miércoles, diciembre 13, 2006

Las alas del deseo



Esta mañana, al leer la anotación simple de una bella amiga en su blog, recordé de pronto este pasaje, tomado de la película "Las alas del deseo" del cineasta alemán Win Wenders. Es el diálogo entre dos ángeles, dedicados a llevar un registro de los momentos simples de los humanos. Momentos simples que, sin embargo, los ángeles sabiamente rescatan, porque saben que son ellos los que constituyen, en definitiva, la verdadera humanidad de las mortales criaturas. Una humanidad que pronto será el objeto del deseo de uno de estos dos ángeles, cansado de vivir una existencia idealmente eterna, pero carente de poesía.


Salida del sol: 7:22 / Puesta del sol: 16:28
Salida de la luna: 19:04 / Puesta de la luna...
Nivel del agua en el Havel y el Spree...
Hace 20 años se estrelló un caza soviético cerca de Spandau, en el lago Stossen. Hace 50 años, fueron las olimpíadas. Hace 200 años Blachard sobrevoló la ciudad en un globo aerostático.

¿Y hoy?

En el lago de Lilienthal alguien aminoró el paso y miró a sus espaldas, hacia el vacío. En la oficina de correos, alguien quería acabar para siempre. Pegó sellos especiales en sus cartas de despedida, uno en cada una, y luego en Mariannenplatz habló con un soldado americano, en inglés, por primera vez desde que terminó el colegio, y lo hizo con soltura. En Plotzensee, un preso, antes de tirarse de cabeza contra el muro, dijo: “Ahora”. En el subterráneo, el conductor, en lugar del nombre de la estación, gritó de pronto: “Tierra de fuego”. En Rehbergen, un anciano leía La Odisea a un niño. Y el pequeño oyente, que había dejado de parpadear... Y tú, ¿tienes algo que contar?

Una viandante, que cerró el paraguas en medio de la lluvia, y se dejó empapar. Un colegial, que describía a su profesor cómo crece el helecho de la tierra, y el profesor sorprendido. Una ciega, que palpó su reloj al sentir mi presencia...

Es maravilloso vivir sólo en espíritu día tras día, para la eternidad. Atestiguar sólo lo espiritual de la gente. Pero a veces me hastía mi existencia de espíritu. Ya no quisiera este flotar eterno, quisiera sentir un peso que anulara en mí lo ilimitado y me atara a la tierra. Poder, a cada paso, a cada golpe de viento, decir “ahora”, “ahora” y “ahora”. Y no más desde siempre y para siempre. Tomar el asiento libre en una partida de cartas. Ser saludado, aunque sólo fuese con un gesto.

Siempre que hemos participado, ha sido sólo en apariencia. Nos hemos dejado dislocar la cadera en peleas nocturnas, en apariencia. Hemos capturado un pez, en apariencia. Nos hemos sentado a las mesas, hemos bebido y hemos comido, en apariencia. Nos hicimos asar corderos y servir vino, allá en las tiendas del desierto, siempre en apariencia. No pido engendrar un niño o plantar un árbol, pero ya sería algo, de vuelta a casa tras un largo día, dar de comer al gato como Philip Marlowe. Tener fiebre, tener los dedos negros de leer el periódico, fascinarse no sólo por el espíritu sino, al fin, por una comida, por la curva de una nuca, por una oreja... ¡Mentir como respirar! Sentir, al andar, que mi esqueleto anda conmigo. Intuir, por fin, en lugar de saberlo todo. Poder decir “Ay” y “Oh” y “Ah” y “Ja”... en lugar de “Sí” y “Amén”.

Alguna vez poder fascinarse por el mal. Andando entre los viandantes, atraer a todos los demonios de la tierra y al fin expulsarlos al aire.
¡Ser un salvaje!

O sentir al fin lo que es quitarse los zapatos debajo de la mesa y estirar los dedos del pie así, descalzo...

El goce de alzar la cabeza hacia la luz, al aire libre, el goce de los colores iluminados por el sol, en los ojos de las personas.

Dejar que las cosas ocurran...

4 comentarios:

Germán A. Serain dijo...

Otro fragmento rescatado de los diálogos de esta bella película:

"El mundo parece ahogarse en el crepúsculo. Pero yo lo narro como al principio, en mi cantinela que me sostiene a salvo, por el relato, de las revueltas del presente y protegido para el futuro. Se acabó el remontarse muy atrás de antaño, el ir y venir a través de los siglos. Yo ya puedo sólo pensar de un día para el otro. Mis héroes ya no son los guerreros y los reyes, sino las cosas de la paz, todas iguales entre sí, las cebollas que se secan, tan valiosas como el tronco del árbol que atraviesa el pantano. Pero nadie ha logrado aún cantar una epopeya de la paz. ¿Qué le ocurre ala paz que no puede seguir fascinando por mucho tiempo, que no se deja narrar apenas por nadie? ¿Debo renunciar ahora? Si renuncio, entonces la humanidad perderá a su narrador. Y si alguna vez la humanidad pierde a su narrador, al mismo tiempo habrá perdido su infancia."

No hacer otra cosa que mirar, recolectar, testimoniar, preservar. Esto es lo que hacen los ángeles de la película de Wenders. Y de repente me pregunto: ¿No es también un poco ese el objetivo de este blog?

La diferecia, claro está, es que quienes aquí leemos y escribimos no somos ángeles, sino sólo hombres y mujeres.

c. dijo...

es tan lindo que dan ganas de llorar.









(y un poco, también, como los minutos iniciales de Mi vida sin mi, de Coixet - que para algunos justifican toda la película)

Anónimo dijo...

sabes me encanto lo que escribiste. dime que opinas de la existencia de los angeles, crees en ellos, yo pienso que son el espiritu de la conciencia humana.
aquellos que nos hacen recordar que existe el amor y la compasion.

Germán A. Serain dijo...

Angeles... ¿Y cuál sería tu definición de "ángeles"? Porque ángeles los hay de muchas clases. Imaginarios, por ejemplo. Y también los hay caídos. Y los hay asimismo terrenos. Por ejemplo, ¿entra una Teresa de Calcuta dentro de tu definición? Después de todo, ella nos hacía recordar que existe el amor y la compasión...

Pero si te referís a los ángeles con alas, esos que confundían a los teólogos de antaño, que se cuestionaban cuántos de ellos podían bailar sobre la cabeza de un alfiler, o cuál era su sexo... me temo que es inútil preguntarnos al respecto. Existentes o no, nada podemos saber de ellos. A lo sumo, intentar vivir como si existieran. O como si no existieran. Esa decisión es finalmente nuestra.