jueves, octubre 26, 2006

El infierno tan temido


Excepcionalmente, un descenso a los infiernos puede ser, después de todo, una experiencia agradable. Pude comprobarlo anoche, magnífica oportunidad, la de acompañar diciendo los textos de La Divina Comedia escogidos por Franz Liszt para complementar la versión para dos pianos, coro femenino y recitante de su Sinfonía Dante, obra de la cual yo sólo conocía su versión para orquesta. En los dos pianos, los maestros italianos Vittorio Bresciani y Francesco Nicolosi; sobre el final, el broche dorado aportado por el Coral Hungaria, dirigido por Sylvia Leidemann.

Acompañando la música, las imágenes proyectadas desde la cabecera de la sala ocupaban toda la extensión de la pared que hace las veces de fondo de escenario en la sala Piazzolla del Teatro Argentino de La Plata. Entre ellas el terrible cuadro pintado por Delacroix, que describe la visita de Virgilio y Dante al averno. En este caso fue el poema de Victor Hugo titulado Après une lecture du Dante el texto que sirvió de preámbulo a la Sonata Dante, transcripta para dos pianos por Bresciani. La descripción musical de Liszt, la maestría de los intérpretes, la potencia increíble de los dos pianos, la imagen de Delacroix, los textos de Dante y de Hugo, y ser parte de todo eso, fue en verdad emocionante.

La del Argentino fue la segunda función; la previa había sido la noche anterior en la sala del Teatro Avenida. Apagados los aplausos, pasado el momento de los saludos, siempre tan cordiales, queda el recuerdo, el sabor de la experiencia, y la reflexión acerca de la inmortalidad de la obra de arte. Liszt, Dante, Victor Hugo, Delacroix, reviven una y otra vez, siempre vigentes, cada vez que un mortal se aproxima a sus respectivas artes, reunidas en este caso todas ellas en un mismo escenario.

¿Y el infierno?... ¿Será real o, por el contrario, un mero producto de la imaginación del hombre? (Pero cuando un hombre sufre, ese sufrimiento es real, incluso cuando aquello que lo produce sea imaginado.)

"Cuando el poeta describe el infierno, describe su vida." Así comienza el poema de Victor Hugo, y en esta simple frase se oculta la gran verdad: cada uno de nosotros construye cielos e infiernos. Los propios a veces; y en ocasiones los de los demás. Torpes arquitectos, sin embargo, las elaboraciones celestes no han solido ser nuestra especialidad. El averno, en cambio, jamás ha exigido dimensiones precisas ni formas armoniosas. Tal vez no tenga que ver entonces tanto con una cuestión de gustos, como de habilidades.

En el infierno vislumbrado por Victor Hugo pueden hallarse las visiones, los sueños, las quimeras, amores heridos... También el hambre, la miseria, la ambición, la venganza, el orgullo, la avaricia y la lujuria. La vileza y el miedo, la traición, y finalmente el odio. Le confiesa Victor Hugo al Dante que sí, que así es verdaderamente la vida, "y su camino lleno de obstáculos, envueltos en pesada niebla". Pero el poema termina haciendo referencia al otro poeta, al de la frente calma y los ojos llenos de luz...

"Es Virgilio, sereno, que nos dice: Continuemos."

Y es que incluso en medio del infierno siempre hay que continuar, siempre adelante, en procura de aquello que pueda redimirnos.

6 comentarios:

Germán A. Serain dijo...

"El infierno son los otros", Jean Paul Sartre dixit.

Casi estaríamos dispuestos a estar de acuerdo, si no fuera porque también damos por cierta esa otra afirmación, que asegura que sólo a través de los otros podremos alcanzar nuestra redención.

¿Será tal vez por este motivo que el hombre se sintió compelido a inventar a Dios, ese Gran Otro sin el cual la dicha redención no parece posible?

Y siguiendo la misma línea de pensamiento, también podríamos preguntarnos: ¿Cuáles habrán sido los motivos que habrán llevado a Dios a inventar al Hombre? ¿Habrá necesitado acaso también El de un otro que le permitiese redimirse? ¿De qué tremendos pecados?...

Acaso el infierno sea la soledad, y no los otros. Es apenas otra de las hipótesis posibles, por supuesto.

Germán A. Serain dijo...

Releyendo mi acotación de más arriba, me digo que hay preguntas que se vuelven absurdas en el preciso momento de pretender una respuesta.

Esto no significa invalidar las preguntas, sin embargo. Es simplemente decir que en ciertos casos el valor no debe buscarse en una respuesta que jamás llegará, sino en las preguntas, consideradas en sí mismas.

c. dijo...

Ves? otro signo de mi sickness esta semana: yo quería ir al Avenida!
Se repetirá? Porque el relato me alcanza hasta ahí.
Y esta anotación me hace sentir otras dos cosas: la desolación de no haber leído aún La Divina Comedia y la emoción de cuando ví La Liberté guidant le peuple.
En cuanto al infierno... ni la soledad ni los otros. Acaso nosotrso mismos, acaso otra significación imaginaria.

Santiago Javier dijo...

Màgnifica entrada Germàn, la disfrutè mucho.

Yo creo que el infierno es nuestro miedo constante a que en cualquier momento pueda pasarnos lo peor.La ùnica posible redenciòn es dejar que las cosas fluyan como la corriente del rìo, y mientras tanto vivir entre el cielo y el infierno.

Pura espontaniedad, nada mas, no pretendo darla gran repuesta.

c. dijo...

Es de buen anfitrión responder los comentarios, me dijeron cuando entré a la blogósfera. Igual un beso.

Germán A. Serain dijo...

Ah!... Pero no siempre es tan sencillo, cuando uno vive al día. Y mucho menos cuando el invitado merece que el anfitrión se siente con algo de lucidez y un poco más de dedicación al efecto de dar la merecida respuesta.

Vaya:
Caro: Debut, repetición y despedida. Sólo dos funciones. En cuanto al Dante, claro que vale la pena, pero decididamente es otra cosa cuando va de la mano de Liszt y Delacroix. En cuanto al infierno... tal vez cada uno tenga el suyo propio, hecho a su medida, lo mismo que el cielo.

Santiago: Vivimos entre el cielo y el infierno, desconociendo qué cosa pueda ser lo peor. Lo peor es eso: todo lo que desconocemos. Aunque acaso sea mejor así. Quién sabe.