sábado, agosto 04, 2012

Espejos

Y si el otro día fue un Borges, hoy con toda justicia le toca el turno a mi amigo Julio. Y otra vez es un poema, que aparece como por arte de magia de la mano de mi hermana. Y otra vez son unas líneas que a lo largo de todos estos años al parecer había ignorado, o acaso olvidado. ¿Para qué nos sirve aprender tantas cosas si a la larga poemas como este se nos escapan? ¿Para qué nos sirve la memoria, si a la larga uno no consigue retener con fidelidad estas cosas para siempre? No importa. Hoy es hoy, y hoy mi amigo Julio (a Cortázar me refiero, claro) dice otra vez, y pocas veces ha sido tan oportuno:

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta,
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.


Lo repito: nunca antes tan oportuno. ¿Te dije que este poema se titula Bolero? Sí, ya sé que eso ahora no importa. Lo que sí importa, date cuenta, es que yo no lo digo en pasado, sino todavía en presente; no seas necia, no perdamos aun este crepúsculo: Siempre fuiste mi espejo. Quiero decir que para verme... tengo que mirarte.

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