domingo, septiembre 22, 2013

Voces sin rostro

Ya lo hablamos, te lo dije, 
pero vos nunca me escuchás...
Ahora oigo voces en mi cabeza.
Voces que aseguran haberme dicho
cosas que yo no logro recordar.
Será tal vez que estoy volviéndome loco.
También escucho risas. Se ríen de mí.
Quiénes son los que ríen, no lo sé.
Supongo que ellos, claro está.
Todos ellos. O quizás ella.
No vale la pena que me ponga así, ya lo sé.
Si por lo menos estas voces tuviesen un nombre.
O mejor todavía: alguna clase de rostro.
Si pudiese hablar con ellas.
Si hubiese alguna manera de conversar.
Todo esto es un enorme sinsentido,
un perfecto engaño, lo entiendo.
Amor, nunca jamás exististe.
Y en cuanto a vos, poeta triste y absurdo,
no has sido más que un momento,
una piedra al costado del camino
que se toma y luego se arroja lejos
con la idea de que no regresará.
Todo es parte de un cruel juego.
Tristemente llegan tarde estas voces.
Las advertencias en general son así: tardías.
Y llegan de la mano de ángeles anónimos.

miércoles, septiembre 18, 2013

Finales posibles

Alguien escribe el siguiente cuento sin final:

"El escritor está tipeando en su PC, con las luces apagadas. Corre el teclado, apoya su brazo sobre el escritorio, cierra los ojos y deja caer su frente sobre su brazo. Nos alejamos de él, escapamos por la ventana, giramos la cámara y vemos la ciudad. Con música incidental romántica, hacemos un fundido hasta otra ciudad. Hacemos un paneo hasta otra ventana donde..." (*)

La escritura ha llegado sólo hasta este punto. Entonces, alguien completa el final:

"...donde otro escritor, en otro escritorio, pero también con su cabeza apoyada sobre su antebrazo, delante de otra computadora, descansa, piensa, o acaso finge que sueña, mientras una sombra a sus espaldas alza en alto el brazo que termina en una hoja de puñal. El brazo comienza a bajar, en un gesto tan veloz como violento, aunque a nosotros nos parezca que todo sucede como en cámara lenta. Ahora todo depende de que el escritor (pero no sabemos si éste que duerme o el primero) se despierte a tiempo."

Una tercera persona sugiere que, para ponerle más clasicismo al asunto, sería posible preguntarnos si realmente el primer escritor está soñando al segundo, si el segundo al primero, o si es que acaso ambas afirmaciones son ciertas. Pero regresa el autor original, a quien estas dos alternativas no le resultan en absoluto gratas, y se dispone entonces a escribir su propia versión de la historia. Es su relato, finalmente, y puede hacer con él lo que le plazca, y no lo que le digamos nosotros. Eso sí: nos permitimos sugerirle desde aquí que, por las dudas, no se quede dormido.

(*) "Alguien" se llama Darío Sebastián Benítez. 
Y espero sinceramente que no le suceda nada malo.

martes, septiembre 17, 2013

Cuchillo sin mango ni hoja


"Aquel cuchillo sin mango, al que le faltaba la hoja, era una acabada representación de la misma nada."

(Y yo pienso entonces que ha de haber muchas otras representaciones similares de la nada, precisamente allí donde nosotros insistimos en ver multitud de cosas.)

lunes, septiembre 16, 2013

Carpe diem fucking idiot

Todos vamos a morir
algún día
eso no es ninguna novedad
la novedad es
de repente
darte cuenta
de que ese día
puede llegar a ser
en verdad un día cualquiera
por ejemplo hoy
a las cuatro y media de la tarde
y todas las cosas que no hiciste 
y las que hubieses querido hacer 
y todos esos problemas que 
parecían ser tan importantes
todo eso será nada
decime vos si no fuimos
realmente unos imbéciles
pretendiendo que sabíamos 
cómo hacer las cosas.
La buena noticia
es que ese día cualquiera
podría llegar a no ser hoy
sino quizás manaña
y eso nos daría unas horas
algo es algo al menos
para poder hacer algunas cosas
como realmente queremos
y hasta podría llegar a suceder
que tampoco fuese mañana
pero no te confíes
que el día finalmente llega.
¿Podrás dejar de ser un imbécil?
Sinceramente yo 
hasta ahora 
no he podido.

domingo, septiembre 15, 2013

Cuentos de hadas


Después de haber trabajado durante años sobre diferentes tipos de ficciones, como lector, como escritor, como docente en talleres en los cuales la ficción estaba a la orden del día, llego a la conclusión de que hay pocas cosas que sean tan perversas como los cuentos de hadas. En una situación típica, siempre habrá en el cuento de hadas una joven princesa, un niño o cualquier otra personificación inocente e indefensa que, enfrentada a una situación penosa y naturalmente injusta (pues se entiende que un ser bueno no merece andar penando por la vida), recibirá en el último instante, justo cuando se encuentre en el borde de la desperanza, la providencial ayuda de quien, de un modo u otro, estará dispuesto a reconocer sus valores, sean estéticos o morales. ¿Y qué es lo que tiene todo esto de perverso? Pues no cabe ninguna duda al respecto: que se trata de una enorme mentira. Una mentira en la cual el niño, en su probable inocencia, eventualmente llegará a creer. Y que determinará que en un futuro, cuando inevitablemente ese niño se enfrente a cierta desdicha o desesperanza, tienda a suponer que alguien, algún príncipe fabuloso, alguna princesa de ensueño, algún hada o cualquier entidad maravillosa que imagine, llegará finalmente en su ayuda, cuando lo cierto es que nadie acudirá a su rescate. Así las cosas, el porvenir de esta criatura estará marcado por la decepción, y lo que es más grave, por su incapacidad de reaccionar cuando le toque el turno de enfrentarse a la vida. Y si alguien desea ver en estas líneas un sutil reclamo a quien, sin siquiera buscarlo, vino a ocupar el lugar de aquella persona que hubiese debido rescatarnos en algún momento crítico, no estará del todo errado. Pero no nos engañemos más. Ante la desesperanza, ante el dolor, la única ayuda segura que siempre podremos recibir será la que nosotros mismos logremos darnos. Las hadas, los príncipes, las princesas de ensueño, sencillamente no existen. Y si alguna vez alguien creyera toparse con alguno de estos personajes, mi consejo es que corra, antes de ser ganado por la ilusión primera, esa que no hará más que hacernos víctimas del posterior cruel desencanto. Si estás jodido, vas a tener que salir vos solo de allí, porque nadie llegará al recate, y cuanto antes lo descubras más pronto podrás comenzar a ayudarte.

sábado, septiembre 14, 2013

Ausencia IV

Yo no sé si el olvido exista.
Y si acaso alguna vez lo supe
la verdad es que lo he olvidado.
Me gustaría poder olvidar
algunas otras cosas.
No hablo de un olvido descontrolado
sino de borrar solo algunos
determinados recuerdos
esos que lastiman
cuando llegan
y se instalan
y no ceden.

Quisiera poder olvidarte.
No siempre, sino a veces.
Pero si este fuese mi último día
mi tiempo final, mi fatal meta,
mi último pensamiento
todavía sería para vos.
Y no lloraría tanto el final de la vida
como cada momento de los muchos que
pudiendo habernos hallado juntos
nos encontraron en cambio
a cada uno por su lado
con nuestras bocas sedientas
y nuestros labios sellados.

miércoles, septiembre 11, 2013

Discriminación


Hay algunas palabras que tienen mala prensa. "Prejuicio" es una de ellas, cuando en realidad el prejuicio (esto es, la reacción que surge con cierta inmediatez, antes de que haya tiempo para desarrollar un juicio crítico concreto) es en ocasiones algo conveniente y necesario, siempre y cuando más tarde tengamos la capacidad de revisar ese prejuicio para convalidarlo o descartarlo por erróneo. Ante un potencial peligro inminente, por ejemplo, siempre será preferible tomar una actitud defensiva, antes que dudar demasiado y exponernos a un daño que pudiera ser irreversible.

"Discriminación" es otra palabra con mala prensa. Esta semana las noticias nos cuentan que la justicia del Estado de Iowa, en los Estados Unidos de Norteamérica, acaba de aceptar que personas ciegas puedan tener permiso de portación y uso de armas de fuego. Se explicó que, de no darles este derecho por su condición de invidentes, sería caer en una actitud de discriminación. Supongo que también habrán habilitado a los ciegos a sacar una licencia profesional de manejo, o a trabajar de controladores aéreos, o de neurocirujanos, etcétera, etcétera.

sábado, septiembre 07, 2013

Aguacero













"Llueve así desde anoche", dice la gente,
mientras trapea como puede el agua
que se mete por debajo de las puertas,
por los marcos de las ventanas,
y los chicos miran, entre incrédulos y maravillados,
la cortina constante que cae desde lo alto.
Y es verdad que hace rato no se veía llover así,
esta lluvia incesante, por momentos escandalosa,
cuya intensidad parece ser su única intermitencia.
"Es la tormenta de Santa Rosa", comenta la gente,
mientras corren a cerrar una puerta que abrió el viento,
acomodan un balde bajo una nueva gotera
y se sobresaltan con un trueno que de pronto
sacude hasta los cimientos las casas.

Yo también miro ahora por la ventana.
Cierro los ojos un instante para verte
y repito tu nombre en silencio, una vez y otra,
mientras me sigo doliendo en tu ausencia.
La gente dice que llueve así desde anoche
pero yo sé bien que eso no es del todo cierto.
Está lloviendo así desde el día en que te fuiste,
desde la última vez que despertamos juntos,
desde el último beso, la última risa,
la última promesa, el último orgasmo.
Es desde entonces que esta lluvia cae y no cesa,
por más que en el pueblo nadie lo haya notado.
Regreso a la ventana. Sigue lloviendo.
¿Cómo es que todavía tiene tanta agua el cielo?

viernes, septiembre 06, 2013

Dos verdades

"Verdad es lo que la gente cree", dice un proverbio indígena norteamericano, que anticipa así el constructivismo propio de la Escuela de Palo Alto. Desde la vereda de enfrente, un proverbio turco advierte: "Quien vaya a decir la verdad, que tenga un pie puesto ya en el estribo."