domingo, julio 20, 2008

Un pensamiento

Si en cierto instante
hubiese girado hacia la izquierda
en vez de a la derecha;
si en cierto momento
hubiese dicho sí en vez de no,
o no en vez de sí;
si en cierta conversación
hubiese tenido las frases que sólo ahora,
en la somnolencia, elaboro;
si todo eso hubiese sido así,
sería otro hoy...


Simplemente hoy no puedo dejar de pensar en estas palabras de Fernando Pessoa.

miércoles, julio 09, 2008

Entre la memoria y el olvido

"El olvido finalmente nos libera de la mayor parte de las cosas que aprendemos." La frase de por sí resulta provocadora. Pero lo es más si es pronunciada, como sucede en este caso, por el rector de una Universidad Nacional. Ni siquiera nos tomaremos el trabajo de mencionar aquí cuál, no porque no valga la pena saberlo, sino porque las ideas más profundas debieran aspirar siempre a un saludable anonimato.

Que el olvido, lejos de ser tenido como un enemigo, pueda ser considerado liberador, en un contexto en el cual solemos quejarnos de la escasa memoria de la gente, puede parecer un contrasentido. Que un docente, cuya tarea aparente es fijar conceptos en la conciencia de sus estudiantes, califique el olvido de este modo, es por lo menos inquietante. Salvo que en realidad la verdadera tarea de un maestro sea otra.

En las comunidades primitivas, que todavía no conocían la escritura, donde la memoria tenía el sentido de lograr que la repetición ritual de determinados relatos permitiera traspasar de una generación a la siguiente los contenidos de una cultura, la gente se reunía en torno de una fogata para repetir, una y otra vez, las mismas historias. Pero no eran las historias en sí mismas lo importante, sino su contenido simbólico. Poco importaban en general los detalles, siempre y cuando se mantuviese lo esencial del relato, y es por eso que en diferentes regiones del mundo se repiten muchas historias míticas, aunque cambian los nombres de sus actores.

Hay personas que son capaces de retener enormes cantidades de información: nombres, fechas, rostros, bibliografías, datos en general. Yo reconozco que la memoria no ha sido ni probablemente vaya a ser jamás mi fuerte. Tal vez por esto la frase en cuestión me resultó llamativa. Por conveniencia personal. Aunque también porque subvierte una serie de valores que a la mayoría de nosotros nos han inculcado desde chicos, afines a un enciclopedismo que hoy resulta imposible de seguir sosteniendo, pues es tanta la información disponible y declaradamente importante, que resulta sencillamente inabarcable. Hoy no se puede leer todo lo que sería necesario leer, escuchar todo lo que deberíamos escuchar, conocer todo lo que merece ser conocido.

Es un poco a lo que alude Cortázar, cuando en su libro Rayuela se refiere a la melancolía de una vida demasiado corta para tantas bibliotecas, y a la conciencia de que al leer a Joyce se está sacrificando automáticamente otro libro y viceversa. O lo que Rodrigo Fresán sintetizó desde la foto de la solapa de uno de sus libros en una maravillosa sentencia estampada en una remera, que la gran literatura a veces viene en envase chico: "Too many books, so little time." La frase en cuestión admite modificaciones al gusto de cada quien, y podemos cambiar el too many books por tantos lugares, tantas mujeres, tantos museos, tanta música, etcétera.

Pero aunque el tiempo fuese infinito, la memoria es por naturaleza débil. No recordamos todos los libros que hemos leído, ni el nombre de aquella película que en su momento tanto nos emocionó, ni mucho menos el autor de aquella frase... ¿Cómo era la frase?...

Entonces, tal vez debamos plantearnos qué cosas deberíamos priorizar en nuestro aprendizaje. O en aquello que pretendemos enseñarle a los demás. Tal vez lo importante no es lo que seamos capaces de recordar, sino lo que alcancemos verdaderamente a comprender. Y de más está decir que la comprensión no siempre pasa por el lado de la racionalidad. Muchas veces lo emocional, lo ético y lo estético son claves indispensables para comprender las cosas del mundo y a los otros.

Por suerte contamos con el olvido. De lo contrario, muchos de nosotros estaríamos dispuestos a creer que lo importante es aquello que se recuerda. Y nos veríamos compelidos a leer todas las bibliotecas, a conocer toda la música, los cuadros, los lugares, las frases célebres, los blogs y las páginas de internet indispensables, y tantas otras cosas. El olvido viene a demostrarnos que ese enciclopedismo no tiene ningún valor. Que lo importante radica en otro lado. Comprender a fondo el sentido de una hoja de trébol, de una mirada, de una única melodía, de un minuto de nuestras vidas, acaso sea desafío suficiente.