Mientras en otros rincones del mundo todavía hoy, finalizando la primera década del siglo XXI, hay personas que son denigradas, encarceladas o directamente asesinadas por manifestar más o menos abiertamente su voluntad de ser libres al momento de vivir el amor -por otra parte inmanejable- o su sexualidad, compartiendo su vida con alguien de su mismo sexo, o buscando una alternativa a un consorte que le ha sido impuesto de por vida, a veces al margen de la propia voluntad, en nuestro país se debate la legalización del matrimonio homosexual.
Me pregunto entonces por qué razón, no siendo yo homofóbico, rechazo esta moción. Y finalmente creo que mi rechazo obedece al reconocimiento de una paradoja encerrada en esta reivindicación de quienes manifiestan su preferencia por una sexualidad diferente. Sexualidad que, por cierto, nada tiene de censurable, aunque evidentemente tampoco encuadre dentro de una normalidad absoluta, siendo el propósito biológico de la sexualidad (no así el afectivo, ni el psicológico) la perpetuación de la especie, que no podría llevarse a cabo en un marco constante de unión de iguales.
Yendo al punto legal, se sostiene que el objetivo de la modificación legislativa propuesta tiende a la defensa de la igualdad de los derechos civiles, al margen de las opciones sexuales que se detenten. Lo cual sin duda es loable. Se cuestiona la delimitación del matrimonio como una institución establecida entre dos personas, varón y mujer. ¿Por qué no entre dos personas, varón y varón, o entre dos personas, mujer y mujer? Admitamos esto. Pero entonces, ¿por qué entre dos personas, y no entre tres, o cuatro, o cinco? Porque así como evidentemente sería insólito permitir el matrimonio entre hombres, y no entre mujeres, o viceversa, del mismo modo deberían protegerse los derechos de aquellos que hubiesen decidido establecer relaciones de conviviencia múltiples.
¿Por qué esa mujer que ha aceptado vivir con un hombre que ya se encuentra casado con otra mujer, a quien lo une el lazo de un amor recíproco, debe resignarse a un papel legal de segundo plano, siendo que la otra mujer la acepta también como integrante de esa misma familia en la cual no hay diferencias entre ambas amantes, salvo la de ser compañera legal una, y marginal la otra? Máxime cuando, incluso en sociedades donde los matrimonios homosexuales no son concebibles, sí se ha admitido y desde tiempos inmemoriales el matrimonio poligámico. ¿Por qué nuestra legislación habría de discriminar a quienes, no haciendo con esto mal a nadie, hayan decidido vivir su vida de esta manera?
Claro está que, no habiendo diferencia alguna en la constitución sexual de los matrimonios, tanto da que este matrimonio poligámico esté constituido por un hombre y varias mujeres, como por una mujer con varios hombres. O en matrimonios mixtos, en los cuales se mezclen varios hombres y mujeres, en números indeterminados. Habrá que inventar nuevas palabras, para designar las relaciones recíprocas que se establecerán entre estos cónyuges y sus respectivos familiares sanguíneos directos. Me solazo imaginando posibilidades: matrimonios en cadena, grupos que intenten romper el récord Guiness al matrimonio mixto más numeroso del planeta, enormes orgías celebradas en nombre de la libertad sexual, pero amparado todo esto en nombre de la igualdad de derechos de quienes pretenden vivir una sexualidad diferente dentro de los límites legales del matrimonio.
Y nada de malo tendría, desde el punto de vista ético, que todas estas cosas sucedieran. Cada quien es dueño de sentir como le salga y de vivir conforme a sus deseos en tanto no atente contra la libertad de los demás.
Sin embargo, la paradoja es que en este contexto que se ha descripto, el matrimonio como institución, que tanto reclaman unos y otros, habrá quedado reducido a la nada. ¿De qué vale, entonces, que se pelee tanto por algo que a la larga, y por consecuencia de tantas reivindicaciones, habrá dejado de existir?
miércoles, junio 16, 2010
Matrimonios y algo más
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2 comentarios:
Coincido en un todo con vos Germán. Si tenemos que aceptar la modificación de una ley que ampara a una mayoría para incluir a una minoría que sale de la normalidad, entonces porque no darle el derecho al matrimonio a otras minorías como por ejemplo los swinger???
Además si esta ley se aprueba el matrimonio civíl dejará de tener sentido para los heterosexuales y a lo mejor dejen de usarlo para darle mas valor al matrimonio religioso, en realidad el significado de la palabra matrimonio dejara de tener el valor que tiene.
Deberian de realizar un plesbicito para saber que piensa la sociedad argentina respecto a este tema, después de todo los legisladores deben legislar para el bien común de los ciudadanos, y esto de común no tiene nada.
Nota al margen: Mucho se debate sobre el potencial derecho de las parejas de homosexuales para adoptar. Yo creo que no cabe ninguna duda al respecto: es mil veces preferible que un chico viva con una pareja integrada por dos personas de un mismo sexo, sean hombres o mujeres, antes de que se vea obligado a criarse en la calle, o en el seno de una familia que lo maltrate. Que jamás la calle ha sido una buena maestra, y el maltrato sólo enseña a maltratar.
De allí a asegurar que una familia integrada por padre y madre sea equivalente a una pareja formada por dos personas del mismo sexo, hay una distancia enorme.
Me parece razonable legislar sobre los derechos de las personas homosexuales, y me parece razonable darles la oportunidad de rescatar, dentro de un marco legal, a tantos chicos que hoy carecen de un hogar firmemente constituido. En realidad, se trata del mismo derecho que debe asistir a cualquier persona soltera que desee adoptar a un niño sin padres biológicos que le aseguren su cuidado, en tanto sea capaz de demostrar la suficiente idoneidad para cumplir semejante cometido.
Sin embargo, el tema se trata con excesiva ligereza. Y los políticos y legisladores, siguiendo la demagogia de lo políticamente correcto y lo falsamente progresista, quieren demostrar que no discriminan a quienes tienen una sexualidad diferente, pretendiéndolos igualar con las familias normales. La palabra "normal" molesta, por ser políticamente incorrecta. Y sin embargo, no pretende ser discriminatoria. Lo normal, a los fines de tener hijos, es la heterosexualidad. La homosexualidad, biológicamente hablando, es inviable a los fines de la procreación.
Esto no convierte a un homosexual en incapaz de amar o cuidar responsablemente a un niño. Lo que le quita, indudablemente, es un marco de referencia a partir del cual poder conformar una identidad sexual sana. Algo que seguramente no es grave, si la alternativa para ese chico es no tener quien lo cuide o lo quiera, pero que tampoco debiera ser desestimado alegremente, como se propone.
Personalmente creo que la normativa debería contemplar la adopción por parte de personas homosexuales, pero haciendo prevalecer siempre, en caso de existir, la alternativa de ofrecer un hogar normalmente constituido. No sería esto una actitud discriminatoria, sino tan sólo velar por la inclusión del niño dentro de un orden natural, el de la familia constituida por varón y mujer.
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