viernes, marzo 04, 2016

RMS Titanic / Argentina


Escribo estas líneas mientras el transatlántico atraviesa el océano con todos nosotros a bordo. Se suponía que sería un viaje de lujo, pero solamente unos pocos privilegiados tienen acceso a los banquetes, las fiestas y las amenities. Los de mi clase tenemos prácticamente todo eso vedado. Pero no me quejo, pues he visto que en los niveles inferiores se hacinan como ganado otros viajeros que están mucho peor que nosotros. Desde esta cubierta algunos pasajeros de mi clase se divierten escupiéndolos. No deberían hacerlo: ya he visto varias veces cómo algunos de mis vecinos, sin mediar razón ninguna, han sido desalojados de esta cubierta y han sido llevados abajo.

Más allá de estas cuestiones, el viaje hasta aquí no ha sido fácil. Desde que zarpamos, el control del barco ha sido tomado una vez y otra por diferentes bandas de piratas, y casi todos ellos han abusado de su poder. Hace poco un grupo de rufianes que parecía haberse enquistado en el mando ha sido desplazado. Muchos festejan el cambio, esperanzados. Yo estoy sin embargo preocupado, pues veo que los recién llegados tampoco están haciendo las cosas bien. Para colmo algunos dicen que no hay botes salvavidas para todos: si llegara a pasar algo, apenas se salvarán unos pocos, y serán sin duda los de primera clase. Entre mis amigos, algunos me critican y me llaman alarmista. Opinan que hay que darles más tiempo a los nuevos mandamases. Que hay que dejarlos, que están trabajando. Ni siquiera se inmutan cuando les hago notar que hasta ahora el trabajo que han venido haciendo se ha limitado a perforar el casco del barco. Y que por los agujeros que han hecho ya ha comenzado a entrar el agua.

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