sábado, junio 29, 2019

Ciudades

Podría ser en Roma,
O en París, o acaso en Praga.
Este mismo amanecer.
Este mismo resplandor entrando
de manera tenue por una ventana.
Podría ser cualquiera de esas ciudades
o quizás Dublin, Hamburgo, Brujas,
e inclusive Buenos Aires.
Sabremos qué hay detrás de las cortinas
que cubren las ventanas más tarde,
cuando salgamos a caminar en busca
del Café de la Paix, o del Parque Minnewater.
Pero hasta entonces el mundo es esto,
esta tenue luz, este silencio,
el roce de las sábanas sobre la piel,
y el calor de tu cuerpo desnudo
acurrucado junto al mío.
Podría ser cualquier ciudad del mundo,
pero no hay un lugar en el universo
en el cual yo prefiera estar
más que en este preciso espacio
en el cual los dos estamos ahora mismo,
ni ningún amanecer más hermoso
que aquel que me encuentre a tu lado.

jueves, junio 27, 2019

Sueño 190627

El tren había llegado enseguida, pero después se había empecinado en quedarse detenido en la estación. Conmigo estaban Jéssica (edad indefinida), Daniela, y acaso también alguien más a quien no recuerdo. Sí tengo presente, en cambio, que salí del vagón para caminar un poco. O tal vez porque quería estar un rato solo. Solía tener esa necesidad entonces, de alejarme un poco de los demás, incluso tratándose de mi esposa y nuestra hija, y en ocasiones me pasa todavía con el resto de la gente. Lo cierto es que estaba fuera del tren cuando la formación cerró sus puertas y arrancó sin previo aviso. Me insulté por lo bajo, reprochándome mi descuido, pero por suerte el tren siguiente se encontraba ya a la vista, y esta vez no habría ninguna demora antes de que continuara su camino. Me acomodé apoyado contra uno de los laterales del vagón, y seguramente me habré perdido en intrascendencias.

De repente me sorprendí preguntándome en dónde había dejado la bicicleta. ¿Había subido al tren con ella? Estaba casi seguro que sí, pero allí no estaba. Con extraña tranquilidad dí por sentado que ya estaría en manos de alguna otra persona, cuando sonó mi celular. Era Daniela, para preguntarme -su tono de voz me hizo saber de inmediato que estaba muy molesta conmigo- adónde estaba. En situaciones tales solía ser común -acaso lo sigue siendo- que yo tomara la situación de un modo distraído, de manera que con toda naturalidad expliqué que me había tomado el tren siguiente, y que seguramente estaríamos cerca. Para mi sorpresa, Daniela me dijo que ellas ya habían llegado a Once. Cosa curiosa, porque mi tren todavía no había entrado a Liniers. ¿En qué momento se había instalado entre nosotros tanta distancia?

- Cuando llegues fijate, porque está tu papá acá esperándote; necesita la bicicleta -escuché que me decía la voz de Daniela del otro lado del teléfono. Siempre me molestó ese tono, que me hacía saber que yo me encontraba en falta, incluso sin decirlo. Y jamás supe cómo enfrentarlo. Ese fue parte de nuestro desencuentro. Podría haberle dicho que la bicicleta ya no estaba, pero no lo hice. Sin embargo, por una vez no fue para ocultar mi falla, el inexcusable descuido de haber extraviado el rodado, de ni siquiera saber si había subido o no con él al tren o recordar en dónde lo había dejado.

- Decile por favor que me espere -respondí. A decir verdad, la bicicleta ahora era lo de menos. Lo que me importaba era la oportunidad de volver a ver a mi papá.

Desperté antes. Por alguna razón siempre despierto antes. Me resulta muy difícil soñar con mi viejo, después de su muerte. Y por más que intenté volver a dormirme, ya no logré hacerlo.

martes, junio 25, 2019

Aunque parezca un juego de palabras, no soñar nada es muy diferente a soñar con la nada

Anoche soñé una vez más con la nada.
Si me preguntaras cómo es esto
probablemente te diría que
es algo difícil de explicar.
Es como tener de repente la certeza
de que después de la muerte
nos espera exactamente eso:
ni más ni menos que la nada misma.
Un final absoluto y definitivo.
Se me ocurre decir que también absurdo.
Ni alma, ni dioses, ni trascendencia, ni espíritu,
y por supuesto, entonces, tampoco un sentido.
Es como si una angustia sin forma
se te metiese de pronto en el alma...
Nada de lo que hagas podrá salvarte.
Aunque por otra parte, también tuve una idea:
Si nada hay después, tampoco hay reglas.
Cualquier cosa que queramos hacer es lícita
puesto que estamos vivos, ni antes, ni después.
Tal vez el único sentido posible esté en el ahora.


sábado, junio 08, 2019

Sábado 17:59

Se está haciendo de noche otra vez
y una vez más me enfrento
a esta extraña inquietud
que de pronto comprendo
se parece demasiado al miedo.
Será por eso -me digo de repente-
que suelo sacarle fotos al horizonte
cuando desde el ventanal de mi casa
veo cómo el sol se va escondiendo
y la luz y el calor de la tarde
le ceden paso de a poco a la oscuridad.
Saco fotos para tratar de entender,
o para pretender que soy valiente.
Pero eso es mentira.
Cuando ya sea entrada la noche,
acaso mi inquietud cambie de forma,
y tal vez será el amanecer
lo que me inquiete más tarde.
Es el cambio inevitable de las cosas
lo que me angustia.
Incluso cuando mañana
amanecerá y atardecerá de nuevo.
Pero nosotros ya no seremos los mismos.

sábado, junio 01, 2019

Un diálogo inadecuado

- Decime... ¿A vos no te pasa que a veces te dan ganas de decir cosas inadecuadas?

- ¿Cosas inadecuadas?... ¿Inadecuadas cómo?

- Inadecuadas como esta pregunta que acabo de hacer, precisamente. Pero es nada más un ejemplo. Pienso que tal vez sea algo así como el deseo de hacer una prueba. Decir cosas para ver cómo suenan en el momento preciso de ponerlas en palabras. O para ver qué sucede entonces. Incluso cuando tal vez uno en realidad no desea que suceda nada en particular. O mejor dicho... ¿Una doble negación vendría a ser algo así como una afirmación? ¿O es más bien todo lo contrario?

- Sinceramente... no tengo la menor idea de qué me estás queriendo decir con todo esto.

- Lo lamento. Te aseguro que intento ser lo más claro que puedo. Lo que ocurre es que... Bueno, ya ves. De esto es de lo que hablo. Supongo que a vos no te sucede, entonces. De lo contrario no te sorprenderías tanto. Se trata simplemente de esto: de unas ganas imperiosas, como una compulsión, de decir -o escribir- cosas que suelen estar completamente fuera de lugar, o bien pasar por incomprensibles. Y fijate que a la larga lo incomprensible también resulta inadecuado.

- Debe haber cosas inadecuadas que no sean incomprensibles, supongo.

- Quién sabe. Puede ser que al decirlas parezcan comprensibles, pero que en verdad no lo sean.

- ¿Y qué hacés ante ese deseo, cuando se presenta?

- Algunas veces me dejo llevar. En otras ocasiones me gana el silencio. O acaso sea yo quien gana. Supongo que no hay manera de saberlo con exactitud. Y que no debería estar diciendo todo esto.