jueves, julio 07, 2022

Sueño 220707

Suena la alarma, en mi teléfono celular. Lo agarro y con pereza, tras descartar las alarmas subsiguientes, reviso si tengo mensajes, y luego miro mis redes sociales. Una página de literatura que sigo me muestra esta foto, la que reproduzco aquí arriba. Entonces lo recuerdo: durante la noche (noche inquieta, como se ha hecho costumbre), soñé. Soñé que dormía en mi cama. Y soñé que me despertaba, y decidía levantarme, porque había algo que no estaba bien. El respaldo del sillón que hace las veces de cabecera de mi cama se había ablandado, al punto de doblarse cuando me apoyaba en él; las sábanas y las mantas se enredaban sin control y dificultaban mis movimientos. Finalmente logré levantarme. Me llamó la atención encontrar luces encendidas, que yo estaba seguro de haber apagado unas horas antes. Mi casa ya no era mi casa. Lo digo de este modo ahora, ya despierto; pero en el sueño aquel lugar, desconocido por completo para mí, me resultaba totalmente familiar. Imaginé que alguien había entrado; que yo no estaba solo en ese departamento. No sentí miedo, sin embargo, sino curiosidad. Recuerdo haber pensado fugazmente que nadie que entrara a robar a una casa durante la noche iba a encender las luces. Revisé primero un ambiente, luego otro. Entonces lo vi: en un rincón había una persona, sentada en una silla, con una actitud ensimismada, o tal vez estuviese dormida. Y esa persona era yo mismo. Y se veía exactamente así, notable coincidencia, tal como en esta fotografía, como en una especie de transparencia. Al intentar tocar su hombro, mi mano pasó a través de esa imagen, como si se tratase de un fantasma. Ahora que lo pienso, es probable que en verdad lo fuese. Dos fantasmas, en definitiva. Acaso tres, si se diese el prodigio de que ahora mismo alguien más estuviese soñando que yo escribo estas palabras.

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