lunes, mayo 09, 2011

Lo que el tiempo se llevó


Alguien publica en Internet, en un perfil de Facebook, tres fotografías en las cuales aparezco. Son tres fotos tomadas en tres momentos distintos del siglo pasado, en 1973, 1974 y 1975 respectivamente. Vale decir que yo tenía por entonces seis, siete, ocho años. Me quedo con la fotografía que me muestra junto con mis compañeros de tercer grado, por ser la más nítida. Si hasta me parece recordar el montoncito de tierra, sacado a fuerza de aburrimiento de la unión de dos baldosas, con el que estaba jugando justo cuando el fotógrafo dijo "Sonrían". Miento. No me acuerdo del fotógrafo, ni de que haya dicho eso. Pero sí del montoncito de tierra. Memoria selectiva, que le dicen.

Observo otra vez, de nuevo, esos rostros que me miran desde la fotografía, el de ese niño que supuestamente fui y el de algunas de las niñas y niños que completan la escena. Reconozco de inmediato a mi amigo Juan José, a Alfonso Amato, quien años más tarde se convertirá en el hermano de mi primera novia; dudo un instante ante el rostro de aquella niña que por entonces me atraía.

De todos modos debo reconocer que todavía tengo más brumas que recuerdos certeros. Cuando algunas personas comienzan a comentar las fotos en cuestión, allí en Facebook, empiezan a aparecer algunos nombres familiares, que no escuchaba desde décadas atrás, pero que permanecen incrustados en la memoria de tanto haber sonado por aquellos días, cada vez que las maestras cumplían con su trabajo de tomar lista. Viviana Aubele... Presente. Laura Bednarz... Presente. Nuri Fernández... Presente. María Fernanda Ramírez... Presente. Germán Serain... ¿Germán Serain?... ¡Ah, sí, disculpe, señorita!... Presente. Es que estaba pensando en otra cosa.

¿De verdad esos niños que miran desde el otro lado del tiempo y de una fotografía somos nosotros?... No quisiera pasar por escéptico, ni mucho menos por necio, pero en cierto punto me cuesta creerlo. Es que ha pasado tanta agua debajo de muchos puentes... Y al mismo tiempo parece que todo hubiese sucedido ayer.

Más tarde, para mi sorpresa, la compañera que ha subido las fotos en cuestión recordará una escena, en la cual la niña que ella fue corría por el patio -el mismo patio de la foto- al niño que fui yo, con la intención de besarlo. Parece que la situación tuvo cierta importancia; la suficiente, al menos, como para que la maestra de primer grado, Amanda Bussio, llamara a los padres de la pequeña para ponerlos al tanto del impetuoso comportamiento de su hija. Escucho la anécdota y en el fondo me enojo con ese niño, por no haberse dejado atrapar. Acaso algunas cosas hubiesen sido diferentes después, con esa primera lección sobre las niñas que tan graciosamente alguien quiso darme, y que pese a todo no llegó a ser.

Por supuesto, después la vida continuó y trajo otras lecciones, algunas maravillosas y otras que no lo fueron tanto. De a poco el niño se hizo hombre, a fuerza de aciertos y equivocaciones, de alegrías y pesares. Se enamoró y se volvió a enamorar, y tuvo una hija hermosa que le cambió la vida. Mantuvo algunos sueños, unos cuantos ideales básicos, y también olvidó muchas cosas. Un día miró sus manos y se dio cuenta: había crecido. Corrió a asomarse al espejo y se encontró con un desconocido. Hizo lo que pudo, entonces, para conocerse, al menos lo suficiente como para poder convivir con ese otro que era él mismo. Y así continúa la vida hasta hoy.

Entonces de pronto sucede: la bruma parece dispuesta a disiparse y algunas de aquellas imágenes distantes, hasta ahora difusas, comienzan a tomar cuerpo. De la foto resurgen rostros, otros nombres olvidados, viejos aromas, sonidos remotos, sensaciones diversas, y puede que hasta la inquietante grácil curva de un cuello, enmarcado por dos colitas prolijamente peinadas. Pero si algo aprendí en todos estos años fue a desconfiar de mi mismo. Acaso por eso es que me pregunto dónde se ubicará la sutil e insospechada frontera que media entre el auténtico recuerdo y la probable fantasía que yo mismo no habré comenzado a inventarme.

Mucho me temo que no pueda responder a esta pregunta. Finalmente, no es posible regresar, como para cotejarlos, a los tiempos que ya han sido.

2 comentarios:

Gonzalo Spina dijo...

Excelente narración! Plasma con mucha calidez las sensaciones, las vivencias, las dudas y los pensamientos de todos cuando nos chocamos con una foto de ese otro que alguna vez fuimos.

Germán A. Serain dijo...

Gracias, Gonzalo. Por pasar, por leer y por dejar tu comentario.