miércoles, diciembre 19, 2018

Tiempo

No existe el futuro:
el tiempo no es más que
una serie de momentos presentes.
El pasado, en cambio, sí existe:
todo lo que vemos a nuestro alrededor
deviene de lo que ha sido.
Pero quien sea que haya vivido ese pasado
ya no está más entre nosotros.
De ayer a hoy hemos cambiado.
Ya no somos quienes fuimos.
Siempre somos el ahora.


Hay una paradoja con el tema del tiempo. Uno puede decir que el futuro, a diferencia del pasado y el presente, no existe porque es meramente ideal, ya que por definición se trata de lo que todavía no es, por más que se apuntale sobre lo que viene siendo. El pasado, en cambio, definitivamente ha sido... por definición. Pero esto supone afirmar que en rigor ya no es más; vale decir, que ya no existe. Unicamente podemos experimentar el momento presente. El futuro es un ideal y el pasado no más que recuerdos, generalmente desdibujados. Y si bien ambos se anclan al presente, uno todavía no es y el otro ya no es más. Pero entonces surge el otro problema: determinar la densidad del momento presente. ¿Cuánto dura el presente? ¿Un día, acaso? ¿Una hora, un minuto, un segundo?... Ha quedado demostrado que nuestra propia percepción del presente es irreal. Que cuando sentimos algo, por ejemplo, el impulso que ha causado esa sensación se ha disparado -tiempo pasado- un poco antes. ¿Medio segundo?... ¿Una décima de segundo?... Es curioso, pero siempre siempre siempre (¿es "siempre" una medida de tiempo?) es posible dividir por dos esa exigua parte que es el tiempo presente, como en la paradoja de Xenón, de lo cual resultaría que en verdad tampoco el presente existe más que como una idea, como una percepción. En realidad es probable que nada de todo esto importe demasiado. Son nada más palabras e ideas, que ya mismo se disuelven en el pasado.

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