de marketing formen parte del universo de la comunicación, y tanto es así que en la facultad existe una orientación dedicada específicamente a la publicidad. Pero esto no hace que deje de preguntarme si resulta razonable indagar en cuestiones tales como qué es el hombre de hoy, cómo siente, cómo piensa, pero no para comprenderlo mejor, para evitar guerras o para prevenir atrocidades, sino para venderle un nuevo auto o un desodorante.

Me hizo recordar, una vez más, el horror imaginado por José de Saramago en su novela La caverna, cuya acción en buena medida transcurre en el interior de un gigantesco centro comercial, que ha adoptado como lema el siguiente concepto:

NO VENDEMOS TODO LO QUE USTED NECESITA, PUES PREFERIMOS QUE USTED NECESITE TODO LO QUE TENEMOS PARA VENDERLE.

El horror, la pequeña forma del espanto a la que alude el título de esta anotación, reside en este lema, y en el hecho de que esta forma de pensar no es ficticia, sino absolutamente real. Tan poco es lo que importa el ser humano a la actual cultura mercantilista. El ser humano ya no existe. Su existencia se limita al utilitarismo propio de quien consume, produce, vota, se acomoda a un guarismo impuesto por un sistema deshumanizado.

miércoles, junio 06, 2007

Textos, palabras, imágenes

Tres textos que coinciden hoy en presentarse ante mí.

El primero, un envío por mail de una reciente amiga chilena, de su compatriota Teresa Calderón, dice así:

Intento recoger cada momento,
cada gesto tatuado en la memoria,
la antología con los besos que no me dieron,
el sonido de la caracola de mi infancia,
la corona de mis días benditos,
un ramo de amores disecados,
el cofre de secretos que se llevó a la tumba mi abuela
y el enigma de la vida y de la muerte.


El segundo y el tercero, tomados ambos de Eduardo Galeano, fueron ofrecidos por una alumna en un examen parcial. El primero dice:

En su infinita generosidad, el sistema nos otorga a todos la libertad de aceptarlo o aceptarlo, pero el ochenta por ciento de la humanidad tiene prohibido el ingreso a la sociedad de consumo. Se puede verla por televisión, eso sí: quien no consume cosas consume fantasías de consumo.


Y el restante, finalmente...

Hace unos cuatro mil quinientos millones de años, año más, año menos, una estrella enana escupió un planeta, que actualmente responde al nombre de Tierra.

Hace unos cuatro mil doscientos millones de años, la primera célula bebió el caldo del mar, y le gustó, y se duplicó para tener a quien convidar el trago.

Hace unos cuatro millones y pico de años, la mujer y el hombre, casi monos todavía, se alzaron sobre sus patas y se abrazaron, y por primera vez tuvieron la alegría y el pánico de verse, cara a cara, mientras estaban en eso.

Hace unos cuatrocientos cincuenta mil años, la mujer y el hombre frotaron dos piedras y encendieron el primer fuego, que los ayudó a pelear contra el miedo y el frío.

Hace unos trescientos mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras, y creyeron que podían entenderse. Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras.