martes, marzo 29, 2011

Revelación

La gente por lo general no sabe que tarde o temprano se va a morir.

Por supuesto, alcanza con que uno haga una declaración como ésta para que de inmediato se desate la polémica: ¿cómo podría alguien dudar de su propia mortalidad? ¿Acaso no es el hombre la única especie en el mundo biológico con pleno conocimiento de su propia finitud? ¿Habrá alguien dispuesto a desmentir que fuera de un cierto marco que podemos convenir en llamar de-expectativa-razonable-de-vida la muerte es algo inevitable? Todo lo que se quiera; pero no es lo mismo poder decir ya sé que no soy inmortal, que más tarde o más temprano voy a morir, que tener plena conciencia de ello.

Conciencia de nuestra fragilidad, de nuestra caducidad, eso es algo que en definitiva nos falta. De lo contrario -y esta es la fuerza de la evidencia- no viviríamos del modo en que vivimos.

¿Qué harías si de repente supieras que no hay un mañana?...

Es verdad, podemos jurar que sí lo habrá, y seguramente estaremos en lo cierto. Hasta que un día nos equivocaremos.

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