domingo, enero 17, 2021

Paradojas

Uno de los mayores problemas de nuestra sociedad es que en ella se suelen plantear dilemas paradojales para los cuales se exigen resoluciones que parten de falsas premisas. Es algo así como lo que sucede con el juez que pregunta, exigiendo que se le conteste por sí o por no, cuando resulta que la verdadera respuesta es cuatro. 

Enseña Paul Watzawick, uno de mis pensadores de cabecera, que el modo correcto de salir de un problema paradojal es escapar de las reglas que el problema pretende imponer. La única solución real en esos casos es generar una categoría de respuesta alternativa. 

Un ejemplo posible: un peluquero recibe la orden de cortar el pelo a todas aquellas personas -pero únicamente a aquellas personas- que no se corten el pelo a sí mismas, ¿Debería él mismo cortarse el pelo? Este es el ejemplo perfecto de una paradoja: aparentemente hay solo dos opciones disponibles, y cualquiera que se elija se estará incumpliendo la regla. La única solución posible es correrse de la idea de que hay únicamente dos alternativas.

Por supuesto, no es precisamente esto lo que solemos hacer, y por ese motivo nos extraviamos en peleas y debates vanos, unos defendiendo el Sí, otros luchando a muerte por la conquista del No... Y unos pocos observando consternados, sabiendo que la respuesta es cuatro. O quizás amarillo, o acaso diamante, o margarita, o ruiseñor... Pues tampoco existen respuestas definitivas de una vez y para siempre para todas las cosas.


Sueño 210117

 - Si voy a morirme, no quiero que sea sabiendo que te quedaste enojada conmigo.

Dije esto en tono de broma, pero detrás de la broma había un miedo auténtico, que iba más allá de la posible eternización del desencuentro. Unos segundos atrás había hallado una profunda herida en medio de la palma de mi mano izquierda. Recuerdo haberla observado con algo de curiosidad. La completa ausencia de sangre y de dolor me hizo pensar primero que me había lastimado sin darme cuenta, y que mi cuerpo de algún modo estaba reaccionando y se estaba curando solo. Creí vislumbrar un hueso. Mi propio hueso, en el fondo de aquella herida. Sacudí la mano y algunas gotas de un líquido desagradable cayeron al piso. En ese momento comprendí que tal vez estaba pensando el proceso en sentido contrario. Que no me estaba curando, sino al revés. Comprendí con espanto que aquel orificio que no debía estar allí, lejos de cerrarse, se iba extendiendo, conforme aquel líquido, junto con una pulpa blancuzca y suave, demasiado suave, continuaba goteando de mi mano. Noté entonces que justo en el centro de mi mano derecha, como si naciera debajo de la piel, comenzaba a abrirse un estigma parecido. Fue entonces cuando cerré mis manos, como queriendo negar aquella incipiente podredumbre sin gusanos, y lo dije.

- Debería ir a hacerme ver esto. Si voy a morirme, no quiero que...

Voy hacia atrás. ¿Qué había motivado aquel enojo? Una discusión cualquiera, con un grupo de malditos burócratas, había terminado a los gritos. Gritos que definitivamente no estaban dirigidos a ella, pero que por alguna razón ella había decidido tomar a su cargo. Estaba además el asunto del dispositivo... ¿Para qué servía aquella cosa? No voy a lograr recordarlo, pero era algo así como un balde, que flotaba en el agua a varios metros de la costa. Entre los dos logramos rescatarlo, y mientras vos quitabas la pieza que hacía las veces de tapa, yo me ocupaba de documentar el momento con la cámara del celular. 

Fue entonces que los malditos burócratas empezaron a reclamar el dispositivo como propio y exigieron que se lo entregásemos. Intuí que había allí alguna mala intención y me negué. Tras lo cual comenzó la discusión, mientras yo sacaba del balde, que se había inundado de agua, varias telas empapadas, acaso toallones o mantas, que les iba arrojando en medio de mis gritos. 

Pero nada de esto importa demasiado. Lo que importa es el malentendido, el desencuentro, y sobre todo la fatalidad de aquellos estigmas, con sus bordes blancos, la disolución de la carne debajo de la piel, el líquido y esa horrible sustancia pulposa en la cual se iban convirtiendo mis palmas, de adentro hacia afuera, en medio de una total ausencia de sangre y dolor.

Por suerte me desperté, claramente sobresaltado, Más tarde recordé que existe una bacteria que habita en algunos mares que se alimenta de carne y produce una especie de necrosis, y lo relacioné con el agua que había dentro de aquel dispositivo, con la cual mis manos habían estado en contacto. Mi mente intentaba alguna explicación racional, al mismo tiempo que reconocía algunas metáforas.

- Si voy a morirme, no quiero que sea...

Me temo que estamos condenados a la disolución, de la carne y de la memoria. Los que queden, también están condenados a lo mismo. Por supuesto, todos quisiéramos ser recordados gratamente, sobre todo por aquellos a quienes amamos. Pero también esa memoria va a desaparecer con el tiempo. Vivamos hoy. Y por las dudas, seamos prudentes con dónde metemos las manos.

jueves, enero 14, 2021

Despertar del sueño 210114

No sé qué sucedió esta mañana. Me despertó un insistente ulular de sirenas, y un par de perros que aullaban acompañándolas. Con los ojos todavía cerrados -tenía mucho sueño todavía, los párpados me pesaban demasiado- me pregunté si estaba en mi cama o en la tuya. Traté de identificar aquellos sonidos, como si los perros o las sirenas de Cucha Cucha sonaran de un modo diferente al de las sirenas y los perros del Partido de Morón. Finalmente supe que estaba en mi cama, porque no te sentí a mi lado. Reconozco que experimenté cierta decepción: hubiese querido abrazarte y seguir durmiendo al contacto de tu cuerpo. A todo esto las sirenas y los aullidos continuaban. Sospeché que algo habría pasado. Como las sirenas parecían ser de autobombas, se me ocurrió buscar en las noticias de Internet las palabras "incendio+zona+oeste", imaginando que tal vez el escándalo viniese por ese lado. Pero sabía que seguía acostado, y con los ojos cerrados, y de hecho medio dormido. Entonces me vino a la mente una solución perfecta: imaginé que tomaba el celular y realizaba la búsqueda en cuestión. La idea era simple: si en mi sueño los resultados obtenidos indicaban que en efecto había pasado algo, entonces me terminaría de despertar del todo e iría efectivamente al celular o a la computadora para leer la noticia en cuestión. Porque para mí era claro que en mi sueño no iba a poder leer ninguna noticia. Pero al parecer sí los resultados de la búsqueda. Después no sé muy bien qué pasó, supongo que me volví a quedar dormido, hasta que finalmente sonó la alarma de las 09:00. Verifiqué entonces que seguían sonando sirenas y que por lo menos dos perros continuaban aullando; que en las noticias de Google no había registro de incendio ninguno, y que a veces las ideas geniales que a uno se le ocurren entre sueños resultan más graciosas que efectivas. De todos modos, lo que más lamenté fue volver a verificar que no dormías a mi lado. Por eso, porque te extraño, te cuento todas estas cosas.

viernes, enero 01, 2021

Alexandro y los no nacidos

Tengo un amigo que mató
a su mujer golpeando
con un martillo su cabeza.
No, aquí no hay metáfora ninguna.
Es un hecho tan literal como la muerte.
Y yo que no soy capaz de matar una mosca...
Leo esta línea que acabo de escribir y me detengo.
Hace apenas un minuto aplasté una cucaracha
y lo hice porque sí nomás; porque podía.
Mejor regreso sobre el hilo del asunto:
Tengo un amigo que mató a su mujer
golpeando con un martillo su cabeza.
Nunca le pregunté por qué lo hizo.
Tampoco qué sintió al hacerlo.
Jamás hablamos al respecto
pero el hecho me enseñó
algunas cuantas cosas.
Por ejemplo, que no siempre
un asesino es por fuerza
una persona malvada.
Shit happens, you know.
Te guste o no admitirlo
cualquiera de nosotros,
dadas ciertas circunstancias,
podría convertirse en homicida
de la noche a la mañana.
Hubo quienes me mal juzgaron
por no haberme sumado
de un modo más convincente
a la condena de aquel reo.
Hoy imagino a aquellos jueces
luciendo quizás un pañuelo verde
en sus cuellos o en sus manos,
suponiéndose inocentes,
cuando la realidad es que todos
somos culpables por algo.
Muchos dirán que no es lo mismo.
Yo digo que no hay modo de saberlo.
Sigo sin condenar a nadie pero
no comprendo la vanagloria del caso.
Porque sí, o porque puedo...
Allí radica el quid de toda la cuestión.
Sugiero nada más un poco de prudencia.
La duda es la jactancia de los intelectuales,
dijo una vez alguien que, por cierto,
de intelectual tenía poco y nada.
Yo procuro obligarme a la duda.
Quizás por eso me pregunto
cuáles serán los límites
que definen a una persona.
Si será su color de piel,
su credo, sus ideas,
sus cuentas bancarias,
sus preferencias sexuales,
su nacionalidad, sus genitales,
o el solo hecho de haber nacido.
Pienso entonces que es posible,
si se me disculpa el retruécano,
que nos convirtamos
en potenciales asesinos
cada vez que nos resistimos
a descubrir en el otro a un otro.
Cuando lo invisibilizamos.
Y esto sucede todo el tiempo.
Quizás sea nuestra condición humana.
Pero no estaría mal que el decoro
nos imponga al menos intentar
ser más sensatos y discretos.