sábado, marzo 22, 2014

Poesía de la ausencia

Dice el poeta chileno Raúl Zurita, a quien confieso desconocer, más allá de algún dato suelto y de la presente cita: "Escribimos porque no hemos sido felices, todos los libros que se han escrito, las sinfonías, los cuadros, han sido hechos porque no hemos sido felices." Confieso que esta idea me resulta llamativa. Perturbadora en algún punto. Oscuramente atractiva también, por supuesto.

Zurita considera que todo lo que él mismo ha escrito ajeno a esta regla no merece ser leído y añade que únicamente la poesía tiene el poder de percatarnos de que un solo muerto nos condena a todos los demás a ser sobrevivientes. Una idea poderosa, sin duda. Aunque acaso injusta si se piensa, por ejemplo, en el Guernica de Picasso.

Más adelante agrega: "La poesía es la esperanza de lo que no tiene esperanza, es la posibilidad de lo que no tiene absolutamente ninguna posibilidad, es el amor de lo que no tiene amor."

Pero volviendo a la primera de las ideas, ella viene a reactualizar la pregunta, que no es mía ni es nueva, de si un artista feliz, o satisfecho al menos con su vida, puede seguir siendo a pesar de ello un buen artista. O si, por el contrario, realmente el dolor es una condición sine qua non para que allí se genere la magia del acto poético. Aceptar esto último resulta una posición un tanto ingrata en lo que hace al propio artista. Es un poco como empujar a Alfonsina hacia la costa para completar su sino poético, o darle pastillas para dormir a Alejandra Pizarnik porque amamos su oscura poesía, o celebrar la bala que rompe la cabeza de Isabel Parra porque fue llevada hasta allí por la misma fuerza que forjó Gracias a la vida.

"Sólo crea quien no está completo", podría decir alguien en este punto. Y con ello generamos un dilema teológico, pues la frase equivale a cuestionar la presunta perfección de un Dios creador. Y sin embargo, es muy probable que esto sea cierto, por lo menos en la dimensión humana. Indudablemente la creación en sí misma genera en el creador una sensación de plenitud, asociable de alguna manera con la felicidad, o por lo menos con la satisfacción. Pero por supuesto, para que el poeta haya tenido la necesidad de generar esa creación primera, para haber tenido ese primer impulso, debió haber sentido antes un vacío que buscó llenar, una cierta ausencia que necesitó salir a cubrir de algún modo a través de sus metáforas. Por eso me temo que acaso Zurita termine teniendo razón. Desde el psicoanálisis, Lacan diría que la palabra viene a sustituir aquello que la palabra nombra, equiparándose por ende a su ausencia. Del mismo modo en que la palabra nombra la ausencia de lo nombrado, el poema viene a suplir aquello que falta en el mundo simbólico, anímico o existencial del poeta.

No hay comentarios.: