domingo, enero 01, 2023

Diario 2023 - Cap. Uno

Hoy desperté en una casa que no es mi casa. Dormí, debo decirlo, magníficamente. Después, el momento de despertar. Que hay diferentes maneras de despertar, vale la pena señalarlo. Como también hay diferentes maneras de quedarse dormido, pero ese será tema para otra ocasión. Solo diré sobre este punto que no hay experiencia más hermosa que dormirse al lado de la persona que se ama. Y que lo segundo más hermoso probablemente sea despertar y que esa persona siga estando allí. Otra que el dinosaurio del ladrón de Monterroso (busque la referencia en cualquier parte quien no sepa de lo que hablo). Estoy convencido de que una relación puede fundamentarse en el sencillo hecho de que dos personas disfruten lo suficiente de dormir juntos, que el resto de un modo u otro podrá acomodarse. 

Estuve tentado de añadir que una de mis grandes frustraciones es no haber sabido explicarle a la madre de mi hija (no hay experiencia más hermosa que haber tenido una hija) lo mucho que me gustaba quedarme dormido cuando ella me hablaba de cosas seguramente importantes, que sin embargo no lograban imponerse a ese arrullo que a mí me devolvía a la seguridad del vientre materno, al precio de convertirla a ella (lo entendí tarde, por supuesto) en una mujer convencida de no ser escuchada. Las relaciones a veces se organizan sobre la base de malentendidos, para bien tanto como para mal.

Decía que hay muchas maneras de despertarse. Un ruido, un sobresalto, un salir de a poco del sueño, un no poder despegarse de lo soñado hasta horas después de haber salido de la cama. A veces uno primero abre los ojos, que intuyen que hay luz, y eso nos saca del sueño. Y otras veces, como me sucedió hoy a mí, uno se da cuenta de que está en la cama, las sábanas frescas, la espalda contra un colchón mullido, el silencio de una mañana tranquila, y recién después los ojos se abren... Y si entonces uno descubre un techo que no es el esperado, allá arriba un techo de madera en agua y no el cielorraso blanco, tiene lugar un pequeño colapso. Un segundo, probablemente también menos, es lo que tarda el cerebro en procesar la situación y clarificar el enigma: que sí, que en efecto uno durmió en otra casa; que está bien que al lado no esté ella y que uno esté abrazando una almohada (su almohada). Y admitamos que no pasa nada si uno siente un poquito de melancolía, que después de todo uno extraña, y es natural que esto pase.

Extrañar. Benmalditos primeros de año, tan complejosimples ellos, y encima uno que no logra estar a la altura. Tenía ganas de escribir alguna cosa, para entretenerme, para distraerme, lo confieso, que es lo que uno hace cuando extraña... y me perdí en extrañas cavilaciones. La idea era llegar a un punto en el cual reflexionar acerca de la diferencia que existe entre las viviendas, entendidas como construcciones concretas, con paredes y techos, y el hogar, entendido como el lugar en el cual uno está junto a esa persona con la cual comparte los sueños. Pero ya veo que no va a salir, de manera que aprovecharé el impulso para dejar asentadas otras cosas.

Primero de año. Se acostumbra plantear objetivos para esta fecha, este año me propongo esto o aquello, incluso cuando los propósitos no suelan durar diez días. Yo tengo proyectos, muchos, de esos: de los que corren el riesgo de durar diez días. Intentaré cumplir algunos, pero ni me tomaré el trabajo de anotarlos aquí, para que el eventual fracaso no sea evidente. Y anotaré en cambio los que sí sé que intentaré concretar. Ser una mejor persona, seguir aprendiendo, seguir creciendo, seguir intentando decirle te quiero a la gente que lo merece, seguir intentando ser una persona un poco más querible de lo que he sido hasta ahora. Volver a tener un hogar. Sabiendo que el primer hogar, nos guste o no admitirlo, debe ser siempre el que uno pueda construir en uno mismo.

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