jueves, febrero 23, 2017

Prohibido prohibir prohibir prohibir

"Prohibido prohibir". La frase brilla en las paredes de París en 1968. Es una frase contestataria, razonable en el marco de una sociedad que siente que las normativas restringen cada vez más la libertad intrínseca del sujeto. Curiosa idea, según la cual la libertad sólo es posible a partir de una primera y única prohibición. Prohibición que de todos modos establece una paradoja, pues ordena precisamente aquello que niega.

Pero entonces, décadas más tarde, alguien escribe en otro muro: "Prohibido prohibir prohibir". Y parece apenas un inconsecuente juego de palabras, pero en cuanto se somete la sentencia a un análisis básico, resulta que no es tan simple. Porque aunque a primer golpe de vista la frase solo parece profundizar la paradoja inicial, en realidad no lo hace: la única normativa a la que alude esta nueva frase es precisamente la única que había quedado fuera de la prohibición anterior. Vale decir: anula la prohibición de prohibir, abriendo así el juego a toda una serie de eventuales prohibiciones, que de este modo quedarían legitimadas.

No parece casual que esta formulación, de apariencia revolucionaria pero en esencia totalitaria, aparezca precisamente ahora, cuando el mundo occidental cae globalmente en manos de una derecha preocupada por maximizar los beneficios de unos cuantos antes que velar por los derechos del ciudadano en general. Es probable que la anarquía que proponían los jóvenes del Mayo francés fuese utópica. Pero en definitiva esta noción resulta todavía más preocupante. Acaso sea preferible añadir un nivel de prohibición más, aunque se nos tilde de prohibicionistas. Pero asegurarnos de este modo que quede prohibido prohibir la prohibición de prohibir.

lunes, febrero 20, 2017

Monstruos

Cuando éramos niños, 
de esto hace mucho tiempo, 
en un siglo ya pasado y viejo, 
a menudo temíamos quedarnos solos, 
pues intuíamos que los monstruos 
que acechaban en medio de 
las sombras de la noche 
solo serían capaces de alcanzarnos 
si nuestros padres no estaban cerca.

Conforme pasaron los años 
terminamos comprendiendo que 
aquello no era, al fin y al cabo, 
más que un ingenuo miedo infantil. 
A la larga conseguimos aceptar 
que más allá del temor 
ninguna abominación se escondía 
en la vaga oscuridad nocturna, 
y que podíamos dormir sin compañía, 
cuando no hubiese más remedio, 
sin peligro mayor que acompañados. 

Y aunque todavía nos sigue inquietando 
en no pocas ocasiones hallarnos solos, 
al menos ahora sabemos la verdad: 
que los verdaderos monstruos
no se ocultan en los pliegues de la noche, 
sino que viven dentro de nosotros mismos.


lunes, febrero 13, 2017

La palabra como elemento organizador y reparador del mundo

Leo una entrevista a la antropóloga francesa Michele Petit, en relación a la experiencia de la lectura: "Una de las mayores angustias humanas es la de ser caos, fragmentos, cuerpos escindidos, la pérdida del sentimiento de continuidad, de unidad. Uno de los factores por los cuales la lectura es reparadora es que facilita el sentimiento de continuidad, a través del relato. Una historia tiene un principio, un desarrollo y un fin; permite darle unión a algo. A veces, escuchando una historia, el caos del mundo interior se apacigua, y por el orden secreto que emana de la obra el interior podría también ponerse en orden. El mismo objeto libro, ­hojas pegadas juntas, organizadas, ofrece la imagen de un mundo reunido."

Pienso que tal vez esta misma reflexión sea aplicable a las palabras en general, que se organizan a veces en papel, otras en una pantalla, hilvanando un relato, una serie de ideas más o menos lógicas, poniendo en juego una creencia, una estética, una posición en el mundo, ocupando una espacialidad, fijando un aquí y ahora, dejando también un rastro que en algún momento acaso sea seguido por los ojos de alguien más, con lo cual se convertiría en ese acto en una suerte de modesto testimonio de nuestro breve paso por el mundo, una señal que indique que alguna vez fuimos algo más que una mera fantasmagoría. O que al menos estamos convencidos de ello.



miércoles, febrero 08, 2017

Los acríticos

La política.
Las religiones.
Los ídolos de barro.
Los fanatismos,
de cualquier signo que sean.
No me molesta Dios,
sino sus huestes.
No me interesa el famoso
al que le gritan "genio",
pero me fastidian
sus seguidores.
Me resisto a los fanáticos,
capaces de defender lo indefendible
con tal de no sentirse vacíos.
Creo que le tengo alergia
a las masas acríticas.
Acaso sea ese mi problema.


domingo, febrero 05, 2017

Líneas narrativas

Acabo de terminar de leer una novela. No consignaré aquí su título, pues lo que pretendo escribir implica revelar su final. Digamos nada más que se trata de una novela magnífica, escrita por un famoso autor estadounidense, que sin embargo rompe con al menos uno de los preceptos básicos que se supone que todo buen relato debería respetar: no dejar líneas narrativas abiertas. Esto aquí no se cumple. Uno de los personajes centrales de la historia aparece un día brutalmente golpeado. Alguien lo lleva a un hospital. Pero el autor se ocupa de colocar a este alguien en una ambigua situación: plantea la sospecha de que él sea el responsable de la golpiza, al mismo tiempo que deja entrever su inocencia. Además abre otra intriga: no termina de definir si el personaje golpeado ha muerto o si, por el contrario, logró recuperarse. Son nada más dos de las varias cuestiones que van quedando pendientes de resolver. Uno va leyendo el libro y se da cuenta de que cada vez quedan menos páginas para llegar al final. Demasiado pocas, para la cantidad de incógnitas que resta solucionar. Hasta que un inesperado y trágico accidente, en el cual mueren tanto el protagonista principal como el sospechoso de haber castigado (¿asesinado?) al otro personaje que antes mencionamos, pone un abrupto punto final al libro. Nos quedamos así con un montón de cuestiones vinculadas a la trama sin desentrañar; múltiples líneas narrativas quedan abiertas y truncas.

¿Se trata realmente de un error dentro del relato? ¿De verdad el famoso novelista estadounidense se equivoca de un modo tan grosero? ¿O acaso está planteando que así es precisamente como suceden las cosas en la vida real, y que las historias simplemente se terminan en el momento en que la vida acaba, sin que interese si hemos dejado asuntos que han quedado irresueltos de manera desprolija? Es como si en un giro maestro de la ficción el protagonista de la novela se mimetizara con el lector: los dos están en la búsqueda de las mismas revelaciones, de los mismos cierres narrativos, que no tendrán lugar. Al menos no del modo en que esperábamos, porque al fin y al cabo sí hay un final. Muere de repente el protagonista. Y no hubiese sido demasiado diferente, a los fines del relato, si el muerto hubiese sido el lector. Los efectos hubiesen sido parecidos, en lo que a las intrigas de la historia se refiere. En ambos casos nos hubiésemos quedado sin develar las mismas cosas.

Los finales muchas veces son así de inesperados. Tan inesperados como el final de nuestra propia existencia. Tal vez este sea el mensaje de esta novela, carpe diem. Los puntos finales caen, sencillamente, en el preciso lugar en donde caen. Lo que hayamos hecho hasta ese momento, esa será la obra inevitablemente inconclusa, pero al mismo tiempo concluida.


miércoles, febrero 01, 2017

Sueño 170201

Observo a un niño
que juega con un espejo.
La imagen es, de por sí,
digna de una pesadilla.
No sé quién sea el niño,
y tal vez no quiera saber.

Hay también un perro acostado a mi lado.
No alcanzo a verlo, pero puedo sentirlo.
Y lo curioso es que sé que no es verdad,
que estoy solo, que no hay ningún perro.
Pero la sensación me resulta agradable.
Entonces lo toco, y el animal se acomoda.

Pero ahora resulta que
el perro ya no es perro:
ahora de repente sos vos.
Comprendo que no sos real,
pero se siente tan bien imaginar
que estás aquí, conmigo.
Vos me pedís entonces
que te haga el amor,
y yo quiero decirte que no puedo,
porque vos no sos vos,
pero qué vas a pensar de mí,
si te digo semejante cosa.

Me cuesta mantener tu imagen.
Es como que de a poco te convertís
en otra persona, y yo hago fuerza
para seguir soñándote a vos.
Porque solamente con vos
puedo dormir tranquilo.

Entonces me llama la atención una luz roja, que enciende y apaga cerca del techo, a la altura de la puerta. Y me doy cuenta de que allí hay algo que yo no había visto antes, como una cámara de vigilancia, o una especie de sensor. Me despabilo, me levanto de la cama y me acerco. Enciendo las luces, para poder ver mejor de qué se trata. Pero la luz es mortecina, y además no alcanzo a ver porque me obstaculizan la visión unos reflectores que cuelgan desde más arriba. Me pregunto para qué estarán esos reflectores. Y al mismo tiempo me doy cuenta de que todo eso tampoco estaba ahí antes. En la pared hay además muchos faroles negros, adosados como decoración. Comprendo entonces que este lugar, que es mi departamento, es utilizado también por alguien más. En ese momento siento que alguien intenta abrir la puerta. Observo por la mirilla y, en efecto, hay alguien del otro lado, colocando una llave. Voy a golpear entonces la puerta, para advertirle a esa persona que está intentando entrar a mi casa... Y me doy cuenta de que ya he soñado antes con esta escena. En mi sueño, cuando yo golpeaba la puerta, esos golpes no producían ningún ruido en absoluto. La diferencia, claro está, es que ahora no estoy dormido, sino bien despierto. Golpeo entonces la puerta, desesperado, casi enloquecido... Y mis golpes suenan apagados, como si hubiese golpeado solamente el aire. Entonces grito, y mi grito me despierta. En la oscuridad, veo que una luz roja se enciende y apaga, cerca del techo, a la altura de la puerta.