jueves, enero 19, 2017

Libros sagrados

De repente me doy cuenta, casi como una revelación, de que uno de mis grandes problemas en lo que a los asuntos relativos a la fe divina se refiere es la existencia misma de libros sagrados. Para decirlo de algún modo, considero que un libro, cualquiera que sea, es un medio demasiado poco digno para una deidad. O para decirlo de otra manera: un medio demasiado humano, pasible de ser manipulado, tergiversado, mal traducido y mal interpretado a lo largo de los siglos. ¿Cómo confiar en  un Dios que recurre a un instrumento tan poco fiable como un libro para manifestar a través de sus páginas sus sagradas enseñanzas y testamentos? ¿Acaso no tenía, este ser omnipotente, algún modo más preciso, eficaz e indubitable para dejar clara su existencia y para comunicarnos sus preceptos sin margen de duda ni error? Y ni hablemos de qué algunos pretendan que este mismo Dios que decidió recurrir a las palabras para manifestarse sea el mismo que en Babel confundió a los hombres, haciendo que cada uno hablase un idioma diferente. Seguimos confundidos, Señor. Y si he comprendido bien las enseñanzas de tu hijo Jacques Lacan, él ha dicho que la palabra aleja al hombre de la verdad que la palabra nombra. Y yo creo que algo de razón tiene.


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