domingo, septiembre 10, 2006

Septiembre 11


Todavía recuerdo, de la época en que yo era chico, que el 11 de septiembre se celebraba el Día del Maestro. En realidad todavía se sigue celebrando. Pero desde hace cinco años a esta parte el 11 de septiembre tiene además otras connotaciones, de carácter trágico, que hacen muy difícil que el Día del Maestro recupere alguna vez su inocencia. El 11 de septiembre del año 2001 la gente en todo el mundo suspendía sus actividades para observar incrédula, a través de las pantallas de sus televisores, cómo dos aviones de pasajeros eran secuestrados y estrellados contra las torres del World Trade Center, en el corazón de Nueva York, causando la muerte de casi 3000 personas. Aquella tragedia, como consecuencia de la ceguera de los hombres, fue sólo el punto de partida para que luego se produjeran otras tantas muertes, en otros rincones del mundo, tal vez menos impactantes desde el punto de vista mediático, pero no por eso menos dramáticas. Y lo trágico no tiene que ver tanto con la muerte de inocentes, pues todos estamos destinados a morir tarde o temprano, sino con el hecho de que un puñado de seres humanos haya logrado actualizar una vez más aquella triste definición de Thomas Hobbes que asegura que el hombre es el lobo del hombre.

Sin embargo, estos dos sucesos (el Día del Maestro, el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York...) también pueden ser vinculados. Tal vez la coincidencia de fechas debería servir para que nos cuestionásemos una vez más, pero esta vez seriamente, el verdadero sentido de la docencia. Porque como alguien dijo alguna vez, es probable que nos estén sobrando profesionales, ya sea que hablemos de arquitectos, ingenieros, médicos o abogados. Y que aquello que verdaderamente nos esté haciendo falta, en nuestra sociedad y en el mundo, sean buenas personas. Entonces el buen maestro no será tanto aquel que vista un guardapolvo, o conozca a la perfección las técnicas pedagógicas adecuadas para llevar adelante el trabajo en un aula, sino quien de un modo u otro –casi siempre humildemente– sea capaz de enseñarnos eso: a convertirnos en gente buena.

No mucho después del atentado a las Torres Gemelas, el pensador español Fernando Savater se refería en un artículo periodístico a una protesta universitaria que estaba teniendo por entonces lugar en Brasilia. Y llamaba la atención sobre una enorme pancarta, que había sido colgada por unos estudiantes en los ventanales de una de las facultades involucradas. El cartel rezaba, simplemente: “Ossama Ben Laden, Ingeniero”. El nombre del fundamentalista ideólogo de aquel atentado, anotado al lado de su título académico, resultaba desafiante. Y el concepto es en verdad contundente: de poco y nada sirve la formación académica y técnica, desvinculada de una adecuada formación humana. Necesitamos que nos enseñen a ser buenas personas. Sin eso, todo lo demás resulta absolutamente inútil.

Vale la pena detenerse a pensar en algunos de los buenos maestros que cada uno de nosotros haya tenido a través de los años. Es probable que muchos de ellos, acaso la mayoría, ni siquiera hayan tenido un título docente. Nosotros mismos podemos ser buenos maestros llevando adelante nuestro rol de hijos, de padres, de hermanos, amigos, compañeros, amantes, simples vecinos ocasionales que de pronto nos topamos con cualquier otra persona que pasa cerca en nuestras vidas. El desafío tal vez sea precisamente ese: ser un mejor maestro cada día. Y también un mejor alumno.

No soy yo una persona particularmente religiosa. Pero hace un tiempo leí una bella frase que habla de aquel de quien se dijo era el Hijo de Dios, que también era Hijo del Hombre, acaso como todos nosotros en definitiva. Dice así: “El hijo de José y de María nació como todos los hijos de los hombres, sucio de la sangre de su madre, viscoso de sus mucosidades y sufriendo en silencio. Lloró porque lo hicieron llorar, y llorará siempre por ese solo y único motivo.” Al leer esas palabras pensé en mi hija y, entonces lo mismo que ahora, me di cuenta de cuántas veces la he hecho llorar sin ningún motivo valedero. Todos nosotros lloramos a menudo, o hacemos llorar a los demás, sólo porque no han sido suficientes todavía los buenos maestros que pasaron por nuestras vidas. Y tal vez porque tampoco solemos ser buenos alumnos, como para aprender rápido. Por suerte todavía tenemos tiempo para lograrlo. Debería ser nuestro desafío diario, mientras tengamos un hálito de vida.

4 comentarios:

Germán A. Serain dijo...

La fotografía que ilustra este post ya se ha convertido en algo así como un lugar común de la iconografía fotográfica. Por eso es necesario mirarla con más atención. Porque la espectacularidad tiene sus mayores riesgos en el vaciamiento de sentido. Si uno se fija bien, en ese avión, que dentro de unos segundos va a estrellarse contra la segunda de las torres gemelas, hay gente que todavía vive, respira, intenta comprender o ya ha comprendido lo que sucede y sucederá. En el edificio, detrás de sus paneles vidriados, hay gente que vive los últimos instantes de sus respectivas historias. Tal vez algunos ya han visto la figura, cada vez más grande y cercana, del segundo avión que se dirige hacia ellos. Tal vez jamás lo vean. Si uno mira con la suficiente atención, cada una de estas personas tiene un nombre y un apellido, una familia, una serie de sueños, malestares, miedos, miserias. Cada uno de ellos ha comido una última cena, ha ido por última vez de vientre, ha realizado promesas, ha vivido su último día de vida sin saber que serían esas sus últimas horas.

Es difícil ver todo esto en las fotografías. Incluso utilizando una lupa, resulta difícil verlo. Lo más grave es que tampoco lo pudieron ver quienes dentro del avión estaban dirigiendo ese destino fatal. También ellos respiran sus últimos instantes de vida dentro de ese avión, que se dirige a las torres de un modo inevitable, pasado, presente y futuro condensado en una fotografía que aunque nuestros ojos nos engañen, empecinados en mostrarnos solamente eso, nos muestra mucho más que un avión, un edificio en llamas y el otro a la espera de la colisión que en unas pocas horas más provocará su colapso. Cuántas historias se condensan en solamente una imagen. Qué triste que es no poder dar cuenta de cada una de ellas, como para que se comprenda cabalmente aquello de lo cual estamos hablando, mirando sin ver, porque la verdad es demasiado compleja como para que lleguemos en verdad a darnos cuenta.

c. dijo...

Mañana las pantallas también atestarán de anecdotarios y homenajes a 5 años de.
Mañana también es aniversario del golpe de Pinochet a Allende.
Y es también el día del maestro.

Está bueno pensar en eso de ser buena gente. Hace rato vengo pensando en lo mismo, en que quizás, si me apurás, te digo que lo que más quisiera en el mundo es ser buena gente. Si me das changüí, te digo también sensible. Y útil. Poco más.

(una buena recomendación alegórica es el film colectivo 11 de septiembre, once cortos conceptuales -todos duraban 11 minutos, 9 segundos- de directores como Ken Loach, Amos Gitai,González lñárrirtu, Shoei Imamura y Sean Penn).

Anónimo dijo...

Muy bueno el texto Germán. Yo, como cada 11 de septiembre, pienso porqué todos pensamos en la zona cero de Nueva York y no en la de Palestina, en la de Ciudad Juarez, en la de Africa y en todas las zonas cero que fue dejando ese 11 de septiembre que convirtió al mundo en un lugar más inseguro.
Pienso porqué nadie se acuerda de ese presidente chileno que llevó al mejor socialismo democrático al poder y que se voló la cabeza en La Moneda incendiada para seguir manteniendo vivo sus ideales.
Y hoy pienso en la única noticia que salió en los medios del día del maestro: que les descuentan como $500 a los que se sumaron al paro por mejor sueldo. Gran homenaje!
E' un mondo difficile!!!

manulandia dijo...

1. Me había olvidado del 11/9!!!! Creo que estoy mal en serio y no en chiste.

2. Hace una o dos horas dije esto: "estamos viendo el lado positivo del progreso... porque hacer desaparecer una ciudad entera por demostrar un poder militar, económico, etc. sobre el resto del mundo, no me parece nada inteligente... al contrario" (se entendió la idea? digan que sí!)

3."Todos nosotros lloramos a menudo, o hacemos llorar a los demás, sólo porque no han sido suficientes todavía los buenos maestros que pasaron por nuestras vidas."
Un mundo sin lágrimas? Imposible, no sería humano... seríamos de otra especie. Las lágrimas (cuando salen) me recuerdan que después de todo que todavía existo...