miércoles, febrero 01, 2017

Sueño 170201

Observo a un niño
que juega con un espejo.
La imagen es, de por sí,
digna de una pesadilla.
No sé quién sea el niño,
y tal vez no quiera saber.

Hay también un perro acostado a mi lado.
No alcanzo a verlo, pero puedo sentirlo.
Y lo curioso es que sé que no es verdad,
que estoy solo, que no hay ningún perro.
Pero la sensación me resulta agradable.
Entonces lo toco, y el animal se acomoda.

Pero ahora resulta que
el perro ya no es perro:
ahora de repente sos vos.
Comprendo que no sos real,
pero se siente tan bien imaginar
que estás aquí, conmigo.
Vos me pedís entonces
que te haga el amor,
y yo quiero decirte que no puedo,
porque vos no sos vos,
pero qué vas a pensar de mí,
si te digo semejante cosa.

Me cuesta mantener tu imagen.
Es como que de a poco te convertís
en otra persona, y yo hago fuerza
para seguir soñándote a vos.
Porque solamente con vos
puedo dormir tranquilo.

Entonces me llama la atención una luz roja, que enciende y apaga cerca del techo, a la altura de la puerta. Y me doy cuenta de que allí hay algo que yo no había visto antes, como una cámara de vigilancia, o una especie de sensor. Me despabilo, me levanto de la cama y me acerco. Enciendo las luces, para poder ver mejor de qué se trata. Pero la luz es mortecina, y además no alcanzo a ver porque me obstaculizan la visión unos reflectores que cuelgan desde más arriba. Me pregunto para qué estarán esos reflectores. Y al mismo tiempo me doy cuenta de que todo eso tampoco estaba ahí antes. En la pared hay además muchos faroles negros, adosados como decoración. Comprendo entonces que este lugar, que es mi departamento, es utilizado también por alguien más. En ese momento siento que alguien intenta abrir la puerta. Observo por la mirilla y, en efecto, hay alguien del otro lado, colocando una llave. Voy a golpear entonces la puerta, para advertirle a esa persona que está intentando entrar a mi casa... Y me doy cuenta de que ya he soñado antes con esta escena. En mi sueño, cuando yo golpeaba la puerta, esos golpes no producían ningún ruido en absoluto. La diferencia, claro está, es que ahora no estoy dormido, sino bien despierto. Golpeo entonces la puerta, desesperado, casi enloquecido... Y mis golpes suenan apagados, como si hubiese golpeado solamente el aire. Entonces grito, y mi grito me despierta. En la oscuridad, veo que una luz roja se enciende y apaga, cerca del techo, a la altura de la puerta.

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