miércoles, mayo 16, 2018

Carta a mi padre

Podrías haber sonreído,
para luego dar media vuelta
y entonces caminar
lenta pero decididamente
hacia algún lugar sin nombre.
O bien podrías haber corrido
para arrojarte hacia el vano
de aquella puerta que acaso
se hubiese cerrado brutal
y estrepitosamente detrás tuyo
como una piadosa trompada.
Y es que hay muchas maneras de irse.
Hay muchas maneras de decir adiós.
También está este modo,
de irse sin irse definitivamente,
de estarse yendo, pero
permaneciendo al mismo tiempo
con una actitud pertinaz, empecinada,
como quien decidiera
dejar de ser y seguir siendo,
aunque en los hechos ya no seas vos
sino otro, alguien parecido quizás
a la sombra de quien solías ser,
y sin embargo, y sin embargo...
Y acaso esta sea la manera más cruel de irte
porque uno en definitiva desconoce
si el adiós ya ha sido, o si aún está pendiente,
o cuál habrá sido tu último gesto lúcido,
cuál la última mirada en la que
realmente me hayas reconocido
y hayas sabido que tu hijo estaba allí,
a tu lado, acompañándote.
Hay un extraño momento en el cual
dejamos de ser aunque sigamos siendo.
Y yo no sé, no sé, no sé
si todavía seguís siendo realmente vos
o si ya te has ido y hoy sos otra persona;
no sé si tu adiós acaso tuvo ya lugar
sin que siquiera nos hayamos dado cuenta,
y entonces cuál habrá sido tu última mirada clara,
cuál la última vez que me hayas visto verdaderamente.
Tal vez aquella tarde en Plaza Irlanda,
cuando observamos aquel jacarandá todavía florecido
y un pájaro carpintero bajó, y anduvo cerca nuestro
picoteando el suelo a un metro de donde estábamos.
- Mirá vos qué atrevido, comentaste.
Y después me dijiste otra vez de tu amor
y me pediste que te llevara de regreso
a ese lugar en el cual no querías estar,
que de algún modo se había convertido en tu casa.
Has dejado detrás tuyo los recuerdos,
las enseñanzas, la compañia,
tu mano todavía grande y fuerte
tomando mi mano todavía pequeña,
y yo sé que nunca nunca nunca
vas a poder leer estas palabras
que forman parte de un exorcismo
misterioso pero necesario,
aunque acaso de algún modo logres saber
lo que yo necesito que sepas.
Y todavía no sé si ya ha tenido lugar o no
el último adiós a quien solías ser otrora;
quiero creer que todavía no te has ido;
quiero creer que de un modo u otro
no vas a irte jamás.


1 comentario:

Hugo dijo...

El realismo y la crudeza de la descripción me conmueve profundamente, me hace revivir emociones muy intensas que experimenté en una situación similar.
Me siento al lado de ese hijo que sufre, le pongo mi mano en su hombro, lo acompaño en ese dolor indefinible. Pero no alcanza. No es suficiente.
Nada es suficiente. El dolor es total. El dolor es solitario.