lunes, marzo 21, 2011

Hace una década también soñaba cosas

Repasando algunos papeles viejos, me encuentro con una reflexión escrita hará unos diez años atrás. La vuelco aquí, porque todavía tiene vigencia, y sin cambiarle una coma, para que quede constancia del paso del tiempo:

La mente humana tiene varios lugares oscuros, por no
decir deficiencias. O al menos, de acuerdo a mi muy
modesta opinión, yo en el lugar del Creador hubiese
dispuesto algunas cosas de un modo un tanto diferente.

Por ejemplo: me parece algo horrible que una persona,
digamos A, pueda soñar una situación determinada de la
que también toma parte otra persona, digamos B, no
sólo sin que B sueñe simultáneamente ese mismo evento,
sino sin que pueda tomar conocimiento de haber
participado en el sueño en cuestión.

Porque por lo demás creo que resulta inevitable que
ese sueño modifique el modo en que A se relaciona con
B (sin que B lo sepa). Y no es que A no sepa que el
mundo onírico y el mundo real son cosas diferentes,
pero si se considera una visión fenomenológica del
asunto, es claro que no resulta sencillo abstraerse de
las sensaciones imbricadas en el sueño del caso.

Como diría el mismísimo René Descartes, para no
ponerme tampoco tan fenoménico: es verdad que en una
situación onírica las cosas soñadas no son reales (?),
pero el miedo que siente el soñador en una pesadilla,
la alegría que siente quien sueña que algo le sale
bien, la tranquilidad o la pasión o la incertidumbre
que producen determinados sueños, todas estas
sensaciones sí son reales, desde el momento en que
residen en el alma de quien ha soñado.

Y entonces el despertar, y el desvanecimiento de toda
fantasía, pero he aquí el dilema: lo onírico se
desvanece, pero estas sensaciones, que sí son reales,
no tienen entonces hacia dónde correr.



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