domingo, septiembre 17, 2017

Coches fúnebres

Pienso que los coches fúnebres deberían ser,
por rigor y adecuación a lo penoso de su uso,
autos siempre lóbregos, oscuros, solemnes,
vehículos sin el más mínimo confort,
con asientos ligeramente incómodos,
sin reproductor de música, ni apoyabrazos,
ni aire acondicionado, ni calefacción.
Bueno, tal vez sí aire acondicionado
porque ya se sabe que los muertos
y el calor no combinan demasiado.
Pero es solo una cuestión pragmática.
Así al menos imagino yo un coche fúnebre.
Sin embargo esta mañana he cruzado uno
que no cumplía con estas condiciones.
Se trataba, muy por el contrario,
de un auto moderno, de porte aerodinámico,
claramente confortable, y de seguro tenía
reproductor de música y calefacción,
y también aire acondicionado,
si se veía a las claras que era un lujo
viajar en semejante vehículo,
así no fuese más que para ser llevados
hasta nuestra última morada, y sin embargo
qué clase de extraño triunfo supone
haber llegado a viajar así, a la vista de todos,
en auto tan moderno, tan elegante, tan costoso
-ah, sobre todo tan costoso-,
cuando quien allí viaja ni siquiera
se habrá enterado que así es trasladado,
con tanto honor, pompa y gasto.
Es bueno que lo sepamos desde ahora:
nuestro viaje final siempre será una derrota.
Nadie sale vivo de este juego.

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