domingo, diciembre 24, 2023

Navidades no solidarias

Hay en las películas violentas, las de guerra o con batallas, una escena que suele repetirse como un lugar común: un personaje desesperado, colocado en una situación extrema, en un gesto de supuesto heroísmo decide salir de su refugio para inmolarse al grito de "van a matarme, hijos de puta, pero voy a arrastrar conmigo al infierno a todos los que pueda". Por supuesto, la frase en cuestión es de pura referencia. Hay variantes de todo tipo, pero que mantienen en definitiva la esencia de la idea.

Hace unos días alguien me hizo notar que en este gesto desesperado hay algo de placer, y que este placer no se da solamente en las ficciones, sino también en la realidad. "Yo voy a sufrir, pero ya que no puedo evitar esto que va a pasarme, voy a asegurarme de que muchos otros sufran conmigo". Algo así como el famoso "Mal de muchos, consuelo de idiotas... (pero de todos modos voy a procurarme el tal consuelo)".

Ni más ni menos, esto es lo que sucede en la Argentina hoy, cuando una mayoría de la sociedad se prepara para celebrar la Navidad apenas unas semanas después de haber tomado la decisión de impulsar un modelo político en el cual el otro no es más que un estorbo para barrer bajo la mesa. Un individualismo salvaje, una falsa meritocracia, la disolución del vínculo social que nos hace humanos, son las banderas que se alzan junto a las copas navideñas, en un sinsentido absoluto que demuestra la incomprensión tanto del espíritu cristiano como de los efectos de la política elegida y sus ejecutores.

El modelo ya se está haciendo sentir sobre la cabeza de todos. Antes estábamos mal. Ahora, estamos peor. Y en este punto es donde la debilidad humana aflora: "Estoy peor, es cierto, pero ahora podré disfrutar, mientras sufro, viendo que los demás también sufren". Hay además un curioso empoderamiento, similar al que los kapos confinados en los campos de concentración alemanes hacían valer sobre los reclusos que se encontraban por debajo de ellos. Desde el punto de vista de los jerarcas nazis, todos eran la misma escoria, pero el kapo se sentía superior.

En nuestro contexto, el triunfo en un ilusorio debate político se lo llevó una motosierra, violento símbolo de un empoderamiento fálico y destructivo, sin que una mayoría advirtiera que también se encontraba del lado incorrecto: del lado de los dientes que desgarran.

Algo parecido también a lo que muestra la famosa escena de la película de Tarantino "Django Unchained", cuando un esclavo le dice a su amo:

- ¡Mire amo, ese negro tiene un caballo!

- ¿Y tú también quieres un caballo, Stephen?

- ¿Para qué querría yo un caballo? Lo que yo quiero es que ese negro tampoco lo tenga.

Todo esto para decir que no entiendo bien qué se juega en el contexto de estas Navidades, en lo que al espíritu de lo comunitario se refiere. Que supuestamente de eso se tratan estas festividades.


Sueño 231224

Cruzamos la calle por cualquier lado, de manera precipitada. Éramos tres: dos hombres y una mujer. Uno de los hombres era yo. No tiene sentido indagar sobre quiénes eran las otras dos personas, porque en los sueños las identidades son laxas y cada uno puede ser muchos y distintos al mismo tiempo. En definitiva, todos los personajes de nuestros sueños no son más que diferentes expresiones de nosotros mismos. Todos somos uno mismo, ni más ni menos. 

Alguien mencionó un artículo que afirmaba que el cuerpo de un ser humano toleraba hasta un diez por ciento de café en sangre. Alguien más puso en duda este dato. Otro recordó un informe similar, pero relativo al litio (en realidad debió decir iodo), y mencionó el error de un médico, que de no haber sido advertido a tiempo bien pudo causar la muerte de cierto paciente. 

Ese paciente era mi padre, que entonces se puso serio y señaló que tenía algo que decir. Que yo (o ella) ya lo sabía, pero que ahora debía compartirlo con ella (o conmigo). Que ese litio (ese iodo) que le habían aplicado lo estaba carcomiendo por dentro. Que estaba enfermo y condenado. Que allí había comenzado su primera muerte. 

Entonces recordé que mi papá estaba internado. Pero no recordé, por el contrario, que él ya había fallecido tiempo atrás. Por eso me desesperó la idea de que durante todos esos meses él se hubiera quedado solo y abandonado en una cama de hospital, sin que nadie lo visitara o se ocupara de él. Supongo que fue la urgencia lo que me despertó, mientras hiperventilaba. Entonces sí, recordé que ya no. Que papá ya no está con nosotros. Que así es como se mezclan los tiempos y las ideas en los sueños. Y entonces ya no supe si lloraba por aquel padre que había sido olvidado en el sueño, o por aquel otro que ya no está para ser visitado en la vida. O por la evidencia de que al fin y al cabo todos moriremos solos. O por lo frágiles que somos. O por saber que fui el último en tomar la mano todavía tibia de mi padre, y el último en susurrarle un montón de palabras al oído, mientras me preguntaba si era capaz de escucharme, de sentirme, de intuirme, y sin saber que a la mañana siguiente, en esta misma cama en la que anoche soñé que él todavía vivía, iba a despertarme el llamado que me avisaba que, irremediablemente, él ya se había ido.

Más tarde volví a soñar. Soñé que recibía un mensaje de texto en mi celular, de un número desconocido, en el cual mi padre me decía que no me preocupara, que estaba bien, que incluso en ese otro lado de la vida que es la muerte él seguía recordándome.

sábado, diciembre 23, 2023

Sueño 231223: Buena aspirineta con el té se sirve

Una de las tantas cosas buenas que tienen los sueños: uno no necesita saber tocar un instrumento para hacer música. Alcanza con imaginar la música para que la música suene. Suelo pensar que algún día alguien inventará un dispositivo para que se pueda hacer sonar la música que uno imagina en la cabeza, sin necesidad de que pase por las manos, los pies, la boca. Algo así como un gorro repleto de sensores, que se conecte a una computadora, conectada a su vez a un amplificador, y los recitales serían eso: la proyección de una música imaginada, sin la intermediación de ninguna dificultad técnica producida por la eventual impericia del músico en tanto ejecutante. También algún día se inventarán dispositivos que permitan grabar y volver a ver los sueños que uno tiene. Mientras tanto, no queda más remedio que recurrir a esto: al relato mediante palabras de lo poco que se recuerda de lo soñado ya en los momentos posteriores al despertar.

Soñé con un recital. Por alguna razón, lo soñé en blanco y negro. Cuestión meramente estética, supongo. Un poco lo veía en una pantalla, pero después yo estaba ahí, tocando el bajo, a pesar de no tener idea de cómo se toca ese instrumento. También había un pianista, un guitarrista... Aznar, Spinetta y García en su época sana, ponele. Tal vez jugábamos a ser ellos. Tocábamos.  Improvisábamos, en realidad, sin ningún plan previo. La idea era ver cómo lográbamos ensamblar algo de música desde la nada. Y sí: de alguna manera casi mágica, algo salía. Cuando terminamos de tocar, alguien dijo: Hay que ponerle un título a esto. "Buena aspirineta con el té se sirve", propuso entonces alguien, que bien pude ser yo. Todos nos reímos, incluso yo, que en ese momento supe que estaba dormido y soñando, y me reía de veras, acostado en mi cama, mientras aparecía Ricardo Mollo y decía: "A partir de ahora ningún recital estará completo si no se toca "Buena aspirineta". Ahí mi carcajada, irrefrenable, terminó de despertarme, llevándose consigo la música que acababa de soñar. Una pena.



martes, diciembre 19, 2023

Poesía y fake news

Encuentro en las redes esta fotografía, fechada en Polonia en 1946. Hace poco que llegó a su fin la Segunda Guerra Mundial, pero todavía las consecuencias están en carne viva. Destruir lleva poco tiempo. Reconstruir y curar las heridas es siempre un trámite más largo. Hay muchas cosas en esta imagen. Una esperanza que se empecina en negar la realidad, por de pronto. Hay también algo patéticamente humano en esa negación que tiene lugar cuando nos encontramos hundidos hasta el cuello en el barro (no, no es barro, pero nos negamos a aceptarlo). Nos aferramos así a cualquier promesa, por absurda que sea, y esa es la raíz de todos los engaños. Me pregunto quién será el destinatario de la fotografía que se está tomando la señora, en ese acto que es fotografiado a su vez por otro fotógrafo, como en un curioso juego de lentes y de focos. Un lente crea una fantasía, otro la pone en evidencia. Las fake news no son un invento de nuestro tiempo. La ingenuidad, por su parte, tiene su  encanto y su poesía. Pero también conlleva el peligro de lindar con una total falta de lucidez. ¿En dónde se ubica cada quien en en contexto de esa delgada línea gris?

domingo, diciembre 10, 2023

El arte, entre la incomprensión y la intolerancia

Ayer volví a escuchar, después de mucho tiempo, el álbum Jazz from Hell de Frank Zappa. Un disco que compré de oferta hace muchos años, cuando todavía no escuchaba jazz. Lo compré sin saber qué era lo que estaba comprando, y lo conservé con la duda de si su música me había gustado o no. Escuchando de nuevo ese disco me puse a pensar, precisamente, en los diferentes sentidos posibles de la palabra música. En que no siempre es posible encontrar el sentido que encierra una estructura expresiva, musical o de cualquier otro tipo. Lo evidente para unos, puede ser invisible para otros.

Hace unos días se volvió a ofrecer en el Teatro Colón la ópera La ciudad ausente, de Gerardo Gandini, sobre un texto de Ricardo Piglia. Resurgieron los previsibles debates acerca del valor de las expresiones artísticas disrruptivas. Unos que las defienden, otros que las desfenestran. Entiendo a quienes sostienen una decidida preferencia por lo conocido por sobre lo nuevo. Reconocer tiene su encanto. Hay además diferentes líneas de evolución de las formas estéticas y expresivas. Unas llevan adelante una exploración más cercana a la tendencia estética de su época, y otras son más rupturistas, más de choque. Las primeras están destinadas al conjunto de la sociedad de la época; las segundas a un núcleo inevitablemente cerrado. 

Hay quienes se preguntan cómo es posible que compositores como John Cage, Luciano Berio, Mauricio Kagel, Karlheinz Stockhausen, Morton Feldman, Iannis Xenakis y tantos otros sean todavía resistidos. La respuesta es simple: los nombrados mayormente escribían música para los músicos o para los intelectuales, y no para el público en general. El comentario no pretende ser despectivo: Friedrich Nietzche se jactaba de escribir para unos pocos iluminados. Algo de eso hay en la obra de los artistas nombrados, y está muy bien que así sea. Pero no le pidamos al mundo que aprecie sus obras. A mí me tienta explorar cada tanto ese tipo de arte. Lo hago con el convencimiento de que no debo ir a buscar allí lo mismo que puedo encontrar en Bach, en Mozart, en Beethoven. Voy a buscar la ruptura. A sabiendas de que existen también las rupturas aparentes, que no pasan de ser una mera pose. Es solamente una explicación posible: no todo el arte tiene los mismos objetivos, y por tanto tampoco los mismos destinatarios. 

Por poner un ejemplo: hay una distancia enorme, a pesar de tratarse en ambos casos de líneas rupturistas, entre Los Beatles de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band y Los Beatles de Revolution 9, que de no haber sido incluida en el Álbum Blanco hubiese corrido la misma suerte que Two Virgins y el resto de la música experimental de Lennon-Ono: muchos ni siquiera conocen la existencia de estas obras, alejadas no solamente del canon de la época, sino también de una sensibilidad que las haga comprensibles a un público más amplio.

Pero aquí entramos al nudo de la cuestión: una cosa es que una expresión nos resulte ajena o incluso incomprensible, y otra muy diferente su rechazo a través de la denigración. Llama la atención que gente supuestamente formada declare que La ciudad ausente es música sin sentido, o una muestra cabal de falta de talento, en lugar de limitarse a decir "a mí no me gusta" o "a mí no me llega". Es como si un hispanohablante, al escuchar una conversación en alemán, chino, ruso o yiddish, ante la incomprensión de lo que escucha exclamara indignado: "¡Eso no es un idioma, no tiene ningún sentido!"

Llama la atención, y es además una alarma. Porque en ese gesto simple, aparentemente inocente, anida un germen de totalitarismo que también se ve expresado en otras esferas de lo lo social y lo político. Las pruebas están a la vista. Ya sucedió en otros momentos, tanto aquí como en otros rincones del mundo. El virulento rechazo que sufrió en su momento Astor Piazzolla por supuestamente atentar contra las raíces del tango hoy puede ser vista como una anécdota. El Entartete Kunst de la Alemania nazi es parte de la más oscura historia contemporánea. ¿Hay tanta distancia entre un ejemplo y otro?

"El abuso del sinsentido en el arte constituye la manera más eficaz tanto de presumir talento como de disimular su carencia", escribió alguien en una red social asociada al Teatro Colón, con más elocuencia que argumentos. Y muchos lo aplaudieron. Mi opinión, en cambio, es que cuando algo no se comprende, no hay mejor manera de proteger la propia autoestima que afirmar que aquello que no se ha comprendido carece de sentido. Pero de nuevo: discutir esto en torno de una ópera de Gandini no pasa, al fin y al cabo, de ser algo así como un paso de comedia. Lo severo es que el mismo paso marcial pesa sobre la organización imaginaria y política de nuestra sociedad. Ahí es donde las cosas se complican gravemente.


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jueves, diciembre 07, 2023

Para pensar

Hace poco escribí un breve texto, que titulé "Milei es un meme". Más allá de las consideraciones allí vertidas, relativas a la mecánica por la cual la imagen de este tipo de personajes, no sólo ahora ni en nuestro país, se hace viral (pero antes la caricatura seguía cronológicamente a la persona, ahora es el meme el que anticipa o crea el personaje), hay una pregunta que queda flotando: ¿No será precisamente la realización de lo memeable en tanto tal, vale decir su difusión viral, cruzada con la lógica de un consumo irónico mal interpretado por parte de la sociedad, lo que determina, como una profecía autocumplida, las condiciones que finalmente llevan al poder a este tipo de "representantes"? 

Por supuesto, media en esto una enorme falta de conciencia política por parte de los electores, pero también una incapacidad indudable por parte del sistema político mismo para generar dicha conciencia en el marco sensible e imaginario del cual forma parte. Hay una desconexión evidente entre la realidad y los imaginarios sociales. Y la política, siguiendo sus propias reglas de reproducción, multiplica candidatos y propuestas memeables, como modo de perdurar. Los resultados esperables de esta lógica son evidentes. La pregunta es cómo se podría salir de este círculo vicioso, que hoy es alentado por las tecnologías algorítmicas de ¿comunicación?

De lo que pudo haber sido

Tengo una tristeza blanda
De lo que pudo haber sido y no fue
De lo que fue y ya no volverá a ser
De los sueños que se disuelven
Al despuntar ciertas mañanas
Como un callado grito
Que pone fin a todas las músicas.

El pudo haber sido es idéntico a la nada
No sirve en el amor, no sirve en la vida
La única realidad es el aquí, el ahora
Lo que podamos hacer con lo que hay
Con lo que vamos teniendo
Con lo que siempre va quedando
Hasta que ya no quede nada.

Pero nunca te rindas
Porque a pesar de todos los males
Del instante que se desvanece
Del relámpago que refulge y se apaga
De la negada inmortalidad de los dioses
De la necedad de los egoístas y los violentos
Siempre todavía algo queda.