Un piso. Pisar en firme, pues.
O suponerlo, al menos, ingenuamente.
Y decidir entonces si pisar las líneas
que separan una baldosa de otra,
o si mejor no hacerlo.
Y comprender de pronto que
en verdad no hay ningún piso firme,
y que podemos quedarnos parados
tanto como caminar, correr, saltar, volar, caer.
Que somos hojas arrastradas por el viento.
martes, mayo 29, 2018
Solados I - Pisar en firme
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario