miércoles, septiembre 26, 2012

Ludwig van B.

El otro día, en un pasillo del subte, me detuve un instante para apreciar esta escena: un estudiante de guitarra hacía lo que podía con una transcripción del Himno a la alegría... Unos metros más allá, una mujer andrajosa mendigaba unas monedas... Y movía la cabeza al ritmo de aquella melodía. Estoy seguro de que le parecía una música bonita, tanto como de que en aquel momento esa melodía era algo que le hacía bien. Lo más probable es que ella jamás haya escuchado hablar de ese tal Beethoven. Y en ese contexto seguramente eso no interesaba en absoluto.

De repente creo que en estas cosas radica el verdadero sentido del arte. Y que lo demás es impostura.

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