lunes, septiembre 24, 2007

Tomalo como quieras...

Ya una vez escribí algo parecido en otro lugar de este mismo blog, me parece. Pero la idea es recurrente. Ponele que uno tiene una pesadilla. Que un monstruo nos persigue, por ejemplo. En realidad no hay monstruo, ni peligro alguno, uno está quieto en una cama y todo lo demás es meramente ilusorio.

Sin embargo... el miedo es real, es verdadero, no queda otra que hacerse cargo de él. Ahora bien, ¿no sucede exactamente esto mismo siempre? Quiero decir: cuando uno ama, por ejemplo... cuando uno enloquece... Quizás no haya nada allá afuera que justifique nuestras emociones, qué es lo que te pasa, poné los pies sobre la tierra, son sólo alucinaciones, date cuenta, proyecciones imaginarias, no tengas miedo, ya no sientas esas cosas. Sin embargo nuestras emociones son reales, están allí, lidiando con nosotros, y no hay manera de desembarazarnos de ellas.

Es lo que le sucede al fugitivo de Bioy Casares que se enamora de Faustine, en la isla de Morel, por ejemplo. Ella es un holograma, nada más que eso, pero él no lo sabe. ¿Qué importa, entonces, la realidad? O mejor dicho: ¿Cuál es la realidad?...

Cuando uno escribe cosas como estas es porque en cierto punto se reconoce sin control, y tal vez sin demasiado ánimo de controlarse, por otra parte, incluso si pudiera hacerlo. Uno se siente tan torpe, tan tonto, tan decidido a correr el riesgo, al mismo tiempo. Finalmente, acaso todo no sea nada más que un sueño, una ilusión. Entonces uno toma coraje y escribe:

Dos palabras, cinco letras,
podés ponerle el nombre que vos quieras.
Después de todo, las palabras
jamás han podido decir más de lo que dicen.

Y sé muy bien que todo esto puede parecer locura.
Pero no puedo evitar la pregunta:
¿Y si de verdad fueses vos?...

Dos palabras, cinco letras...
Y tu nombre.


Varios siglos más tarde, alguien volverá a leer ese poema y se preguntará acaso cuál nombre, y se dirá tal vez que los nombres, también ellos, suelen no ser finalmente más que otra pretensión, curiosa manifestación de una ensoñación vana.

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