miércoles, junio 09, 2021

The Good Place

Ponele que sea verdad que existe un cielo
al cual llegan después de la muerte
aquellos que en este valle de lágrimas y risas
hayan ocupado en hacer el bien su tiempo
de manera desinteresada y justa. 

Pero ahora que ya lo hemos dicho,
¿cómo podría continuar siendo
un desinteresado gesto hacer el bien
a sabiendas de que es precisamente eso
lo que conduce al anhelado paraíso?

Entonces, ahora ya no habrá salvación,
puesto que el desinterés se ha vuelto imposible.
Así es como se dan estas contradicciones:
en el preciso momento de pedirte alguien que 
seas espontáneo, ya no hay modo de serlo. 

Y sin embargo, ahora que ya sabemos
que ninguna buena acción podrá redimirnos, 
por ser justo esa la llave a la eternidad,
si muy a pesar de saberlo igual hacemos el bien
será ese sin duda un gesto desinteresado.

Pero entonces volvemos a empezar: 
el mecanismo otra vez ha sido revelado.
De manera que, de nuevo, el interés 
es inevitable, pero al mismo tiempo inútil.
Sin desinterés no hay paraíso; etcétera.

Por más vueltas que le demos al asunto
siempre volvemos a caer, una y otra vez, 
en una desolada y total incertidumbre. 
Pues bien: eso es lo que somos. 
Y somos lo que hacemos.



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