martes, abril 26, 2022

La música, nosotros, el tiempo

Desde que tengo un piano, pienso: definitivamente yo no soy músico. No sé leer música; no tengo idea de dónde queda la tecla del Si bemol, ni puedo armar un acorde, como no sea de un modo intuitivo.

Pero entonces, ¿qué es eso que sucede cuando me siento delante del instrumento, acciono algunas teclas y surgen sonidos, más o menos ordenados? ¿Cuáles son los límites que definen adónde comienza o finaliza el concepto de música? ¿Es música eso que hago? Mala música, seguramente... Aunque no peor -voy a decirlo- que tantos espantos sonoros que la industria o la vanguardia atrevidamente llaman música, aunque en mí despierten malestares similares a los que podría aportar un martillo neumático rompiendo el asfalto bajo el asfixiante calor de un mediodía de verano.

Como no sé leer música, ni tampoco me atrevo a intentar sacar canciones de oído, las cosas que toco en mi piano son una constante improvisación. No me pidan que vuelva a tocar tal o cual pasaje, de pronto más o menos inspirado, porque me resultará imposible hacerlo. Es cierto, yo lo toqué, pero... ¿Adónde se van todos esos sonidos e ideas? Es como preguntarnos adónde se va un beso. Hay cosas que son nada más en el momento presente. Un presente fugaz, que se disuelve en el mismo momento de concretarse. 

Arte curioso, la música: sólo existe mientras suena. Como bien señala Heidegger en su Arte y poesía, incluso las partituras de las obras más destacadas de Beethoven se acumulan como papas en una bodega cuando nadie las toca. La música, en sí misma, está en otra parte.

La música está en ese instante fugaz que huye permanentemente de nosotros.

Interesante metáfora de lo que es la vida misma.
 

No hay comentarios.: