miércoles, septiembre 29, 2010

Condenas

Vuelvo a leer el ensayo Eróstrato y la búsqueda de la inmortalidad, de Fernando Pessoa, y me detengo en este pasaje:

"Todo hombre ha contado, al menos, un buen chiste en su vida; pero no por ello es un hombre de ingenio. El chiste fue del momento, no del hombre. Todo hombre ha tenido, aunque sea una vez en la vida, una idea feliz, y no por ello es un pensador. La idea fue del destino, más que propia."

Concuerdo mayormente con el análisis de Pessoa. Pero entonces, precisamente por ello, no puedo menos que preguntarme si el mismo argumento no debería aplicarse a los casos opuestos, considerando ya no los rasgos positivos de ese hombre, sino los negativos.

Todo el mundo ha tenido alguna vez un desliz, un momento infortunado, en algún momento de su vida. ¿Qué hombre no ha cometido alguna vez un crimen? ¿Quién no ha defraudado, a otra persona o a sí mismo? ¿Alcanza con señalar estos hechos aislados, que más fueron del destino que de la propia voluntad, para condenar a una persona? ¿Para declararla culpable? ¿O no deberíamos también aquí considerar que la culpa debe ser adjudicada en buena medida al destino, a la ocasión, más que a una responsabilidad propia?

sábado, septiembre 25, 2010

Happiness Is Only Real When Shared.

(John Christopher McCandless, 1968-1992)

viernes, septiembre 24, 2010

De las disociaciones identitarias

Anoche conversaba, con mis estudiantes de la Universidad, sobre algunas cuestiones vinculadas a la conformación de la identidad de las personas, siempre tan complejas ellas, vale decir nosotros, individuos y sujetos al mismo tiempo. Alguien mencionó los trastornos de bipolaridad y alguien más (tal vez haya sido yo mismo) aludió a los casos de personalidad múltiple. En ambos casos pensé que, más allá de las claras patologías, todos somos en cierto punto bipolares y padecemos también de desórdenes de identidad disociada, entre tantas otras cosas. Que es todo cuestión de gradaciones, pero por favor: que nadie se equivoque pensando que está plenamente sano. No recuerdo qué de entre todas estas cosas las pensé solamente, y cuáles habré llegado a decir en mi clase.

Más tarde, regresando a mi casa, a bordo del tren Sarmiento, Ernesto Sábato me acercaba, desde su obra Hombres y engranajes, una cita de Dostoievski que venía a cuento, porque también habíamos estado hablando de la razón positiva y la deshumanización de la ciencia y la economía: "La razón, caballeros, es una muy buena cosa, eso es indiscutible; pero la razón no es más que la razón y sólo satisface a la capacidad humana de razonar, en tanto que el deseo es la manifestación de la vida entera, es decir, de toda la vida humana, incluyendo la razón y todas las comezones posibles... (...) Reconozco que dos y dos son cuatro es una muy buena cosa, pero de eso a ponerlo por las nubes... ¿Cuánto mejor no es esto de dos y dos son cinco?"

La cita me pareció simpática, por lo mucho que ella tiene de humana. El hombre podrá ser un animal racional, como planteaba Descartes, pero definitivamente no se resuelve solamente en eso. Su naturaleza compleja, incluso contradictoria, es mucho más fuerte que cualquier racionalidad que se le antoje. Como nota al margen, no quiero dejar de consignar aquí que Ortega y Gaset alguna vez dijo (no entiendo cómo se me pasó la oportunidad de citar la famosa frase en medio de mi alocución de anoche) aquello de que cada uno es quien es más su circunstancia. Por lo general esta frase se suele expresar en primera persona: "Yo soy yo y mi circunstancia." Quien habla no es el filósofo español solamente, sino cada uno de nosotros.

Sábato, con la misma lucidez y algunas palabras más, aunque tampoco tantas, señala a su turno: "La lógica vale para los entes estáticos, a los que se puede aplicar el principio de identidad; no para la vida, que es una constante transformación y, por lo tanto, una constante negación."

Seríamos, pues, quienes somos; pero también quienes no somos. Sentencia extraña, por cierto; pero por extraño que parezca comprendí a partir de ella algunas cuestiones vinculadas con estos sindromes de la disociación y la bipolaridad. Para mis adentros me dije, coincidiendo también con alguna otra lectura realizada tiempo atrás sobre la obra de Don Ernesto: Una sola vida no será suficiente.

La disociación identitaria, por ende, al igual que ciertos aparentes trastornos de la personalidad, los repentinos cambios de rumbo de los que a veces somos protagonistas, las marchas y contramarchas, que incluyen no sólo caprichos propios y del destino, sino también los efectos de un necesario aprendizaje, tal vez no sean en el fondo más que diferentes maneras de hacerle frente a la evidencia planteada al final del párrafo anterior.

viernes, septiembre 03, 2010

Necesito algo que funcione como una película de los Hermanos Marx

Dr. Jeckyl y Mr. Hyde

Los dos, el Doctor Jeckyl y el Señor Hyde, yacen derrotados en el fondo oscuro del barranco. Están inmóviles. Apenas sí se los puede escuchar proferir de vez en cuando algún lastimoso gemido, que podría provenir del primero tanto como del segundo. Al compartir ambos un mismo cuerpo, no es casual que la caída estrepitosa de uno de ellos haya arrastrado irremediablemente también al otro. Todavía tienen, los dos, un hálito de vida. El Señor Hyde lo aprovecha para maldecir por lo bajo al Doctor Jeckyl, como si pretendiera responsabilizarlo por el infortunio que padecen ambos. En silencio, el Doctor Jeckyl reflexiona, y se dice que no se ha tratado de mala fortuna, y que el responsable de la caída ha sido su alter ego, el Señor Hyde. Por extraño que parezca, ambos tienen razón. No en vano los dos son, finalmente, una misma persona.

miércoles, septiembre 01, 2010

Fortune cookie

Estiro la mano y alcanzo un disco cualquiera, el que está arriba en el montón. Lo abro como para ver su diseño interno, sin ningún tipo de expectativa, sólo intuyendo quizás que ese gesto logrará distraer por un instante este malestar que hoy, desde hace ya un rato largo, me está torturando; y entonces leo:

El pasado ha huído
y lo que esperas todavía está ausente.
Pero el presente es tuyo.

(Proverbio árabe)


Por un instante creo comprender el sentido de ser de las famosas galletas de la fortuna. Aunque, por supuesto, lo probable es que una vez más me esté equivocando.